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Canarias se olvida del coronavirus

Enfermos de coronavirus en la UVI del Hospital Universitario de Canarias

Toni Ferrera

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La velocidad con la que bajó la curva del coronavirus en Canarias hizo que el Archipiélago pasara de ser una de las peores comunidades en España a la mejor en cuestión de semanas. Todo fue muy rápido. En agosto se desbocó el virus, en septiembre llegó a su pico y a principios de octubre la situación de emergencia se controló. Incluso el ministro de Sanidad, siempre cauto en sus declaraciones, puso como ejemplo la gestión del Gobierno de Ángel Víctor Torres para frenar la epidemia.

A partir de entonces, las Islas se han sentido cómodas en el primer puesto de la fila. Salvo Tenerife, el resto de la comunidad ha ido relajando las restricciones mientras el goteo diario de casos se ha mantenido. No se trata de una incidencia preocupante. Pero Canarias ha podido escudarse de su particular riesgo medio poniendo la vista sobre la península, y siempre recordando que su estado epidemiológico es mejor que el del resto del país.

Pero los datos tampoco son como para lanzar cohetes. Lo cierto es que desde el 17 de agosto el Archipiélago no está en riesgo bajo, según el semáforo de indicadores del Ministerio de Sanidad. Los casos (por 100.000 habitantes) en los últimos 14 días no se sitúan por debajo de 50 desde hace tres meses. Tampoco hay atisbos de que lo haga próximamente. La Dirección General de Salud Pública del Gobierno autonómico concluye en un informe que la actual transmisión del virus entre los mayores de Tenerife es preocupante, por lo que no es de extrañar que Canarias haya pasado de no registrar brotes en residencias a contabilizar varios en las últimas semanas.  

Hay dos umbrales sobre los que generar confianza que no se cumplen. El primero lo marca el Centro de Control de Enfermedades Europeo (ECDC), que señala que una incidencia acumulada (IA) por encima de 60 ya es elevada. Y el segundo lo ha apuntado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien ha puesto como meta alcanzar una IA de 25 a nivel nacional. El Archipiélago lleva más de un mes asentado en cifras superiores, entre 70 y 80.

La primera ola en Canarias no fue como en el resto de España. Aquí el virus golpeó con fuerza en Tenerife pero se disipó con rapidez. A mitades de abril la comunidad ya contabilizaba menos de 20 casos diarios y los meses posteriores fueron de relativa normalidad mientras el resto del mundo se recuperaba del embate. El confinamiento severo con el que se doblegó el pico de contagios no se planteó en esta ocasión, aunque ciudades como Las Palmas de Gran Canaria o Arrecife sí presentaron tasas de incidencia como para verse afectadas por medidas más restrictivas.

En su lugar, el Ejecutivo regional decidió pararle los pies al ocio nocturno y limitar las reuniones sociales. Las medidas (y la concienciación de la población) sirvieron para atajar la expansión en Gran Canaria y Lanzarote. Pero no así en Tenerife, donde el virus ha ido escalando poco a poco hasta forzar al Gobierno autonómico a decretar más restricciones. La conclusión es que las Islas, alternándose entre ellas, se han acostumbrado a contabilizar un mínimo de 100 positivos diarios y a ir sumando muertes al cómputo total. Este martes la Consejería de Sanidad reportó siete muertes por la enfermedad (día más negro desde abril) y el Sistema de Monitorización de Mortalidad diario (MoMo), del Instituto de Salud Carlos III, está detectando el otoño más mortal en Canarias desde que se instauró la democracia.

El otro indicador que mide la constancia con la que está martillando la COVID-19 en Canarias es la evolución diaria de hospitalizaciones. Los centros sanitarios son los últimos en sentir la presión del virus y los últimos en anunciar su marcha. Aquí Canarias puede tener una noticia positiva y dos negativas. La positiva es que el porcentaje de camas ocupadas por coronavirus es muy bajo, en torno a un 4,08%. No hay autonomía en España con un mejor registro, tampoco en lo que respecta a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).

Ahora vienen las malas noticias. La primera es que sigue habiendo más de 200 ingresados por el virus en los hospitales del Archipiélago. Ese número es invariable desde septiembre. Y eso significa más de 200 pacientes que hace un año no figuraban, por lo que se exige más a los sanitarios y se requiere una atención personalizada. El segundo aspecto negativo es algo más técnico y alarmante. Canarias notifica la tasa de críticos por COVID más alta de toda España. Esto es, y según los datos del Ministerio de Sanidad, un 1,6% de los positivos diagnosticados en las Islas acaba en la UCI. El dato cuatriplica la media nacional (0,4%) y supera a del resto de comunidades. Otras cifras preocupantes son la tasa de hospitalizaciones (8,2%), la tercera más elevada del país, y la tasa de defunciones (0,6%), aunque esta se ajusta al promedio estatal (0,7%). El consejero de Sanidad del Gobierno canario, Blas Trujillo, vinculó estas cifras a los altos niveles de diabetes, hipertensión y obesidad extendidos por Canarias que empeoran los cuadros clínicos de los pacientes.

La crisis migratoria y la necesidad de dar una respuesta al sector turístico han desplazado la actualidad pandémica en el Archipiélago. España y Europa se enfrentan a unas semanas decisivas para contener la segunda ola y no cometer los mismos errores que la condenaron en verano. El ECDC está alertando de que no se deben relajar las restricciones de cara a las fiestas navideñas. De hacerlo, una tercera ola podría afectar a todo el continente, incluso Canarias. 

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