La salud pública, más importante que nunca
A nadie se le esconde que los servicios de Salud Pública, llamada tradicionalmente “Sanidad”, no han sido indiferentes para nadie, y menos en la actualidad, donde la pandemia del coronavirus nos invade a todos sin solución a corto plazo.
Sabemos que la salud, según la OMS, es el más completo estado de bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de afecciones o enfermedades, pero es verdad que los problemas sociales que afectan a la salud sobresalen como problemas médicos. Se convierten en enfermedades procesos naturales como la menopausia, el envejecimiento, la muerte, soledad, etc., obligando a prescripciones indiscriminadas de medicamentos (tranquilizantes, analgésicos, antiinflamatorios, somníferos, etc.) agudizándose en la actualidad por la pandemia de coronavirus existente.
El saber médico, muchas veces reduce la enfermedad a signos y diagnósticos construidos a través de indicadores casi exclusivamente biológicos, lo cual posibilita que tanto el enfermo como su enfermedad sean separados de su medio y de sus relaciones sociales concretas. Se orienta a trabajar casi exclusivamente con la enfermedad y no con la salud.
Con la nueva Ley General de Sanidad de 1986 los servicios de salud pública (vacunas, control de la vigilancia epidemiológica, contaminación atmosférica, manipulación de alimentos, guarderías, piscinas, etc.) quedan difuminados al pasar a depender de los ayuntamientos buena parte de ellos. Dichos servicios han sufrido muchos cambios, algunos legislativos, consecuencia de la llegada del nuevo marco autonómico y de leyes como la Ley Reguladora de Bases de Régimen Local (7/1985, de 2 de abril), la Ley General de Sanidad (14/1986, de 25 de abril), y la Ley de Ordenación Sanitaria de Canarias (11/1994, de 26 de julio), que tenían que ver con la salud publica o sanidad de las diferentes instituciones (Cabildos, Ayuntamientos, etc.).
A partir de la aplicación de la ley de Ordenación Sanitaria de Canarias (1994), los recursos humanos de Salud Pública (médicos, enfermeras y matronas de Asistencia Pública Domiciliaria) se transfieren a los servicios de Atención Primaria del Servicio Canario de la Salud. La Dirección General de Salud Pública reduce los servicios centrales (Las Palmas) en gran parte de su personal, que pasa de 140 personas en 1990 a 40 en 2018, con un presupuesto que desciende desde el 1,9% en 1995 al 0,81% en 2018 ().
Al suprimirse de los Ayuntamientos las competencias en Salud Pública y centralizarse en el Servicio Canario de Salud, los problemas de la sanidad municipal se agudizan más de lo que estaban, a pesar de la puesta en marcha de la Áreas de Salud que tratan de sustituirlas con recursos económicos de la Consejería de Sanidad. De hecho, muchos Ayuntamientos medianos y grandes han contratado personal para atender asuntos como mercados, aguas, animales, playas, etc.
Se suponía que Atención Primaria era una institución encargada de dar una atención integral, y que asumiría los servicios de Salud Pública. Se quedó solo en un intento, pasando a ser en la practica centros de “atención asistencial” de seis horas con un poco de educación sanitaria, y ahora la vacuna por motivos obvios. Lo que se llamaba “Sanidad” quedó convertido en algo testimonial, ajeno y no asimilado por los profesionales de Atención Primaria.
Fueron muchos los médicos, enfermeros, veterinarios y farmacéuticos afectados. Hay que tener en cuenta que los profesionales de salud pública, escasos en nuestro país, requieren formación y años de experiencia. La necesidad de este tipo de profesionales es vital.
Hemos visto desaparecer unas enfermedades y emerger otras nuevas, determinadas por los cambios sociales y económicos, aparecer nuevas tecnologías que han modificado nuestra forma de trabajar y de comunicarnos, y desaparecer instituciones sanitarias que han sido sustituidas por otras que integraban nuevos paradigmas. Bien es verdad que ha habido un cambio en la frecuencia y mortalidad de enfermedades agudas transmisibles e infecciosas, a crónicas no transmisibles explicándose por la “transición epidemiológica”. En el pasado reciente el mundo era azotado con cierta periodicidad por epidemias de viruela, cólera, peste, fiebre amarilla, malaria, entre otras, que han ido desapareciendo. Algunas de ellas como la influenza, dengue o ébola continúan apareciendo como epidemias cada cierto tiempo. En 2020 fallecieron en Canarias 734 personas (4,4%) por enfermedades parasitarias e infecciosas, (septicemia, enfermedades infecciosas intestinales, sida, hepatitis vírica, etc.). De ellas, 396 (53,2%) fueron causadas por coronavirus, constituyendo la causa principal (). Hemos sido una generación que ha vivido un proceso de transformación social y científica.
Un ejemplo de la estrategia de “desarme” de la Salud Pública fue la sustitución del edificio de la calle Alfonso XII por la Casa de África en el año 2006 (). Los funcionarios fueron trasladados al antiguo dispensario de Enfermedades del Tórax, edificio no adaptado y de escasas dimensiones para las nuevas necesidades, situación que permanece en la actualidad.
El 30 de enero de 2020 la OMS declara la emergencia de salud pública de importancia internacional por un nuevo coronavirus () que afectaba a Canarias y resto de España. Se pone de manifiesto el planteamiento equivocado de la salud pública, en el que se creía que ya habíamos pasado la “transición epidemiológica” y nos teníamos que olvidar de virus, bacterias y parásitos, así como de las enfermedades que estos generan, sin tener en cuenta que entre el 60 y el 80% de las nuevas infecciones humanas, tienen su origen en virus y bacterias de origen animal. Es obvio que esto se explicaría en parte por la globalización. En países donde el consumo de estos animales es muy frecuente, con la gran movilidad existente, es lógico pensar que una infección de esta naturaleza en el extremo asiático es una infección segura en otro lado del mundo al día siguiente.
Salud Publica tenía pocos recursos porque se estaba convencido de que ya habíamos llegado a la superación de aquellos modelos donde la supremacía de las enfermedades infecciosas era lo importante, porque habíamos alcanzado finalmente la transición epidemiológica y ya no volveríamos a tener ninguna epidemia, o pandemia nueva, pero se equivocaron. Tendríamos que modificar las políticas de salud pública teniendo en cuenta que estamos en otros tiempos con problemas y riesgos diferentes.
La salud pública es entendida como la ciencia para prevenir las dolencias y las discapacidades, prolongar la vida y fomentar la salud, mediante esfuerzos organizados de la comunidad para sanear el medio ambiente, controlar las enfermedades infecciosas y no infecciosas, educar al individuo en los principios de higiene personal, organizar los servicios para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades, así como desarrollar una organización social que asegure a cada miembro de la comunidad un nivel adecuado para el mantenimiento de la salud (M Terris,1992).
La OMS y las autoridades sanitarias europeas consideran imprescindible el derecho de todos a una salud pública de alto nivel y que se invierta esa tendencia histórica que ha estado desarticulando competencias y recursos.
*Colaboradores:
José Luis Alonso Bilbao (Médico); Miguel Guerra García de Celis (Sociólogo); Cristóbal del Rosario (Médico); José Luis López Hernández (Médico); Maria Dolores González López (Médico); Manuel Herrera Artiles. (Farmacéutico). Nayra Bello O’Shanahan (Economista). Olga Suarez Janariz (Médico). Oscar González Morera (Médico). Mª Jesús Fernández Rodríguez (Farmacéutica).
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