Análisis de ADN de las colillas que causaron los incendios del Empordà
El consejero de Interior de la Generalitat de Cataluña, Felip Puig, asegura que se hará “todo lo posible”, pese a la dificultad que entraña, para identificar a los responsables de los incendios en el Empordà, y ha recordado que dos meses después se detuvo al presunto autor del fuego forestal de Rasquera (Tarragona), que calcinó 3.000 hectáreas.
En una atención a los medios este martes en el centro de mando de Figueres (Girona), ha asegurado que ambos incendios han sido provocados por colillas, y que se ha combinado una “actitud irresponsable” y la fragilidad del bosque tras un invierno muy seco.
Ha afirmado que cualquier infracción de tráfico es susceptible de ser denunciada y ha afirmado que las fotos de móviles “no sirven solo para felicitar el verano a los familiares”, sino que pueden enviar a la policía la matrícula de un coche cuyo conductor ha arrojado una colilla y luego presentarse como testigo si la denuncia prospera: “La colaboración puede ser un estímulo para erradicar este comportamiento”.
Puig ha afirmado que intentarán hacer todo tipo de investigación, incluso analizar el ADN de las colillas, aunque la base de datos del ADN genético a hoy día se muy reducida: “Sería mucha coincidencia que tuviéramos los datos genéticos de la persona que tiró la colilla en Portbou y será difícil que obtengamos el responsable último pero haremos todos los esfuerzos posibles”.
Ha reconocido que es posible que en Portbou, a pesar de las investigaciones, no se descubra quien lanzó el cigarrillo, pero que no tiene que olvidarse que dicho incendio, que calcinó 50 hectáreas, causó dos muertos y dos heridos graves; mientras que el provocado en el Pertús suma dos muertos y más de 13.000 hectáreas quemadas.
Por todo ello Puig ha alertado que en los aparcamientos no deben lanzarse las colillas ni vaciarse los ceniceros, ya que en el Pertús se encontró gran cantidad de cigarrillos, en la canalera, que juntamente con las hojas acumuladas prendieron y fueron quemando hasta que las llamas saltaron al margen y se propagó el incendio a una velocidad de seis kilómetros por hora, cuatro veces más rápido de lo que puede avanzar un bombero.