Macrohoteles, lanzaderas espaciales o prospecciones: hitos de cuarenta años de lucha ecologista en Canarias

Cabecera de la manifestación de Las Palmas de Gran Canaria contra las prospecciones petrolíferas en aguas canarias.

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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Canarias, una sola voz contra las prospecciones era el lema escrito en la pancarta que encabezó una histórica manifestación el 7 de junio de 2014. Las hasta entonces siete islas del Archipiélago, con el fiel apoyo de La Graciosa -declarada octava isla el 26 de junio de 2018-, dieron un paso al frente y, al unísono, dejaron claro que no querían que se llevaran a cabo sondeos petrolíferos en aguas cercanas a Canarias. La movilización fue masiva. El Gobierno regional, presidido entonces por Paulino Rivero (CC), se había posicionado en contra del proyecto de Repsol. Las organizaciones hablaron entonces de un “éxito rotundo” y calcularon, solo en las dos capitales isleñas, una asistencia de unas 160.000 personas. En Fuerteventura fueron en torno a 20.000 los manifestantes y en Lanzarote, alrededor de 30.000. Además, se unieron otros lugares de la geografía española como Catalunya, Baleares o Andalucía. Con consignas como “Soria, escucha, Canarias está en la lucha”, se llegó a poner en entredicho la probidad del único ministro canario del Gobierno de Rajoy, José Manuel Soria (PP), quien dio vía libre a la petrolera para que hiciera los sondeos sin escuchar la opinión de su pueblo. 

La movilización contra las prospecciones petrolíferas en las aguas canarias supuso uno de los mayores hitos de la lucha ecologista en Canarias, que ha vivido su último episodio en Tenerife, en la oposición social a un hotel de lujo en la playa virgen de La Tejita, y que ya contaba con importantes precedentes en varias islas. La unión del activismo y la victoria en Gran Canaria llevan el nombre de una pequeña localidad del oeste: Veneguera. José de León, doctor en Historia, fue una de las personas que lo vivió de cerca. Recuerda que todo empezó entre 1982 y 1983, cuando se hace público el proyecto de una macrourbanización de 140.000 camas turísticas en este lugar remoto del municipio de Mogán, Veneguera Costa Canaria. Prácticamente sobre la marcha se crearon los comités Salvar Veneguera. Personas de diferentes colectivos se unieron con el objetivo de paralizar esta edificación. “Se creó un movimiento muy potente y empezamos con las movilizaciones en la calle, manifestaciones, actos, acampadas…”, cuenta. 

El activismo ganó una de sus primeras batallas en el Archipiélago y consiguió modificar el proyecto inicial para reducirlo a 20.000 camas y varios campos de golf. “Era un destrozo enorme”, manifiesta de León. En ese momento se inicia una segunda, que también rechaza las 20.000 camas. Con la incorporación de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria se rejuvenece el movimiento. Continúan las movilizaciones, las jornadas, las conferencias y hasta los encadenamientos. “Recuerdo la Plaza de Santa Ana -en la capital grancanaria- con un lleno total, discos de Los Gofiones, Los Coquillos, era un apoyo total de la Isla”, asegura. Y llega una nueva victoria, se logra introducir la localidad de Veneguera en el PIO (Plan Insular de Ordenación) de Gran Canaria, que prohibió que se llevara a cabo la edificación. Ya se situaban a finales de los años noventa. Las concentraciones no habían cesado y con 60.000 firmas sobre la mesa llegaron al Parlamento regional para presentar una iniciativa de ley. La respuesta de la Cámara fue “coger la ley y reconvertirla en una ley de urbanización”, manifiesta el historiador. “Un auténtico escándalo”. Ya adentrados en la década de 2000 y con Román Rodríguez -en aquel momento en las filas de CC- como presidente del Gobierno, el PSOE presentó una iniciativa del colectivo Salvar Veneguera, el Gobierno la apoyó y se incorporó esta localidad al Parque Rural del Nublo, por lo que ya quedaría protegida. De León recuerda que fueron veinte años de intensa lucha en distintas fases, pero se siente satisfecho al saber que lo consiguieron. 

La lucha ecologista viva más antigua de Canarias sigue siendo la de Tindaya. Antes de que llegara el escultor vasco Eduardo Chillida a Fuerteventura con el fin de hacer en la Isla la obra culmen de su carrera artística, vaciar parte de la montaña más emblemática para el pueblo majorero para convertirla en un parque temático, varios colectivos ecologistas ya defendían Tindaya. Cuando el artista planteó el proyecto -en 1995- obtuvo el respaldo de la mayoría de la clase política y empresarial, recuerda Jesús Giráldez, miembro de la Coordinadora Montaña Tindaya, que nació unos meses después de que el proyecto viera luz. Sin embargo, en el lado opuesto hay muchas personas independientes y organizadas en colectivos ecologistas y profesionales que empezaron a “defender la montaña ante la posibilidad de que la agujereen”, señala.

Aunque al principio gran parte de la población majorera pensó que aquello sería “bueno” para su Isla, el activista asegura que esa realidad se ha revertido y que, 25 años después, los partidarios del proyecto representan a una minoría. Hace cuatro hubo un resurgir del proyecto y rápidamente afloraron muchos grupos en defensa de la montaña. “Es una lucha que ha trascendido a todas las Islas gracias a la información de muchos colectivos”.  Giráldez explica que Tindaya es el espacio natural del Archipiélago que tiene más figuras de protección, desde valores naturales ecológicos a geológicos, paisajísticos, botánicos, zoológicos y patrimoniales. “Es la estación de grabados rupestres podomorfos más importante del planeta, nosotros insistimos en que el monumento ya existe y no necesita nada para mejorar. Si es un espacio tan protegido, lo es por sus valores reales y eso es incompatible con la posibilidad de hacer un agujero en la montaña”, manifiesta. 

Giráldez cuenta que dentro de este movimiento ha habido muchos procesos judiciales, algunos sin resolver, han participado personas de todas las disciplinas vinculadas con los valores de la montaña y siempre que ha habido un acto de propaganda ha existido una contestación desde el punto de vista social.  En estos momentos y después de 25 años de combate, el activista afirma que ahora mismo son “optimistas”, pero siguen a la expectativa de que haya un “abandono definitivo” por parte de las instituciones. El activista recuerda que el escultor Eduardo Chillida ya falleció, así que se trataría de “una obra sin artista”. 

Lanzarote también ha sido parte activa en esta corriente de protección medioambiental en Canarias. Las manifestaciones contra las prospecciones petrolíferas tuvieron mucho calado en esta isla, ya que se iban a realizar en aguas muy cercanas a sus costas. Pero hubo otra movilización, a principios de los ochenta, que marcó un antes y un después en la isla conejera, el Malpaís de La Corona. La doctora en Prehistoria y directora general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, Nona Perera, relata que en ese espacio al norte de la Isla, unas calas foraminíferas -de caparazones de conchas marinas muy blancas- es un lugar “muy atractivo”, porque está en contacto directo con el malpaís de la corona, un accidente del relieve con rocas de origen volcánico de millones de años. 

En aquellos años, a un grupo de empresarios se le ocurrió construir hoteles en una de esas pequeñas playas y, para ello, propuso a un grupo de estudiantes de Arqueología y Antropolgía de la Universidad de La Laguna (ULL) hacer un trabajo sobre el valor patrimonial del malpaís. “Localizamos un gran número de asentamientos aborígenes, queseros, varias manifestaciones culturales”, explica Perera. Desde ese momento empezaron a presionar para que no se construyera nada. La historiadora recuerda que incluso en algunos bares y tiendas les negaban el desayuno cuando se enteraban de que eran los ecologistas. “Había mucha propaganda de que el turismo iba a traer muchos beneficios”, alude. “Al final se logró. Siguen siendo calas vírgenes, no se puede acampar, está ordenado el tráfico… Lo que sí es deficitario es l basura que se acumula”. 

Las conocidas como Islas Verdes también se han movilizado en defensa de su territorio. Entre 1986 y 1988 empezó la lucha de El Hierro en contra del radar de Malpaso y el Centro de Lanzamiento Espacial. La población no quería una isla militarizada. En diciembre de 1996, los ciudadanos daban un paso al frente y salía a las calles de Valverde para manifestarse en contra del proyecto del ministerio de Defensa. Más de 4.000 personas gritaron alto y claro que “había que pararlo”, rememora Samuel Acosta, portavoz de la asociación cultural Ossinisa. 

Los habitantes herreños querían ir más lejos y así, solo unos meses después, un millar de personas de la hasta ese entonces isla más pequeña de Canarias se montó en un barco rumbo a Tenerife. “Necesitábamos la ayuda de las otras islas, queríamos que toda Canarias supiese que el Hierro en peso estaba en contra de la militarización”, señala el activista. “Recuerdo en la autovía del sur una caravana de guaguas de Titsa, eran los herreños que iban a manifestarse”, cuenta emocionado. Llegaron a Santa Cruz de Tenerife y se encontraron con el arrope de mucha población de la Isla, aproximadamente 25.000 personas. “Fue emocionante, nuestra voz se oía en toda el Archipiélago”. A partir de ese momento empezó a cuestionarse un proyecto que “podría poner en peligro a la población”. Samuel Acosta lo recuerda como  “una movilización de familias, de casa por casa, de pueblo por pueblo. Éramos conscientes de que teníamos que estar unidos, que teníamos que ser los mismos de siempre”. 

En La Palma, Pablo Díaz, del colectivo La Centinela, integrado en Ben Magec-Ecologistas en Acción, explica que hubo otro triunfo “histórico”. Fue más un proceso burocrático que una movilización callejera el que logró acabar con el plan de desarrollo turístico de la isla que contemplaba la construcción de cinco puertos deportivos, hasta cinco campos de golf por toda la isla y varios hoteles grandes. “Era algo desmesurado”, recuerda el activista. A través de varios procesos judiciales, además de algunas movilizaciones y recogidas de firmas, lograron tumbar el plan y que la Isla Bonita no viera un proyecto que, según los ecologistas, se podría haber convertido en un “gran desastre medio ambiental”. 

La lucha contra el macromuelle de Agaete es una de las batallas más recientes. La lucha activista consiguió paralizar una obra que se convertiría en un “atentado medioambiental” en la costa norte de Gran Canaria. Para Borja Monreal, portavoz de la plataforma Salvar Agaete, el movimiento “fue de libro”. Cuenta que surge por una iniciativa de tres personas del pueblo que comienzan a movilizarse en contra del proyecto que fue creciendo hasta convertirse en una organización con una estructura social muy potente. Se basa en tres ejes fundamentales, señala: la lucha ciudadana, la acción política y la acción jurídica. Con un eje transversal “clave”, la comunicación. “Todo lo que pasó estaba escrito desde el principio y la clave para que funcionara era un objetivo muy claro con capacidades muy diversas”, asegura. La plataforma logró reunir a más de 10.000 personas en las calles de la capital grancanaria para manifestarse en contra del muelle, algo que nunca se imaginaron, comenta Monreal. “Ganamos una batalla. El macromuelle ha sido una victoria, aunque aún no está cerrada del todo, pero seguiremos dando guerra”, adelante.

Aunque en Tenerife ha habido varias luchas sociales, como la de la playa de El Rincón o la demolición del mamotreto de la playa de Las Teresitas, una de las manifestaciones más sonadas en toda Canarias fue la que movilizó a toda la Isla en contra de la construcción del Puerto de Granadilla. Esta batalla no se ganó, ya que finalmente el puerto se construyó, pero muchos activistas coinciden en que esas movilizaciones paralizaron infraestructuras que se contemplaban en el modelo de desarrollo de Tenerife. Una década de lucha que comenzó a principios de los 2000 y que para muchos fue el “15M canario”. 

En estos momentos en la Isla se está viviendo otra importante movilización social contra la construcción de un hotel en La Tejita, una de las pocas playas vírgenes del sur de Tenerife, en la zona limítrofe al Espacio Natural Protegido de Montaña Roja. Dos activistas han trepado dos grúas para evitar que los trabajos sigan adelante. Este pasado viernes las obras fueron paralizadas de forma cautelar después de que el Gobierno central lo ordenara el lunes. 

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