El catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública y director del Instituto Universitario de Investigaciones Biomédicas y Sanitarias de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Lluís Serra

Javier Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Es peor el remedio que la enfermedad. O así lo entiende hasta el portavoz del comité científico que asesora al Gobierno de Canarias en su lucha contra la pandemia del coronavirus, Lluis Serra Majem: las últimas medidas de llevar mascarilla incluso dentro de los restaurantes y bares y solo poder destaparse la boca en el momento de comer o beber le parece a este catedrático en Medicina Preventiva y Salud Pública un contrasentido. Y eso que el portavoz de los asesores del Ejecutivo canario entiende perfectamente que la relajación de las medidas en algunos almuerzos o cenas ha provocado el repunte de casos en las Islas, lejos de las cifras de la Península, pero también en curva ascendente desde el final del estado de alarma.

El catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) lo explica así: “Se hacía evidente la necesidad de reducir el número de comensales en mesa, algunos brotes en Canarias han surgido de comidas con más comensales de lo habitual, donde se baja la guardia. Pero lo que no parece factible es el uso de la mascarilla en el interior de los locales durante el momento del desayuno, almuerzo o cena”. Su argumento apunta a los gestos automáticos que haría cualquier cliente a la hora del quita y pon para la ingesta: “El comensal estaría constantemente llevándose las manos a la mascarilla o cara incluso para ponérsela y quitársela. Otra cosa es al terminar ese momento, postre y café incluido, ya que si se pretende hacer una sobremesa larga sí creo que la mascarilla debe ser necesaria”.

En declaraciones a Canarias Ahora, el portavoz del comité científico canario insiste en que “es importante que los espacios interiores estén bien aireados y ventilados”, y ante esa evidencia también aboga por prohibir fumar incluso en terrazas. “Creo que la sociedad está demandando de manera clara que se prohíba fumar en las terrazas por la expansión del humo y eso también me parece una buena opción ya que encima en las terrazas el uso de la mascarilla es más flexible”. Un fumador retira muchas más veces la mascarilla de su boca para inhalar, a la barbilla por ejemplo, o se la coloca de pulsera, que cualquier otro cliente de terrazas.

Serra Majem apunta también al ocio nocturno y “la proliferación de fiestas prohibidas o encuentros familiares: todos debemos ser conscientes de los problemas que puedan acarrear, especialmente con personas procedentes de zonas de alto riesgo, bien de Canarias o bien del resto de España”.  

Pero la novedad de la semana en cuanto a las mascarillas en Canarias, única comunidad donde todavía no es obligatorio llevarla siempre en la calle, afecta a restaurantes y bares, que han de reducir también su aforo a diez personas en interior. La norma ha generado malestar entre el gremio porque entiende en su gran mayoría que terminará no de espantar al turismo, sino de incluso alejar al comensal local de las mesas y barras de sus locales. No se va a disfrutar de una comida con una mascarilla puesta.

Chefs y restauradores no salen de su asombro

Juan Carlos Padrón, chef y propietario de El Rincón de Juan Carlos, en Tenerife, (una Estrella Michelin) lo ve así: “Como estábamos hasta ahora las cosas funcionaban tanto para nosotros como para el comensal. Cumpliendo con las normas el cliente llega al restaurante con su mascarilla, se sienta con la misma y una vez en la mesa se la quita y guarda, para ser sacada cada vez que por un motivo u otro se levante de la mesa. Lo que no tiene ningún sentido y puede llevar al cierre masivo de establecimientos es lo que plantea ahora el Gobierno, ya que es una ridiculez estar sentado en una mesa con los comensales y las mascarillas puestas entre bocado y bocado. La gente dejará de salir, lo poco que lo hace”.

Padrón se muestra muy crítico con la medida adoptada este lunes por el Gobierno canario: “Después que no venga el gobierno a quejarse de que no circula la economía porque medidas como estas que son disparos al aire, sin conocer la realidad del sector y el daño que puede infringir, me parecen una falta de respeto al empresario que se está jugando su patrimonio para salir adelante, que está invirtiendo en medidas de seguridad, sacando al equipo del ERTE y trabajando como mucho a un 70% de lo que se hacía antes”. 

Por su parte, Domingo Vizcaino, de la cafeteria Kojak, ubicada en el Mercado de Altavista de la capital grancanaria, se lamentaba “de la poca conciencia que por mucho que hagamos a veces tiene el comensal. Como empresario puedo entender lo de reducir las mesas a grupos de 10 personas como máximo, incluso puedo llegar a comprender que se prohíba fumar en la terraza a pesar de que en las mías hay muchos clientes que disfrutan de ese momento. Pero lo que no concibo es que nos obliguen a que en la barra del bar o en el comedor superior obliguemos al comensal a tener la mascarilla puesta, entre sorbitos de café o mordidas de bocadillos. Ya si me pongo en el lugar de un cliente, pues que quieres que te diga, no iría a comer a un local si tengo que tener la mascarilla puesta en todo momento. No disfrutaría”.

Fermín Sanchez, directivo de la FEHT (Federación de Hostelería y Turismo de Las Palmas) indicaba este mismo martes que la patronal del sector no se ha sentado a valorar las medidas. Aún así, pide coherencia al Gobierno canario en su lucha denodada contra el virus. “Mi apoyo incondicional al control de aforo en mesas, así como a la vigilancia y supresión de los botellones, locales clandestinos y en un punto más complicado, en las reuniones familiares o de amigos. Pero el obligar a la gente a comer con mascarillas es imposible de cumplir si queremos seguir siendo un destino amigable ya no sólo con el turista sino con nosotros mismos”. Sánchez, propietario de varios McDonald’s, quiso la noche del lunes “probar la sensación de comer y beber con la mascarilla y mi conclusión fue rotunda, una incomodidad absoluta aparte de que me toqué la cara muchas más veces de la recomendada”. 

Braulio Simancas (El Silbo Gomero, Tenerife) confesaba preocupado que “para mí esto es muy simple, carece de sentido. Si tú estás sentado en la mesa con alguien de confianza y que sabes que no tiene ningún problema, mientras que las mesas de tu alrededor cumplen con la distancia adecuada, los clientes entran en las condiciones que tienen que entrar y al levantarse siempre llevan la mascarilla, no veo sentido ni necesidad a que se obligue a la permanencia de la mascarilla en la mesa. A mí me recuerda a cuando en el principio de la pandemia podíamos dormir con nuestra pareja en casa pero para ir en coche teníamos que ponernos la mascarilla”. 

A su juicio, “más que ponernos a sacar más prohibiciones y normas que expulsan a la gente de los locales, obliguemos a todos a cumplir las que ya están impuestas y que no todos estamos cumpliendo como hosteleros, porque mi impresión al ir a tomar algo a algún bar, siento que no todos cumplimos por igual. Si yo tuviera que ir a comer con la mascarilla puesta, no lo haría y me quedaría en mi casa, pero el decreto no deja de ser ambiguo en cuanto a su explicación, porque puede interpretarse una cosa y la contraria, por lo que ojalá lo aclaren y cuanto antes, porque si no, será un grave problema para nosotros en el sector”.

Desagradable para todos

Son muchas las voces que claman porque se aclare la medida. ¿Mascarilla sentados a la mesa? Braulio Rodríguez (Majuga, Las Palmas de Gran Canaria), actual mejor Chef de Canarias en los Premios Qué Bueno Canarias Heineken elegido por sus propios colegas de profesión, indica que “esta medida es una incomodidad muy grande para el comensal y desagradable para el feliz disfrute del comer. Y si en su casa no se la pondrá, y si el restaurante está cumpliendo con todas las medidas de seguridad, no tendría que hacer uso de la mascarilla mientras come. Esperemos que todo se aclare para que no nos perjudique en el trabajo y lo más importante, que la sociedad se sienta segura con nosotros”.

Daniel D’Angelo, de Neodimio60 (Las Palmas Gran Canaria) contaba que “no puedo decirte al 100% si algún comensal vendría o no a comer si tiene la obligación de mantener la mascarilla puesta. Si puedo decirte que a día de hoy hay comensales que no terminan de entender que como empresarios debamos garantizar la seguridad en todo momento y les molesta cosas como las formas de sentarlos, o los turnos de comida que nos hemos visto obligados a poner. Todo esto es nuevo, incómodo y cuesta asimilar las nuevas normas pero si queremos seguir para adelante y no retroceder tenemos que poner todos de nuestra parte. Intento ser positivo, hacer un esfuerzo porque es lo que nos toca día a día y trabajar por tener un futuro mejor”. 

Por último, Mario Ureña, del Qué Leche (Las Palmas Gran Canaria) teme que la medida convierta a los restaurantes en delivery, solo para despachar comidas a domicilio, “porque la gente no vendría a nuestras casas para sentirse incómodos”. 

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