Cómo poner a los amigos el vídeo de la boda sin que salgan huyendo

Efe

Lograr que familiares y amigos estén deseando ver el vídeo de tu boda en lugar de temerlo como a un castigo ya es posible gracias a nuevos profesionales del sector que han transformado radicalmente el formato y lenguaje de los reportajes nupciales para acercarlos al cine.

Historias para reír o llorar, a gusto del consumidor, construidas a partir de montajes donde el orden cronológico de los hechos y el discurrir en sí de la ceremonia pierden protagonismo en favor de comentarios de amigos o anécdotas protagonizadas por el cura o la niña de los anillos, han convertido ese vídeo antes odiado en un producto cada vez más apreciado y cotizado.

Hasta 6.000 euros llegan a pagar por estos reportajes algunos novios, que no dudan, en algunos casos, en costear los billetes de los profesionales de la cámara para que vuelen con ellos e inmortalicen su luna de miel, según destaca en una entrevista a Efe un especialista español del sector premiado dentro y fuera del país, el canario Antonio Domingo.

Tras haberse convertido en el primer europeo que logra entrar en la lista de los 25 mejores autores de películas nupciales del mundo que publica la revista especializada estadounidense “EventDV”, en dos años consecutivos, 2010 y 2011, Antonio Domingo acaba de obtener tres de los trece premios entregados en el primer Festival Nacional de Cine de Bodas.

En ese certamen, se hizo con el máximo galardón en las categorías de mejor producción, con Bailando nace el amor; mejor videoinvitación, con From Canary Islands to Canary Wharf with love; y mejor boda del año, con Tanya y Dhiraj; merced a una nueva concepción de las películas de matrimonios que considera es fruto de la evolución tecnológica y social.

“El vídeo ha salido del salón de casa, donde había que reunir a los amigos para verlo, y ha llegado a cualquier lugar con internet o los nuevos teléfonos móviles, que hacen posible enviarlo a conocidos lejanos o que la madre del novio lo enseñe a alguien a quien se encuentra en la cola del supermercado mientras espera, con lo cual el vídeo de boda se ha convertido en otra cosa”, opina.

“Ahora -expone- es como una película coral en la que se ha roto el orden lineal de antes, cuando, indefectiblemente, el vídeo tenía que comenzar con la novia peinándose y acabar con el brindis ante la tarta, para ofrecer perspectivas y contenidos nuevos, saltando atrás y adelante en el tiempo, como en el cine, cuando se considera oportuno”.

Algo que sucede cuando, por ejemplo, en mitad de imágenes de la ceremonia se incorporan testimonios de amigos entrevistados previamente para contar recuerdos sobre cómo se conocieron o empezaron a salir los novios.

Y es que el autor de ese tipo de películas, en no pocos casos, ha dejado de ser un simple grabador de secuencias para transformarse en un creativo que asume funciones de cámara, productor y hasta guionista.

“En una ocasión, por ejemplo -rememora Domingo-, nos fuimos de Gran Canaria a Londres un año antes de una boda y elaboramos una historia para que sirviera de invitación con la idea de que la gente tuviera tiempo de reservar billetes y hoteles con antelación para conseguir ofertas”.

“Y quienes lo veían se preguntaban qué pintaban los novios en aquella película, por qué corrían o hacían lo que hacían, hasta que se llevaban la sorpresa de que, al final, se les decía que les estaban invitando a su boda”, ha añadido.

Domingo relata que empezó a trabajar en esta nueva forma de hacer vídeos de boda hace una década, después de haber grabado varios enlaces casi por obligación debido a que, por su profesión de cámara de televisión, familiares y amigos se lo pedían o imponían en muchas ocasiones, y confiesa que en sus comienzos bebió de la experiencia de autores norteamericanos conocidos por internet.

Esos autores estadounidenses siguen llevando la delantera en el negocio en muchos sentidos, como demuestra el que algunos lleguen a cobrar hasta 20.000 dólares por un solo trabajo, asegura, antes de precisar que él ni los envidia, ni pretende emularlos.

“Cada cual debe elegir lo que quiere, como quien decide entre si hacer un cine más comercial o más de autor”, sostiene.

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