La doble pérdida de Robert, un relato del dolor que siente toda una isla ante un cruel volcán
Cuando comenzó la erupción en La Palma, Robert Nazco, hijo de la isla, empezó a sobrevolar por las coladas de lava los drones que administra dentro de su productora audiovisual. Lo hacía con distintos fines: a veces para informar al Cabildo insular de cómo evoluciona el recorrido del material incandescente, otras para comunicar a vecinos si su casa seguía en pie o no, también para enviar los vídeos a los medios de comunicación.
Entre tanto ajetreo, Robert sacaba cada día un hueco para llevar su dron al sur del cono principal del volcán, donde no ha habido tanta destrucción y se encuentra el cementerio de Las Manchas, un camposanto de mil metros cuadrados que alberga los restos de 3.160 difuntos, más de 5.000 nichos y el único crematorio de toda la ínsula. Allí se posaban sus ojos, que bajaban un poco para situarse a escasos metros de la tumba de sus padres. Y él respiraba. La lápida seguía intacta, el río de lava no había llegado. Así avanzaron los dos primeros meses de actividad volcánica. Pero todo cambió el 25 de noviembre de 2021.