Desvelan las tácticas de caza de cetáceos en Canarias
El seguimiento a través de marcas digitales adheridas al lomo de cetáceos en Tenerife y El Hierro ha mostrado que estos mamíferos utilizan largas series de chasquidos sonoros de “ecolocalización” para distinguir sus presas a distancia, a más de mil metros en la oscura profundidad del mar.
La bióloga de la Universidad de La Laguna Natacha Aguilar de Soto explica que esta capacidad de ecolocalización fue detectada en una investigación sobre cetáceos de buceo profundo realizada entre esta institución docente y el Instituto Oceanográfico Woods Hole de Estados Unidos, cuya campaña ha proseguido en mayo de este año y en los que también participan las universidades de St Andrews del Reino Unido y de Aarhus de Dinamarca.
Para la investigación, que ha contado con la autorización del Gobierno de Canarias, se utilizó la mejor tecnología disponible en la actualidad: las “Dtag”“, unas marcas digitales que se adhieren por ventosas al lomo de los animales con capacidad de grabación de movimientos y de datos acústicos hasta frecuencias ultrasónicas.
Ello permite conocer el comportamiento en inmersión de los animales, sus asociaciones con otros congéneres y sus respuestas a estímulos ambientales y los “Dtag” se utilizaron en Tenerife en cien calderones de aleta corta o tropicales y en 16 zifios de Blainville en el caso de El Hierro en la última década, en lo que supone el mayor estudio realizado a estos animales en el mundo.
Las marcas DTag son un ordenador miniaturizado, con una batería de alta densidad que alimenta la electrónica y el hidrófono. Todo ello se introduce en una carcasa estanca que puede sumergirse hasta 3.000 metros y que se coloca con un mástil en el lomo del animal, al que se adhiere con ventosas.
El seguimiento se realiza por radio VHF y la marca se recupera una vez se libera del animal tras un tiempo programado de grabación.
Natacha Aguilar de Soto señala que entre estos cetáceos odontocetos -tienen dientes para cazar sus presas- se encuentran algunos de los mamíferos más desconocidos del planeta, algo increíble en animales que pueden alcanzar más de diez metros de longitud, y ello se debe en parte a sus hábitos de buceo, con grandes cantidades de tiempo en inmersión.
Al menos cuatro de estas “misteriosas” especies se observan todo el año en Canarias: el cachalote, el calderón tropical o de aleta corta, y los zifios de Cuvier y de Blainville.
El estudio constató que los cetáceos odontocetos dependen del sonido para funciones tan importantes como la comunicación y la búsqueda de alimento y para ello utilizan su capacidad de ecolocalización, un “biosonar” que ha evolucionado de forma separada también en otro grupo de mamíferos: los murciélagos.
Los cetáceos emiten chasquidos sonoros y escuchan los ecos que son reflejados por organismos en el agua, o por el fondo marino, añade Aguilar de Soto.
Estos ecos aportan información acerca de la localización, el tamaño y de las características de los organismos, de modo que los odontocetos pueden encontrar a sus presas y seleccionarlas entre otros muchos organismos en el agua.
Así mismo, pueden utilizar los ecos del fondo y de la superficie para orientarse, precisa Natacha Aguilar, quien subraya que el sonido es también un medio importante de comunicación en los odontocetos, que emiten una amplia variedad de señales sonoras tales como silbidos y llamadas tonales y pulsadas.
Cuando el cetáceo se acerca a su presa para intentar capturarla emite zumbidos, series cortas de rápida emisión de chasquidos que provocan ecos muy frecuentes.
Ello se debe a que el eco, producido por la presa, debe regresar al animal emisor y ser recibido con la suficiente intensidad como para que lo pueda percibir por encima del ruido ambiente.
Los zifios tienen un repertorio vocal limitado casi exclusivamente a chasquidos y zumbidos y resulta sorprende, añade la investigadora, que a pesar de vivir en pequeños grupos muy unidos, se mantienen prácticamente en silencio en superficie, y sólo comienzan a emitir sonidos a profundidades medias de 470 metros en el descenso y 740 metros en el ascenso de sus buceos.
En estos buceos se registran unos 30 zumbidos o intentos de captura de presas y las inmersiones largas y profundas conllevan de media una hora (hasta dos), aunque otras son más cortas y someras, con una media de 14 minutos a unos 170 metros de profundidad, intercaladas con periodos en superficie de tan sólo dos minutos.
Sin embargo, los calderones tropicales sí se muestran “muy vocales” en superficie, pues emiten un rico repertorio de sonidos tonales y pulsados.
El hecho de que calderones y zifios dependan del sonido para alimentarse, además de para la socialización y detección de depredadores, supone que la contaminación acústica en el mar pueda limitar la distancia a la que pueden realizar funciones vitales mediadas por el sonido, como la comunicación con fines de reproducción, o la alimentación por ecolocalización.
El ruido del tráfico marino podría llegar a afectar la capacidad de alimentarse de forma eficiente de estos animales y uno de los impactos más conocidos en Canarias es el del varamiento de zifios por el uso de sonares para detectar submarinos en las maniobras navales, recuerdan los investigadores.
Gracias a los estudios de la Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en Canarias se sabe que el archipiélago es uno de los lugares del mundo donde se ha producido un mayor número de estas mortandades y en los últimos casos registrados, entre 2002 y 2004, los veterinarios de Gran Canaria observaron que los zifios varados presentaban embolias grasas y gaseosas, además de amplias hemorragias internas.
Los estudios de población de zifios que desarrollan la Universidad de La Laguna y otras entidades ha resultado en una moratoria al uso de sonares militares en Canarias, que ha prevenido nuevas mortandades en los últimos diez años.