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El socialista más odiado (y temido) por Coalición Canaria deja la primera línea política

Santiago Pérez, senador socialista por la comunidad autónoma de Canarias

Carlos Sosa

13 de junio de 2023 18:28 h

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No hay duda: Santiago Pérez es el político más temido y odiado por Coalición Canaria de cuantos habitan el ecosistema canario. Lo demuestran casi todos los días los más fanáticos de la formación autoproclamada nacionalista y los medios que le son afines, que solo lo mencionan para descalificar sus acciones o directamente para insultarlo, como hizo recientemente una destacada responsable local de una emisora nacional que lo llamó en dos ocasiones distintas “mamporrero”. Nacido en La Laguna hace 69 años, no parece que a estas alturas de su vida de jubilado a este profesor universitario de Derecho, ex de Los Sabandeños y del Náutico y el Canarias de Baloncesto le inquieten más allá de lo humanamente irremediable ni las faltas de respeto ni la incomprensión.

Ahora ha decidido alejarse de la primera línea institucional después de concurrir como el último en la lista del PSOE al Ayuntamiento de La Laguna y de despedirse del Senado con un discurso de rabioso contenido de reivindicación democrática en la Cámara donde fue estos últimos años representante de la Comunidad Autónoma de Canarias hasta nuevo aviso.

Tiene motivos para odiarlo y temerlo Coalición Canaria, o como a él le gusta recordar, ATI-Coalición Canaria, para que consten los orígenes y la inspiración que a su entender todavía sobrevive de aquella fundacional Agrupación Tinerfeña Independiente.

Santiago Pérez ha sido el padre intelectual o el autor material de las tres denuncias que más daño han hecho a esa formación política. La primera, la del caso Las Teresitas, que le llegó a costar un cisma en su propio partido, y que acabó con duras condenas a un alcalde y un concejal de ATI-CC de Santa Cruz de Tenerife, dos empresarios y varios funcionarios del Ayuntamiento. Pero también es quien colocó dos veces ante los tribunales a Fernando Clavijo, expresidente de Canarias y candidato ahora a repetir mediante el respaldo de un cuatripartito formado a partir de los dos principales derrotados en las pasadas elecciones autonómicas.

Por ambos procesos judiciales, el caso Grúas y el caso Reparos, Clavijo fue investigado por dos juzgados de La Laguna, no solo con el impulso de la denuncia de Pérez y de otros denunciantes como Unidas Podemos, sino también del Ministerio Fiscal, cuyas tesis hicieron suyas las juezas que enviaron las causas al Supremo, donde corrió Clavijo a refugiarse cuando perdió las elecciones de 2019 y donde le esperaban, por consejo de su amigo Pablo Casado, los magistrados de la Sala Segunda para archivar sin escuchar a ninguna de las partes personadas.

Es muy saludable leer o escuchar a Santiago Pérez explicar su teoría de los dos Supremos que sufrimos en España, sobre todo cuando recientemente comparó los dos graciosos archivos a Clavijo con la condena a inhabilitación del exalcalde socialista de El Tanque. No es un ignorante del Derecho, docencia que en su vertiente constitucional ha ejercido durante más de 30 cursos ininterrumpidos en la Universidad de La Laguna. 

En esa ciudad, la suya, puede presumir de haberle ganado las elecciones a Ana Oramas en 1999, lo que no le bastó para hacerse alcalde, pero a La Laguna ha dedicado la mayor parte de su vida política como portavoz de la oposición, y estos últimos cuatro años, como concejal de Urbanismo.

La tarea de oposición le ha llevado más de media vida, exactamente 32 años realizando esas funciones en el Parlamento de Canarias, el Cabildo de Tenerife y el Ayuntamiento de La Laguna, siempre frente a gobiernos presididos por Coalición Canaria, y siempre de manera contundente. 

También ha sido senador por la Isla de Tenerife en las legislaturas IV, V y VI, y fue el senador más votado en las generales de 1993 y 1996. En la Cámara Alta se convirtió entonces en secretario general del Grupo Parlamentario Socialista, portavoz en la Comisión General de las Comunidades Autónomas y en la Comisión Especial para la Reforma Constitucional del Senado. 

Ahora ha decidido hacerse a un lado, esa expresión tan cacareada en momentos de confección de listas, de exclusiones justas e injustas y de codazos. Se dedicará a sus aficiones favoritas, entre las que se encuentra el folclor latinoamericano. Volverá, seguro.

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