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CRÓNICA

Es Navidad y a Feijóo le toca hacer de populista

Feijóo, este lunes, en Génova.
29 de diciembre de 2025 21:50 h

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Después de pasar meses anunciando que España está hundida en un abismo tenebroso, el Partido Popular ha descubierto que el pesimismo como arma electoral no es la medicina infalible que pensaba y que además no hace más que alimentar a Vox. El partido de Santiago Abascal sostiene que la situación no puede ser más catastrófica y por eso su estilo político debe ser brutal y descarnado. No es que el del PP sea parecido al de un fino aristócrata británico del XIX, pero ya comienza a entender que necesita dejar claro un estilo propio.

La opción populista siempre es una salida provechosa ante este tipo de dilemas. Fue la que eligió Alberto Núñez Feijóo para la rueda de prensa en la que hizo balance de este año. “España es un gran país”, dijo al comienzo de su intervención. Similar a lo que presumió Pedro Sánchez en otra rueda de prensa hace dos semanas, cuando dijo que “para mí, (España) es el mejor país del mundo”. Sin miedo a caer en la cursilería, Feijóo se deshizo en elogios a los ciudadanos –“España está llena de héroes cotidianos”–, para añadir que todo lo que funciona de pena es por culpa del Gobierno: “No tienen un Gobierno que esté a la altura”.

Uno de los rasgos distintivos del populismo es afirmar que el pueblo es bello, valiente, sacrificado y modelo de todas las virtudes, y que su única desgracia es estar regido por gobernantes ineptos, malvados y corruptos. Un poco como las jeremiadas de Pérez Reverte, pero sin extender el manto de la sospecha sobre nadie que no sean Sánchez y sus secuaces. Según ese discurso, el Gobierno es la única instancia que tiene poder en España. Las empresas, los millonarios, la Iglesia o los tribunales carecen aparentemente de poder o influencia sobre los acontecimientos.

Lo de pasar la mano por el lomo de los españoles era otra forma de cargar contra Sánchez, al que había criticado por dar la rueda de prensa de balance del año el 15 de diciembre. Según algunos medios, el presidente se ha tomado dos semanas de vacaciones en estas fiestas. Un escándalo, para Feijóo. No se atrevió a decir lo mismo sobre Isabel Díaz Ayuso, que convocó su rueda de prensa para el día 17.

Más allá del renovado ardor patriótico del líder del PP, el único interés de la cita era conocer su reacción a la nueva situación creada por las elecciones de Extremadura. María Guardiola fracasó en su intento de acercarse a la mayoría absoluta, la caída socialista fue espectacular y Vox se reforzó hasta niveles que el PP no esperaba. De entrada, y sin que eso fuera una sorpresa, despejó cualquier duda sobre si pactar con la extrema derecha le supone un problema. En ningún caso. “Nuestro cordón sanitario será con Bildu, no Vox”.

Feijóo ha abandonado una idea que ya entonces parecía ser imposible. En una entrevista en El Mundo en julio, no podía ser más optimista: “Si mañana hubiese elecciones, estoy convencido de que el PP sacaría una mayoría absoluta”. Ninguna encuesta anticipaba ese resultado. Ya entonces había que tener mucho sentido del humor para creerse algo así. Y luego hay muchos que dicen que el PP ha aprendido las lecciones de la decepción de 2023.

Hoy, el ascenso de Vox descarta esa ensoñación romántica a escala nacional y en las comunidades que votarán en 2026. Toca plegar velas y presentar objetivos más realistas. Aún persiste en la idea de “gobernar en solitario” después de los próximos comicios, pero solo porque da por hecho que Vox no estará interesado en entrar en el Gobierno.

Eso no quiere decir que Feijóo haya abandonado la idea de dibujar una realidad sobre Extremadura que existe fundamentalmente en su cabeza. Acepta que Guardiola no puede gobernar sin el apoyo de Vox, pero se refugia en el hecho de que el PP ha avanzado en porcentaje de votos –a causa de la caída de participación–, pero no en el número de ellos, más bien lo contrario. “No vengo yo a decir que no tengamos una dependencia (de Vox), porque no tenemos mayoría absoluta. Pero la dependencia ha bajado sustancialmente”.

No explicó cómo justifica esta última frase. Es una forma más de negar la realidad.

El líder del PP deslizó una leve crítica a Abascal por si tiene la tentación de forzar una repetición electoral. Sería “una falta de respeto a los extremeños”, dijo, “como mirarse al ombligo o atender solo a los intereses personales”. Es difícil imaginar a los de Vox preocupados por esta clase de avisos.

Lo que le va a hacer sufrir Abascal no está escrito todavía.

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