Los expertos siguen buscando el origen del COVID-19: ¿por qué es importante?
El actual brote de COVID-19 está provocado por un nuevo coronavirus (SARS CoV-2) que se está propagando entre las personas. La primera infección humana se registró a finales de diciembre de 2019 en Wuhan, en la provincia china de Hubei, cuando se identificaron 41 casos de neumonía. Un análisis más exhaustivo mostró que se trataba de un nuevo caso de coronavirus.
Un tercio de los casos –el 66 %– tuvo exposición directa en el Mercado de Mariscos de Wuhan. Allí se vendían pescados, mariscos, especies de fauna salvaje, serpientes, aves y diferentes tipos de carne y animales muertos. El mercado cerró inmediatamente y no se ha abierto desde entonces.
Diferentes científicos de todo el mundo han estado trabajando contrarreloj para identificar el patógeno que se encuentra detrás de esta nueva enfermedad.
La información que aportó las primeras pistas se divulgó a mediados de enero de 2020, cuando se publicó la secuenciación del genoma completo del nuevo coronavirus a partir de una muestra de un paciente. Esta mostró que se trataba de un nuevo coronavirus –SARS-CoV2– perteneciente al mismo grupo que el coronavirus relacionado con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV) que causó el brote de SARS de 2003.
Pero el nuevo virus era significativamente diferente y planteó interrogantes sobre su origen. La teoría que ha ganado más fuerza es que el virus está, de alguna manera, vinculado al mercado, dado que dos tercios del primer grupo de personas infectadas tenían alguna relación con él. Pero esta hipótesis no se ha probado todavía. Y posteriores investigaciones indican que el primer paciente –que empezó teniendo síntomas a principios de diciembre de 2019– no tenía ningún tipo de vínculo con el mercado, ni con los otros pacientes.
Aún quedan varias preguntas por resolver. Pero lo más importante es que no hay datos claros sobre el origen del brote. Investigar la fuente de la enfermedad resulta determinante porque es esencial saber quién o qué infectó al “paciente cero”. Comprender las circunstancias específicas, incluidos el comportamiento y las actividades humanas, que condujeron a esta pandemia puede proporcionar pistas sobre los factores de riesgo de futuros brotes.
Se ha especulado mucho sobre el origen del nuevo coronavirus. Poco después de que se identificaran los primeros casos, surgieron una serie de teorías. Entre ellas, una que defiende que el virus fue creado en el laboratorio del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Wuhan. Varios científicos de renombre firmaron un comunicado condenando “las conspiraciones que sugieren que la COVID-19 no tiene un origen natural”.
Del mismo modo, se ha desmentido la teoría que defiende que el virus provenía de las serpientes.
Los primeros informes que sugerían una asociación entre el mercado, los animales y el nuevo coronavirus fomentaron la aparición de este tipo información falsa. Nunca ha sido demostrada.
Sin embargo, es una línea de investigación en la que los científicos continúan trabajando. Los murciélagos, en particular, han sido estudiados exhaustivamente porque se les considera el hospedador natural de los coronavirus.
Investigaciones realizadas anteriormente han demostrado que la mayoría de los coronavirus patógenos en humanos, incluidos el SARS-CoV y el MERS-CoV, tienen virus genéticamente similares en los murciélagos. Esta especie crea una reserva de virus que puede extenderse cuando y donde surja la oportunidad, la mayoría de las veces a un huésped animal intermediario y luego a los humanos.
Por ejemplo, los estudios de biovigilancia centrados en la búsqueda del origen del coronavirus SARS mostraron que el virus más estrechamente relacionado era el de los murciélagos de herradura (Rhinolophus spp.) en China. Las civetas eran los huéspedes intermedios que infectaban a los humanos.
Recientemente se han publicado nuevos datos que demuestran una estrecha relación –más del 96 % de similitud– entre un virus de una muestra de murciélago de herradura recogida en Yunnan y el SARS CoV-2.
Un segundo estudio informó sobre la similitud –del 89 %– entre el SARS CoV-2 y un grupo de coronavirus similares al SARS encontrados anteriormente en murciélagos en China. Pero estas similitudes no son suficientes para identificar el virus responsable del brote actual.
Una cuestión clave es que, aunque la similitud parece alta, la tasa de mutación de los coronavirus es complicada. A la complejidad de la historia se suma una alta probabilidad de que un huésped intermedio forme parte la ecuación. Esta idea proviene del hecho de que la mayoría de los virus provenientes del murciélago están presentes en cantidades bajas en estos mamíferos y necesitan contagiar a un tercero antes de poder llegar a los humanos.
Por ejemplo, en el brote de SARS-CoV de 2002/2003 se identificó a las civetas como huéspedes intermedios. En el brote más reciente se ha apuntado a los pangolines. Pero en esta teoría hay grandes lagunas, ya que el coronavirus identificado en los pangolines tiene solo un 90 % de similitud con los virus humanos.
Diseñando las intervenciones
Prevenir la propagación de un virus de animales a humanos puede salvar una enorme cantidad de dinero y de vidas humanas.
Un buen número de diferentes virus continuará circulando en la naturaleza. Conocer la diversidad, las especies implicadas y la distribución geográfica –junto con la comprensión de las actividades humanas que pueden aumentar el riesgo de propagación– es esencial para prevenir futuros brotes y mantener una economía mundial con buena salud.
A veces, encontrar el origen de un virus puede traducirse en actuaciones de prevención muy simples. Por ejemplo, los científicos identificaron a un murciélago frugívoro de Bangladesh como el huésped natural del virus Nipah, que puede causar enfermedad respiratoria aguda y encefalitis mortal. Los investigadores descubrieron que la orina de los murciélagos transportaba el virus. Las personas se infectaron cuando consumieron savia cruda de palmera datilera que contenía orina de murciélago.
Las intervenciones incluyeron campañas de educación para desalentar el consumo de esta sustancia. También se alentó a las personas a cerrar los recipientes de recolección para evitar que la savia se contaminara con la orina de murciélago.
Las actuaciones necesarias serán diferentes para cada virus y localización geográfica. Pero se necesitan desesperadamente los datos virológicos, epidemiológicos y antropológicos básicos de los brotes conocidos para mitigar los problemas de los potenciales brotes futuros.
Este artículo ha sido traducido con la colaboración de Casa África. Traducción: María José Estupiñán. Below is The Conversation's page counter tag. Please DO NOT REMOVE.
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Wanda Markotter es profesora, directora del Centro de Zoonisis Viral y jefa del departamento DST-NRF de investigación de Sudáfrica en la Universidad de Pretoria.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
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