La adolescencia confinada: “Me cuesta no ver a mis amigos, antes solo estaba en casa para comer y dormir”

Imagen de archivo de una joven y un niño confinados durante la crisis sanitaria.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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El confinamiento ha supuesto para Cinthia Abreut, una adolescente lanzaroteña de 16 años, una ruptura drástica con su rutina. En solo un día, pasó de estar en su casa “solo para comer y dormir” a llevar ya más de un mes en ella, saliendo exclusivamente para pasear a su perro y tirar la basura. “Me cuesta más que a mis padres llevar esto, echo de menos ver a mis amigos o salir a pasear”, apunta. Una de las principales alteraciones que sufre es la del sueño. Cada vez se despierta y se acuesta más tarde.

En un encuentro virtual entre profesionales, madres y padres organizado por la Asociación Española de Pediatría (AEP), el coordinador del grupo del sueño y cronobiología de la AEP, Gonzalo Pin, señaló que, en esta crisis sanitaria, las alteraciones del sueño pueden aumentar hasta en un 22% y las pesadillas en un 13%. “Nuestro reloj interno necesita de estímulos exteriores, y el confinamiento los elimina de manera brusca”, subrayó. Entre otras cosas, por la caída de la exposición al sol sumada a la desaparición de hitos sociales como el colegio, el instituto, la actividad física y las relaciones con los demás. 

Según el especialista, la importancia de tener un día armónico puede contribuir a mejorar la calidad del sueño. La madre de Cinthia asegura que su carácter es inquieto y activo y que, aunque lo lleva mejor de lo que esperaba, hay veces que le cuesta más que a su hermana, que tiene 23 años: “Igual está despierta a las tres de la mañana y quiere tirar la basura a esa hora, o insiste en ir conmigo al supermercado, pero no puede”. Con el paso de las semanas, la adolescente ha intentado crear una nueva rutina. Trata de levantarse a la misma hora, tener horarios fijos para las comidas, sacar al perro, seguir las clases del instituto a través de Internet, pasar unos minutos al sol y hacer algo de ejercicio. 

En el diálogo organizado por la AEP, el pediatra asistencial e investigador de la Unidad contra la Obesidad y el Riesgo Cardiovascular Julio Álvarez explicó que mantener la actividad física es fundamental para contrarrestar las consecuencias del sedentarismo, evitar el aumento de peso y fortalecer la musculatura. Moverse también mitiga el impacto emocional de la inactividad: los cambios de humor, sentimientos de tristeza y de soledad. El experto recomienda hacer al menos una hora de ejercicio físico moderado o intenso, en función de la situación física del niño o la niña. Además, apunta que es positivo hacerlo a media tarde.

La pediatra y secretaria general de la AEP, María García-Onieva, apuntó que en el caso de los adolescentes la red de amigos es fundamental, por lo que es más habitual que recurran a mantener estas comunicaciones a través del teléfono al no poder salir a la calle. Para Cinthia, las redes sociales o las videollamadas son fundamentales en este confinamiento, al igual que la cultura, puesto que en su día a día se refugia en la música, en las películas y en las series. En esta línea, García-Onieva resaltó la necesidad de “no infoxicar” a los menores, ante la gran cantidad de información que las personas de todas las edades están recibiendo a través de distintos medios durante este mes de alarma. 

Después de la COVID-19

“¿Qué recuerdo queremos tener de nosotros mismos cuando todo esto pase?”. Es la pregunta que hace a los niños, adolescentes y universitarios con los que trabaja la psicóloga clínica experta en infancia y adolescencia Dolores Merlino. Desde su punto de vista, es fundamental agarrarse a lo que sí está en nuestras manos durante el confinamiento: crear buenos hábitos, apostar por la proactividad y aceptar que después de esta crisis sanitaria “ya no seremos los mismos que antes”. 

Crear rutinas es determinante. “El aislamiento les ha quitado el levantarse temprano para ducharse, vestirse, ir al instituto y hacer ejercicio, pero es importante retomarlo y mantenerlo”, apunta. En esta línea, la situación de los padres y madres también es compleja. “Hay quienes tienen que teletrabajar o desplazarse hacia sus lugares de trabajo y no pueden estar con ellos. En el caso de las familias monoparentales es aún más difícil”, indica. Asimismo, destaca que los jóvenes conviven durante estas semanas con muchos “ladrones del tiempo”, como la tecnología, a lo que se le suma la preocupación por los mayores o el distanciamiento de los familiares: “La situación es de estrés y angustia”.

Sin embargo, debe pensarse en el futuro. “No va a ser fácil para nadie que se quede anclado en el pasado. Hay que reinventarse”, propone la experta, que apela a la colaboración social y a la importancia de estar “todos para todos”. “El ser humano es resiliente, hemos superado cosas que parecían imposibles, pero tenemos que ayudarnos”, concluye. 

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