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El drama de la inmigración: 20 años desde el naufragio de la primera patera en Canarias

Personas llegadas en patera a la playa de Gran Tarajal en 2003.  (Carlos de Saá)

Eloy Vera

Puerto del Rosario —

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Era viernes por la noche. Ese día un grupo de jóvenes magrebíes empezaba a acariciar el sueño europeo. Estaba previsto salir de la playa de El Aaiún en una patera rumbo a Canarias. En principio, sería un viaje más, por la ruta hacia Europa, que dos saharauis abrieron el 28 de agosto de 1994, siguiendo la luz del Faro de La Entallada, en Tuineje. Sin embargo, esta vez sería diferente. La embarcación se hundió a 300 metros de la costa y nueve de sus tripulantes terminaron ahogados en una playa de Morro Jable. Era el primer naufragio documentado de una patera que se dirigía a Canarias. Era el 26 de julio de 1999.

Este mes de julio se cumplen 20 años del hundimiento de la primera patera en aguas de la Isla. En ella, murieron nueve jóvenes de la zona de Guelmín, una zona rural del sur de Marruecos. La cifra de tripulantes bailó entre 14 y 21 aquellos días. Los supervivientes aseguraron haber pagado 4.000 dirhams, unas 70.000 pesetas, por subirse a una embarcación de apenas 6 metros de largo con un motor de 15 caballos.

También contaron que el encargado de acercarlos al sueño europeo era Abdoula, un marroquí acostumbrado, tal vez, a realizar en otras ocasiones el viaje. Sin embargo, esta vez se equivocó. En vez de desembarcar por alguna de las playas próximas al Faro de La Entallada, se fue más hacia el sur, hacia Morro Jable.

El periodista grancanario Pepe Naranjo daba a conocer aquellos días en el periódico Canarias 7 algunos detalles del naufragio a partir del testimonio de los supervivientes. Al llegar a Morro Jable, el supuesto patrón “quiso huir de la presencia de la gente, no desembarcar por el muelle, así que decidió retroceder. Fue en ese momento cuando la patera chocó contra una roca, se desestabilizó y un hombre cayó al agua. En un intento desesperado por salvarlo, los ocupantes de la embarcación corrieron a la borda por donde cayó y la patera volcó para no volver a salir a flote”.

Pepe Naranjo escribe estos días para el diario El País sobre el virus del ébola y su expansión por la República Democrática del Congo donde la epidemia se ha cobrado 1.500 vidas desde agosto. Desde África recuerda otra de las grandes tragedias del continente africano: la emigración y la muerte de miles de personas intentando llegar a Europa, muchas de ellas en aguas canarias.

“Aquel naufragio fue como un golpe en el estómago. Desde hacía algunos años venían llegando embarcaciones a Fuerteventura y Lanzarote con jóvenes migrantes, pero nunca había ocurrido ninguna tragedia, que supiéramos. Desde aquel día, tuvimos la constatación de que, además de la incomodidad o el laberinto legal posterior con riesgo de expulsión y la situación de irregularidad, se estaban jugando la vida”, comenta.

Este periodista especializado en migraciones recuerda las imágenes grabadas por Gerardo Jorge para TVE de un cadáver empujado por las olas en la playa de La Señora: “Aquello me impactó. Pero sobre todo la imagen de siete cadáveres tirados en el suelo de la cofradía de pescadores de Morro Jable”.

Naranjo titulaba una de sus informaciones Ruleta macabra en la morgue de Fuerteventura donde contaba cómo familiares y amigos de los desaparecidos, residentes en las islas, se acercaban hasta la morgue del Hospital de Fuerteventura con el estómago encogido, temiendo encontrar a alguno de sus conocidos entre los muertos. Recuerda cómo “algunos salían con la alegría de que no estaba allí su hermano, primo o amigo y otros con todo el dolor grabado en el rostro. Por primera vez, Canarias vivía de cerca el drama migratorio”, dice.

Los motivos por los que aquellos jóvenes decidieron subirse a una patera se fueron para siempre con ellos. Pero este periodista, con más de 20 años a sus espaldas cubriendo historias de migraciones, asegura que “siempre coincide en una gran falta de expectativas en su pueblo de origen, unido a la existencia de una idea generalizada de que al otro lado del mar y en la patera están las soluciones que no encuentran en sus países”.

Los jóvenes procedían de Guelmín, un pueblo cerca de Sidi Ifni, bajo jurisdicción española hasta la proclamación del nuevo reino independiente de Marruecos. Allí los jóvenes, la mayoría de ellos muy humildes, trabajaban en las minas de fosfatos, en la agricultura o estudiaban hasta que alguien les metía en la cabeza la idea de empezar una nueva vida en el continente vecino.

Gritos en el agua

Otra de las personas que vivió aquellos días el proceso de búsqueda y rescate de los cuerpos fue el jefe de Seguridad y Emergencias del Cabildo de Fuerteventura, Fran Torres. Por aquel entonces, Fran era un trabajador de banco que dedicaba su tiempo de ocio a temas de salvamento en el municipio de Pájara.

Torres recuerda cómo recibió la llamada de un compañero, el patrón Antonio Morcín, que le indicaba que se había recibido un aviso por parte de gente que estaba de acampada en la playa de Las Coloradas. Le decían que había llegado una patera y que habían escuchado gritos en el agua de madrugada. Al día siguiente, se activó un dispositivo de búsqueda en la zona.

Este especialista en salvamento explica cómo empezaron a encontrar cuerpos en el fondo del agua, “un fondo de arena limpia y tranquilo, con unos cuatro metros de profundidad. Los cuerpos los íbamos sacando con gafas y tubo, ni siquiera con equipos de buceo. Me llamaba la atención el brillo de las latas que traían con comida para la travesía. El brillo nos iba marcando el sitio donde podían estar los cuerpos”, recuerda.

En sus recuerdos también está la imagen de un niño, no debía tener más de 14 años, flotando. “Eran críos que se ahogaron en un palmo de agua porque entraron por el lado equivocado de la playa. Creo que desde la patera vieron las luces de la gente que estaba acampada y se alejaron hacia el sur, unos cien metros, y ahí tocaron con piedras y volcaron”.

La playa de la Señora, en Morro Jable, se llenó esos días de embarcaciones, helicópteros de rescate y miembros de Salvamento que sacaban del mar cuerpos sin vida. Hasta ese entonces, lo común había sido rescatar a algún turista ahogado o a un pescador en apuros. La imagen de aquel final de julio contrastaba con la de los turistas europeos que, cerca de allí, intentaban regresar a sus hogares algo más bronceados.

El fotógrafo Juan Medina trabajaba por aquel entonces para la Agencia Efe. Desde 1998 documentaba la llegada de pateras a las costas majoreras. “Fue un hecho verdaderamente dramático. Era la primera vez que se tenía constancia de pérdidas de vidas humanas, prácticamente, en las playas de la Isla. Se conocía que muchas pateras se perdían o naufragaban, pero no había constancia de ello”, explica.

Este fotoperiodista recuerda cómo, en este caso y en un montón de ellos más, “la gente de a pie reaccionó de forma muy solidaria. Desde el sur al norte, a Pozo Negro o cualquier otro pueblo llegaban muchísimas pateras y la gente siempre arrimó el hombro, dio ropa seca y hubo un plato de comida”.

Medina trabaja en la actualidad para la Agencia Reuters. Realiza infinidad de coberturas, pero cada vez que tiene la oportunidad regresa al fenómeno migratorio. Hace unas semanas estuvo en Motril (Granada) donde un ferry que iba de Marruecos a Motril tuvo que rescatar a 20 personas de una patera en la que viajaban 40. Los otros 20 estaban desaparecidos. “Como profesionales tenemos que seguir prestando atención. Una vez que se conoce el tema, no se puede mirar hacia otro tema”, indica.

El fotógrafo señala cómo aquel episodio en la Isla “pasó de ser un hecho puntual y luctuoso a un drama estructurado”. El hundimiento de la embarcación abrió paso a un goteo de muertes y naufragios en Fuerteventura, un territorio que algunos bautizaron como el nuevo cementerio de África.

Un goteo incesante

Tras la llegada, el 28 de agosto de 1994, de dos saharauis a la playa de Las Salinas del Carmen hubo que esperar hasta el 6 de febrero de 1995 para ver llegar una nueva embarcación, esta vez a Caleta de Fuste. Tras ellas, llegaron otras. Luego muchas más. Comenzaron a llegar menores, mujeres, algunas de ellas embarazadas o con recién nacidos. Más tarde, embarcaciones, que partían desde Nuadibú o Saint Louis con subsaharianos a bordo de Costa de Marfil, Malí, Guinea Conakry, Ghana, Nigeria... Eran los tiempos de personas hacinadas en la antigua terminal del Aeropuerto, ocultos a la mirada de los periodistas, y la de las lápidas de cemento en los cementerios donde se leía inmigrante sin identificar.

“Todo aquello supuso, quizás, el mayor reto político, social y humano para el Cabildo”, afirma Natividad Cano, en aquellas fechas consejera de Asuntos Sociales de la institución insular. Recuerda lo difícil que fue enfrentarse a un problema “totalmente desconocido, no sólo a nivel político sino también por parte de la población”. Los inmigrantes llegaban a una Isla con infraestructuras insuficientes para la población local.

Cano recuerda episodios como el de la patera de Morro Jable, que “difícilmente he podido olvidar a pesar de los 20 años que han trascurrido. Fueron muchas las pateras que terminaban contra las rocas de nuestras costas y fueron muchos los inmigrantes que murieron, no sólo a lo largo de la travesía, sino incluso en la propia llegada a la costa”.

Eran, continúa, “hechos terribles en los que lo único que podíamos hacer era darles una sepultura digna y poco más”. Se trataba de ir dando soluciones sobre la marcha, buscando traductores para hacer frente a la barrera del idioma, espacios donde alojar a los menores y cementerios donde dar sepultura a los muertos. Natividad concluye asegurando que “si se volviera a presentar un repunte tan fuerte como el anterior, nos encontraríamos con que seguimos prácticamente en la misma situación, faltando recursos”.

Homenaje a las víctimas

La Asociación Entremares y Raíz del Pueblo homenajearán a finales de julio a los muertos en la patera de Morro Jable en 1999. El homenaje se iniciará el 25 de julio con la proyección del documental El Naufragio, 30 años de memoria sumergida con guion del periodista Nicolás Castellano. Será en la antigua Universidad Popular, en Puerto del Rosario. Tras la proyección, habrá un coloquio donde intervendrán Nicolás Castellano, el también periodista José Naranjo, el fotógrafo Juan Medina, el jefe de Seguridad y Emergencias del Cabildo majorero, Fran Torres, e Issa Sidibe, superviviente de un naufragio en Fuerteventura.

El documental volverá a proyectarse en Raíz del Pueblo, en La Oliva, el 26, y un día después en la Casa de la Juventud de Morro Jable. A las 12.00 del mediodía también se realizará, el día 27, una ofrenda floral al mar y se rezarán oraciones a las víctimas en la playa de la Señora, en Morro Jable.

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