La odisea de esperar un trasplante de corazón siendo canario

La historia de Raquel y Felipe podría ser la de cualquiera de nosotros, o cuando menos la de cualquier persona cercana a nosotros. Ésta es la historia de una pareja joven que aún no llega a la treintena. Ella, aunque licenciada en Derecho, ha decidido tomarse unos años sabáticos para cuidar de la hija de ambos y él trabaja como vigilante de seguridad en una empresa de la provincia en la que residen: Las Palmas.

Un buen día los sueños e ilusiones de esta joven pareja se vieron truncados por una mala jugada del destino, ¿o sería mejor decir por una sucesión de hechos catastróficos, conjugados con la incompetencia y la descoordinación de instituciones públicas y de ciertos profesionales? Juzguen ustedes mismos.

Felipe nació con un problema cardíaco por el que tuvo que someterse a varias intervenciones durante su infancia y adolescencia. Siendo ya un adulto creyó haber superado con éxito esa vida de hospitales y de médicos y se puso a la tarea de formar su propia familia. Sin embargo, no dejó de acudir puntual en los siguientes seis años a las revisiones periódicas aconsejadas por sus médicos. “Iba cada seis meses y sin ni siquiera hacerme un cateterismo, ni nada que les diera fiabilidad del estado de mi corazón, me mandaban para casa y me decían que todo estaba bien”, señala.

Sin embargo, el pasado mes de noviembre Felipe comenzó a encontrase hinchado y en baja forma, por eso acudió al Complejo Hospitalario Materno-Insular de Gran Canaria, en donde los facultativos después de muchas pruebas y de no ponerse de acuerdo en el diagnóstico determinaron que “en el futuro” necesitaría de un trasplante de corazón. No obstante, tras ingresarlo durante dos meses y medio, y someterlo a diferentes pruebas sin resultados favorables, determinaron que tendría que acudir al Hospital 12 de Octubre de Madrid.

“Nosotros pensábamos que veníamos para una semana, nos dijeron que era para hacerle unas pruebas para ver si conseguían bajarle los líquidos que retenía” comenta su mujer Raquel, quien añade: “No sabían lo que tenía, ni tenían solución para él en Canarias”.

Comienza la odisea

Con este diagnóstico Felipe pasó un mes más en su casa de Vecindario, hasta que le dijeron un lunes 12 de febrero que en dos días tendría que estar en Madrid. La sorpresa se la llevó su mujer cuando al ir a recoger la documentación para el traslado de su marido se encontró con que no existía ningún tipo de pasaje para el traslado de Felipe, ni tampoco se había dispuesto que fuera acompañado por un equipo médico ni nada que se le pareciera, ni tan siquiera sería trasladado en ambulancia hasta el aeropuerto de Gando.

“Tuve que pedir dinero prestado a mis vecinos para que pudiéramos comprar los pasajes y unos conocidos nos prestaron una silla de ruedas para poder llevarlo al aeropuerto”, comenta emocionada Raquel, que además narra como ambos tomaron un avión desde las Islas a la capital madrileña como si de dos turistas se tratara. Por si esto fuera poco, al llegar a Barajas Felipe, que en el avión fue trasladado a la primera clase por su evidente mal estado de salud, fue atendido por el servicio médico del aeropuerto.

Finalmente, un taxi los trasladó a los dos al Hospital 12 de Octubre en donde Felipe pasó el primer mes ingresado y Raquel, gracias a la ayuda de una trabajadora social del 12 de Octubre, se alojó con unas monjas que trabajan con el hospital hasta que le dieron el alta a su marido.

Pero la odisea de esta joven pareja canaria no acaba ahí. Después de lo ocurrido, Raquel, que a pesar de la fortaleza con la que cuenta su historia personal presenta una imagen de delgadez extrema y de cansancio, señala cómo tocó a muchas puertas y pidió ayuda a varias instituciones isleñas para poder permanecer en Madrid, una ciudad que les es ajena y en la que deben esperar pacientemente hasta que llegue el tan ansiado corazón que Felipe necesita para volver a hacer una vida normal. La única ayuda que les llegó fueron 300 euros del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana, municipio en el que residen, del resto de las instituciones no obtuvieron nada, eso si se dignaban a contestar a las llamadas desesperadas de Raquel.

“Yo tengo una hipoteca y los gastos normales de cualquier pareja que está empezando”, comenta Raquel, que recuerda cómo se las vio y se las deseó para poder subsistir en Madrid y hacer frente a los gastos que conlleva el estado de salud de su esposo con tan solo el dinero de la baja laboral que él percibe.

De un sitio a otro

Así, con la ayuda inestimable de las trabajadoras sociales, contactaron con la Asociación Corazón y Vida de Canarias, en donde estuvieron alojados, previo pago de 150 euros al mes, durante dos meses. Dicha asociación cuenta con el único respaldo del Cabildo de Tenerife, que, a pesar de no tener como el resto de los cabildos canarios competencias en este sentido, subvenciona con 39.000 euros al año las doce plazas de las que dispone la asociación en dos pisos madrileños (en realidad son seis plazas para enfermos, tres para menores y tres para adultos, y seis para sus acompañantes).

El hecho de que la asociación reciba capital sólo del Cabildo de Tenerife implica que la prioridad de estancia en él la tendrán, como es lógico, los enfermos que procedan de dicha isla, por lo que la situación de Raquel y Felipe en este lugar era cuanto menos incómoda, ya que si se producía una urgencia de este tipo tendrían que desalojar el piso. Por esta razón, Raquel contactó con la Fundación Menudos Corazones, que los ha alojado en una habitación de hotel hasta el día de hoy.

Ahora, Raquel y Felipe están a la espera de poder ingresar en el piso que la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias abrió en Madrid en convenio con Cruz Roja Española el pasado 15 de mayo, y que dispone de un total de 10 plazas para pacientes desplazados desde el Archipiélago. Un piso que en principio el matrimonio rechazó porque está situado en un segundo piso sin ascensor y era inviable para Felipe poder subir los 41 escalones que tiene. Piso que por cierto se inauguró unos días después de que el caso de Felipe y Raquel fuera denunciado en algunos medios de comunicación canarios y 12 días antes de que se celebraran los comicios autonómicos y municipales.

Ante estos hechos, ACFI PRESS ha intentado ponerse en contacto con la actual consejera de Sanidad del Ejecutivo regional, Mercedes Roldós, para preguntarle el por qué de que esta pareja grancanaria siga sin estar alojada en dicho lugar o en cualquier otro pagado con fondos públicos, pero desde su gabinete de prensa se evitó el acceso a la consejera para realizar la consulta.

Sin embargo, fuentes de la Consejería sí que nos han asegurado -tal y como refleja el convenio firmado entre el SCS y Cruz Roja en junio de 2006- que todos los pacientes y sus acompañantes que necesiten ser derivados a la Península (Madrid y Barcelona) para recibir tratamiento tendrán derecho a “recibir alojamiento, traslado y dietas mientras dure la prestación de los servicios sanitarios, así como a orientación e información sobre los servicios complementarias que se desarrollan”. Además, dicho convenio recoge también que “en aquellos casos en que estos recursos no sean suficientes, o que las características del paciente o del acompañante lo aconsejen, Cruz Roja gestionará otro tipo de alojamiento (hostales, pensiones?)”.

La luz al final del túnel

Ante todo esto, cabría preguntarse, ¿por qué estas dos personas han tenido que pasar por un calvario como el que han vivido en estos cinco meses? ¿Cómo es posible que nadie les diera información y que no se les gestionara su llegada y estancia en Madrid? Y, sobre todo, ¿cómo es posible que hasta la fecha sólo hayan contado con una ayuda del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana para poder hacer frente a una situación como la que atraviesan?

Lo más preocupante es que todos los datos nos llevan a pensar que éste no es un caso aislado. Según nos han confirmado desde la Asociación Corazón y Vida de Canarias y desde la propia Cruz Roja Española, cada año alrededor de 500 pacientes con sus acompañantes, es decir, 1.000 personas se desplazan desde Canarias a la Península, básicamente a Madrid y Barcelona, para recibir tratamiento médico de alguna clase, lo que implica por lo menos dormir durante una noche. Unas cifras preocupantes si tenemos en cuenta que en total la Comunidad Autónoma de Canarias dispone sólo de 32 plazas en Madrid para pacientes desplazados.

Mientras, Felipe, que ha cumplido 25 años en el Hospital 12 de Octubre, y su mujer, de 28, afrontan cada día la vida con esperanza y con la ilusión de reencontrarse pronto con su bebé, a la que han dejado en Gran Canaria al cuidado de sus abuelas. “A mí no me gustaría que ningún canario se encuentre con el panorama que nos hemos encontrado nosotros de desatención absoluta” comenta Raquel, que a pesar de las circunstancias sonríe y se muestra esperanzada de que las cosas cambiarán para bien.

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