Pablo Ródenas sobre el final del PUCC: “Nos corroía un pragmatismo ciego”
Pablo Ródenas fue máximo responsable del Partido de Unificación Comunista de Canarias (PUCC) y luego del Movimiento de Izquierda Revolucionaria del Archipiélago Canario (MIRAC). Un dirigente valorado por el conjunto de la militancia y con profundos compromisos éticos y políticos. Hasta ahora nunca había contado públicamente cómo fue el proceso que le llevó a tomar la decisión de abandonar su responsabilidad como secretario político del partido y la propia militancia en la organización a finales de los 80 del pasado siglo.
¿Por qué abandonó el PUCC-MIRAC en 1989, dado lo que significaba para usted?
No sé si a alguien le puede interesar. Para mí fue una decisión muy difícil. Recuerdo muy bien el contexto estatal e internacional en el que nos movíamos, que fue algo más que anecdótico. El gobierno del derechizado Felipe González adelantó las elecciones a octubre de 1989 en respuesta a la huelga general que contra su reforma laboral habían convocado los sindicatos en el mes de diciembre anterior. En agosto, de forma virulenta, se desencadenó en la URSS la crisis política que terminó por provocar en noviembre la caída del Muro de Berlín, y en menos de dos años la desintegración del bloque soviético al completo. El neoliberalismo de principios de los ochenta se imponía sin encontrar apenas oposición, la democratización retrocedía en todo el planeta. Un nuevo mundo y una nueva era unimultipolar aún más violenta y opresora se iniciaba. Fue en ese momento de derrota general cuando me vi obligado a desvincularme. En ese momento no me di del todo cuenta del contexto en el que nos encontrábamos, lo comprendí después, estudiando y reflexionando sobre el nuevo “(des)orden mundial” que había aparecido.
¿Qué ocurrió?
Mis desacuerdos ante las inconsecuencias internas venían de atrás. Era la quinta vez que presentaba mi dimisión como secretario político de la dirección. Las cuatro anteriores las retiré. Pero ésta fue la definitiva, porque dejé también la militancia. Nos corroía ya un pragmatismo ciego que se recubría de un hiperactivismo improvisado, con el que algunos trataban de ocultar ese aturdimiento. Una situación paradójica para mí. Me vi obligado a abandonar el MIRAC para defender su proyecto político democrático autodeterminista. Un desesperado puñetazo sobre la mesa. Que tuvo su efecto: nadie pudo desviar abiertamente nuestra trayectoria, nadie pudo provocar escisiones.
¿Cuáles fueron las causas concretas?
Me era imposible aceptar la indolente degradación que se estaba produciendo respecto a nuestro proyecto político, a base de mirar para otro lado y esperar a que “el tiempo resuelva las cosas”. Ni la muy tensa división interna que se introdujo en la dirección y que de forma inaudita llegó a durar más de dos años. Nadie antes se había atrevido a mantener unos comportamientos como los que se introdujeron. Tampoco quise ser cómplice de algunas imposturas muy concretas. La dirección del MIRAC me pidió que explicase la decisión de desvincularme. Y accedí elaborando un amplio documento de 31 puntos que preparé ese verano y cuyo título lo decía todo, “El MIRAC a la deriva (Las razones de un fracaso político y una desvinculación forzada)”. Luego, claro, algunos compañeros de aquella dirección se arrepintieron de habérmelo pedido y no lo divulgaron internamente. Se intentó hacer como que nada había pasado. Pero la suerte del MIRAC-PUCC estaba echada desde mucho antes, desde mitad de los ochenta.
¿Nunca se arrepintió?
He reflexionado al respecto durante años. Fue un gran error mío, como máximo responsable, y de todos a la postre, el no haber sabido extraer las consecuencias obvias de lo que estaba ocurriendo desde 1986. Casi al final del escrito de 1989 reconocía que: “En estos dos largos años últimos he fracasado en el logro del principal objetivo de actuación que me fijé: defender la unidad del Partido alrededor de su proyecto histórico, ayudando a desarrollarlo más allá de la crisis de dirección y de las diferencias entre sus miembros”. Sólo añadiré que mi salida fue el precio que tuve que pagar para evitar iniciativas que rompían la unidad y degradaban nuestra línea y nuestra trayectoria. En poco tiempo se evidenció que todo era una cortina de humo para ocultar la acomodaticia deriva política de algunos compañeros que deseaban trasladarse a opciones más confortables. Y que fue lo que de hecho ocurrió. Pero al menos no pudieron arrastrar al MIRAC tras ellos.