La nueva vida de Angelina, la camarera de piso que regresó al campo canario como consecuencia del ERTE

Angelina Martín es una de las 18.000 camareras de piso que debido a la pandemia están en ERTE en Canarias, circunstancia que le ha llevado a replantearse su futuro, alejarse por el momento de las zonas turísticas de Tenerife y volver al campo del que vivieron varias generaciones de su familia

Efe / Belén Rodríguez

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Angelina Martín es una de las 18.000 camareras de piso que debido a la pandemia están en ERTE en Canarias, circunstancia que le ha llevado a replantearse su futuro, alejarse por el momento de las zonas turísticas de Tenerife y volver al campo del que vivieron varias generaciones de su familia.

Angelina, que ahora tiene 48 años y lleva la mitad de su vida trabajando como camarera de piso, tiene “muchas dudas” sobre cómo será el mundo, y en particular su trabajo, una vez acabe la pandemia, lo que la ha animado a regresar al campo, donde junto a su marido y otros familiares, cultiva papas, aguacates, higos y caquis.

“No sabemos cómo será el mundo cuando la pandemia termine”, afirma Angelina, presidenta de la Asociación de Camareras de Piso de Canarias, en una entrevista, en la que denuncia la precariedad laboral que sufre ella y sus compañeras y vaticina que solo irá a peor.

Según la asociación a la que representa, en Canarias, el 90% de las camareras de piso se encuentra en ERTE, porcentaje que representa a un total de 18.000 personas, de las cuales el 97% son mujeres quienes, antes de la pandemia, ya sufrían las consecuencias físicas y psicológicas de un trabajo precario.

“Es un trabajo precario, está mal pagado y el esfuerzo físico es importante”, lamenta Angelina, quien advierte de que hay “poquitísimas” camareras que se jubilan si padecer enfermedad, sin embargo, la única patología profesional reconocida es la del túnel carpiano.

Enfermedades mentales, lumbalgias, varices, ciáticas, cervicalgia y tendinitis son algunas de las afecciones que sufren las mujeres que se dedican a limpiar las habitaciones de hoteles y apartamentos, detalla Angelina, a quien su espalda aún le da tregua y le permite dedicarse a la agricultura como pasatiempo. Porque “igual el futuro ya no está en los hoteles”, Angelina ha decidido abrir el abanico de oportunidades y, al mismo tiempo que trabaja como profesora de limpieza de edificios públicos, también se dedica a limpiar con esmero e ilusión una finca situada en La Corujera, al norte de Tenerife.

Aunque no tiene intención de comercializar lo que cultiva, consigue autoabastecerse y ahorrarse algunos euros de la cesta de la compra, dinero que agradece mantener en su bolsillo, más aún después de haber perdido las dos pagas extra, unos 5.000 euros al año, como consecuencia del ERTE.

“No sabemos cuándo se va a acabar el ERTE ni si se va a convertir en ERE”, comenta preocupada Angelina, quien desconoce también cuándo regresará a llegar turismo a Canarias y en qué condiciones volverán a abrir los establecimientos alojativos.

Sin embargo, pese a las dudas y a las pocas certezas que tiene sobre su futuro laboral, se considera una persona con suerte. Con suerte porque tiene contrato fijo y no se encuentra entre el 35% de las camareras de piso con empleos temporales que se han quedado fuera del ERTE y “sin nada, sin ningún tipo de prestación”, denuncia.

Su suerte también es su “trocito de tierra” y su familia, su marido y sus dos hijos, uno de ellos en la universidad y otro en la ESO, a quienes aconseja que no se dediquen “a nada que tenga que ver con el turismo”.

“Ha tenido que venir algo como esto para demostrarnos que vivir del turismo no es para siempre”, reflexiona Angelina, quien empezó en el año 98 a trabajar en hoteles de Puerto de la Cruz pensando que sería un empleo “eventual” hasta que encontrase algo mejor.

Primero se casó, después tuvo a sus hijos, no encontró nada mejor... y finalmente se quedó 24 años trabajando como camarera de piso, cuenta Angelina, quien opina que su trabajo antes era más atractivo porque casi ganaba más con las propinas que con su sueldo. El sobresfuerzo merecía por tanto la pena, añade Angelina, al tiempo que critica que la calidad del turismo se ha ido degradando y “ahora vale cualquier tipo de turismo y a cualquier precio”.

Apostar por un turismo sostenible

Mientras tanto, continúa, el Gobierno de Canarias llega tarde porque ha permitido la construcción de “tantos hoteles” que el turismo se ha comido terreno y ahora “no vamos a poder tirarlos para recuperar las tierras de cultivo”. A su juicio, lo que puede hacer es apostar por un turismo sostenible y no por “uno de borracheras que destrozan muebles” por 300 euros una semana, en la que duermen de día y salen de noche.

En este contexto, la vuelta al campo es para Angelina un balón de oxígeno y una vuelta sus orígenes, pues su familia siempre se ha dedicado a la agricultura y a la ganadería. Después de 12 años sin casi pisar la finca ni plantar nada en ella, esta camarera de piso en ERTE duda con respecto a que vuelvan a llegar a corto plazo los millones de turistas que viajaban antes de la pandemia a Canarias. Esto puede provocar que las empresas no necesiten tanto personal como antes y que su cadena hotelera, en la que llevaba 21 años trabajando, pueda prescindir de ella o de alguna de sus compañeras.

Sin esperanza de que se solucione pronto, pues ya ha pasado más de un año desde el inicio del confinamiento y su hotel no ha abierto en ningún momento, Angelina recomienda a sus compañeras, sobre todo a las más jóvenes, a que estudien, no se acomoden al ERTE y se atrevan a abrir otras puertas.

Las mayores, las de su generación, lo tienen más complicado, pues muchas de ellas no han trabajado en otra cosa y no tienen formación de ningún tipo, ni siquiera el certificado profesional de camarera de piso porque cuando empezaron no existía.

Aunque la mayoría de las camareras de piso están en ERTE, el 90% de ellas según sus cálculos, algunas, “una minoría”, han encontrado empleo en la limpieza de hospitales, colegios, centros comerciales, cines, centros de la tercera edad y comunidades. No obstante, estas áreas no asumen el vacío de trabajo que ha provocado la COVID-19 en el sector turístico.

“Si el trabajo ya era precario, cuando abran los hoteles va a ser peor todavía porque van a intentar que haya menos personal y recuperar las pérdidas en poco tiempo”, apunta Angelina, quien mientras espera a ver qué sucede se contenta recogiendo aguacates y plantando papas en su finca.

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