Sobre este blog

Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

ALIENS VS PREDATOR. PRIMERA SANGRE (1990)

Según se comenta en el tomo recopilatorio de la primera de las sagas -texto que también recoge la versión publicada por Norma Editorial en España-, la idea surgió de la mente de Chris Wagner en una sesión de trabajo en la que se encontraba Mike Richardson, creador del sello editorial. Wagner, dibujante y editor de Dark Horse, siguió una línea argumental lógica dado el tirón que ambos personajes tenían en sus series propias. Además, todo el mundo ya había soñado alguna que otra vez con ver un enfrentamiento entre los bichos que persiguieron a la teniente Ripley y la implacable criatura que puso en jaque al mismísimo Arnold (Major Alan “Dutch” Schaefer) en la primera película de Predator.

Después, tan sólo quedó buscar una guionista que supiera organizar la tormenta de ideas que vino a continuación de escuchar la idea de Wagner y ponerse a trabajar en el proyecto.

Aliens vs Predator (AVP), la primera de las historias publicada en 1990, es, con mucho, la mejor de las sagas que han enfrentado a las dos razas de alienígenas y, a su vez, una de las mejores historias gráficas editadas por Dark Horse desde que la editorial decidió negociar con 20th Century Fox para adquirir los derechos de ambos personajes.

Su estructura es muy simple y directa: por un lado nos presenta la historia de los Depredadores y cómo éstos deben pasar por un proceso de iniciación que los llevará a tener que lidiar con una horda de sanguinarios Aliens. Paralelamente, la historia también sirve para sacar a la luz las vergüenzas de la raza humana, y da igual que sea en el planeta Tierra o en un lejano planeta llamado Ryushi, actualmente propiedad de la corporación Chigusa. Siempre pasa lo mismo cuando se antepone la avaricia y la codicia al bien común y no hay nada, ni nadie que pueda justificar un comportamiento tan torticero como el que demuestran los seres humanos para con sus semejantes.

Para colmo de males, una situación de por sí mala irá a peor, dado que nadie podía sospechar que aquel lejano planeta era utilizado, desde hacía mucho, mucho tiempo, como coto de caza y campo de adiestramiento de las nuevas generaciones de Depredadores, quienes, tras aquella prueba, adquirían la mayoría de edad como cazadores expertos.

Será el encuentro causal entre uno de estos jóvenes depredadores, “el guerrero del colmillo roto”, y la directora y administradora de la colonia Prosperity Wells, Machiko Noguchi, lo que logrará equilibrar algo las fuerzas, aunque para la mayoría de colonos la ayude llegue tarde. Gracias a esta conexión, Machiko logrará derrotar a quien se interponga en su camino, reina Alien incluida, y demostrará que los humanos también pueden ser dignos combatientes en esta ancestral contienda.

El regalo de despedida de su compañero de armas le dará a Machiko una nueva visión de cómo debería ser su vida, lejos de las exigencias burocráticas de su anterior trabajo.

El capítulo con el que se cierra esta primera saga -que fuera publicada en España dentro de las páginas de la revista Cimoc, cuando la mini serie se publicó por primera vez en formato grapa- nos ofrece una vuelta memorable y una de las mejores líneas de cuantas se han escrito en la historia gráfica de ambos personajes, pronunciadas por Machiko Noguchi:

-“Si no acabo como trofeo en la pared de alguien…”

-“Quizás tenga la ocasión de coger algunos trofeos para mi”

Son cinco números muy bien escritos y mejor dibujados, entintados y coloreados. Ninguno de ellos pierde ritmo, sino que, página a página, van ganando en intensidad, sobre todo cuando la protagonista absoluta de la historia, Machiko Noguchi, aparece en escena.

Con una señas de identidad como éstas, lo que todavía se escapa de mi conocimiento es cuál fue la razón por la que, cuando en el año 2004 se decidió llevar la idea hasta la gran pantalla, no se recurrió al guión de esta saga gráfica y, en vez de eso, se escogió una historia que mezclaba la mitología azteca, con ambas razas –además de la nuestra-, todo aderezado por algunos de los conceptos acuñados por el escritor Erich von Däniken, en especial la relación entre las razas extraterrestres y la raza humana.

Lo único que conserva la película dirigida por Paul W. S. Anderson es el carácter indómito de su protagonista Alexa Woods (Sanaa Lathan) y su unión de conveniencia con un Depredador. Aun así, el nexo de unión que llegan a tener los protagonistas de la historia gráfica es mucho mayor –y está mejor desarrollado- al igual que el carácter de la heroína, dotado de muchos más matices que los que presenta el personaje cinematográfico. De ahí que, a pesar del éxito de la película –logró recaudar el triple de lo que costó- a muchos seguidores de la serie el cambio de escenario -y el recurrir a muchos tópicos que rodean al concepto de primer encuentro entre los seres humanos y una raza llegada desde las estrellas- no les acabó de gustar.

Sea como fuere, merece la pena rescatar estos cinco números y disfrutar con su lectura, ahora que suena, otra vez, una nueva incursión cinematográfica de los Depredadores, tras el anuncio hecho público el pasado verano por 20th Century Fox. De la misma forma, para el año 2016, se rumorea que haya una secuela de la película Prometheus, también bajo la tutela de Ridley Scott.

© Dark Horse Comics, 2015

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Empecé a leer cómics a la misma vez que aprendí  a leer y, desde entonces, no he parado de hacerlo. En todas estas décadas he leído cómics buenos, regulares y no tan buenos, pero siempre he creído que el lenguaje secuencial es la mejor -y más idónea- puerta de entrada para leer tanto letras como imágenes. Ahora leo más cómics digitales que físicos, pero el formato me sigue pareciendo igualmente válido y sigo considerando el cómic un arte.

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