Primeras derivaciones a la privada, pacientes más jóvenes e ingresos directos desde urgencias en la fase de mayor presión para las UCI de Gran Canaria

Personal sanitario atiende a un paciente en una UCI. (EFE)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Cuatro personas ingresadas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Insular Materno Infantil de Gran Canaria por diversas patologías y sin infección activa por el coronavirus SARS CoV-2 fueron derivadas a finales de la semana pasada a clínicas privadas (Perpetuo Socorro, San Roque y Clínica Roca) para aliviar la presión asistencial que sufre este servicio del complejo público desde hace semanas como consecuencia de la elevada ocupación de camas por pacientes críticos con COVID-19, la más alta desde el comienzo de la pandemia en el centro de referencia para la ciudadanía de la zona sur de salud. Es la primera vez que se adopta una medida de este calibre en esta crisis sanitaria en las Islas. Los profesionales del centro tampoco recuerdan precedentes en la historia del hospital. 

“No se había visto ninguna vez. Las UCI nunca han estado concertadas, pero en este caso excepcional se decidió derivar a pacientes para descargar la zona de hospitalización de críticos con vistas al fin de semana”, afirma Sergio Martínez, médico adjunto del servicio y presidente de la Sociedad Canaria de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias. El especialista señala que las clínicas privadas “tampoco tienen mucho más margen” para recibir pacientes críticos desde los hospitales públicos, porque “tienen sus límites”, aunque confía en que la situación no empeore, dada la tendencia a la baja en la cifra diaria de contagios que está experimentado la isla en las últimas fechas. 

La tasa de ocupación de las UCI de Gran Canaria sigue siendo, junto al aumento de los casos en Tenerife, la principal preocupación de la Consejería de Sanidad con respecto a la evolución de los indicadores epidemiológicos. Desde principios de febrero la curva de pacientes ingresados en las unidades de críticos de los hospitales de las Islas dibuja una meseta y se sitúa, con pequeñas fluctuaciones, en torno a las 85 personas. La presión solo fue superior en los primeros compases de la pandemia, a finales de marzo y principios de abril, con más de 100 pacientes con coronavirus en las UCI. En esa primera ola Tenerife fue la isla más castigada, mientras que en Gran Canaria la situación era más desahogada. 

Sin embargo, la isla redonda vive ahora sus peores momentos en cuanto a la ocupación de las unidades de críticos se refiere. Hasta este viernes eran 46 las personas que permanecían hospitalizadas con COVID-19 en los servicios de Medicina Intensiva en Gran Canaria, 24 en el Insular y 22 en el Hospital Doctor Negrín, de un total de 83 en el Archipiélago. Las UCI públicas tinerfeñas (Hospital Universitario de Canarias y La Candelaria) suman 28 pacientes con la enfermedad, aunque el número de ingresados en las plantas de hospitalización es muy superior al de la otra isla capitalina.  

El Hospital Insular Materno Infantil registró su pico de ingresos por COVID en la unidad de críticos el 15 de abril, el día en que la Dirección del Área de Salud de Gran Canaria autorizó los primeros traslados a las clínicas privadas. En total eran 28 las personas ingresadas con esta enfermedad, a los que se le sumaban 15 con otras patologías. Según ha informado a ahora.plus la Consejería de Sanidad, las derivaciones fueron solicitadas cuando el centro hospitalario alcanzó el escenario 4 del plan de contingencia, en el que ya se considera “recomendable” realizar unos traslados permitidos desde el escenario 3. Es decir, cuando haya ocho pacientes críticos fuera de la Unidad de Medicina Intensiva del hospital. 

Para el cálculo de la presión en la UCI es conveniente diferenciar entre la capacidad asistencial y la dotación habitual. En su portal de información sobre la COVID-19, la Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias recoge que el hospital de referencia del área sur de salud de Gran Canaria puede albergar hasta 90 pacientes en estado crítico. Por ello cifra el porcentaje de ocupación en torno al 22%. Sin embargo, esta cifra no equivale al número de camas en la UCI, sino a una proyección sobre las plazas que la gerencia considera que se podrían habilitar para pacientes que requieran cuidados intensivos en el peor de los casos. 

La unidad de críticos del Insular tiene 32 camas (cuatro módulos de ocho). Y el 15 de abril había, según los datos oficiales, 43 pacientes que requerían cuidados intensivos. A lo largo de toda la pandemia tanto este centro hospitalario como el resto de los que componen el sistema de salud del Archipiélago se han ido amoldando a la situación epidemiológica y reservando espacios ajenos a las UCI pero con capacidad para atender a personas en un delicado estado de salud, desde las salas de reanimación o despertar hasta los quirófanos. Sin embargo, hasta la fecha, nunca había sido necesario derivar a centros privados para aliviar la saturación en el servicio. 

Conviene recordar que la habilitación de otros módulos en los centros sanitarios públicos para pacientes críticos repercute en la actividad asistencial global, por ejemplo con la suspensión de cirugías programadas, y en la carga laboral para los especialistas que ejercen de manera habitual en estos servicios, que en este año han tenido que sumar a la presión habitual por otras patologías (cardiológicas, neurológicas, traumatológicas...) la COVID-19- En el caso del Insular ha llegado a acaparar casi el 100% de la ocupación de las camas que conforman la dotación habitual de la UCI. Los profesionales sanitarios señalan, además, el riesgo de mantener las dotaciones habituales al límite en caso de tener que responder a situaciones impredecibles, como un accidente múltiple grave. 

Según recoge el plan de contingencia del CHUIMI, para poder realizar los traslados de críticos a clínicas privadas no solo es necesario estar en escenario 3 o 4. También son requisitos que el paciente no presente infección activa por coronavirus y que sus circunstancias clínicas permitan movilizarlo hacia otro hospital. El pasado jueves 15 de abril la gerencia del complejo decidió adoptar esta decisión tras comprobar “que no había posibilidad de traslado al otro hospital público de la isla”, el Hospital Doctor Negrín. 

Y es que la ocupación de la UCI en el centro de referencia para la zona norte de Gran Canaria también roza el 100% de la dotación habitual. Este hospital disponía antes de la COVID de 32 camas para pacientes críticos. Diez de ellas se reservaban para pacientes con patologías cardiológicas, doce para enfermedades neurológicas y traumatismos y diez correspondían a un módulo flexible o polivalente, en el que se trataban, por ejemplo, las afecciones respiratorias. Con la irrupción del coronavirus, también se ha usado de forma habitual otra unidad con diez plazas, denominada “intermedia”, que con anterioridad solía permanecer cerrada o se utilizaba para los pacientes que ya tienen el alta, según relata una sanitaria del servicio. A esta dotación se le suman otras dos pequeñas salas con capacidad para albergar cada una de ellas a dos pacientes COVID. Se trata de espacios donde “normalmente se ponen los marcapasos”, afirma. 

Perfil del paciente

El perfil del paciente COVID en Gran Canaria en esta etapa de la pandemia sigue el patrón que los expertos han descrito en todo el territorio nacional. La edad media ha bajado como consecuencia de los efectos de la vacunación en los grupos de población de mayor edad. Las fuentes consultadas en los dos hospitales públicos grancanarios coinciden en situarla entre los 50 y los 60 años. En olas precedentes, estaba en el rango de 60 a 70. “Tenemos a pacientes de 60, 50, 40, 30... Incluso hemos llegado a tener de 29”, afirma Sergio Martínez. El médico intensivista cuenta que, a diferencia de lo que había ocurrido hasta la fecha, la mayoría de los pacientes que ingresan en la UCI del hospital “vienen directamente de urgencias”, sin pasar por planta, y “no suelen presentar patologías previas”.

El especialista adjunto del Hospital Insular admite que en el servicio ha sorprendido la fuerza con la que ha irrumpido esta nueva ola, que esperaban “más suave”. Plantea que puede deberse a “la agresividad” de la cepa británica, dominante en Canarias con cerca de un 90% de los casos, según los últimos datos publicados. Se trata de una variante más contagiosa, más transmisible. Algunos estudios científicos atribuyen a esta cepa una mayor mortalidad, aunque otros, publicados en la prestigiosa revista The Lancet, lo cuestionan. 

Martínez señala que los pacientes están llegando con cuadros más graves, “como para tener que intubarlos y someterlos a ventilación mecánica”, pero precisa que “en la mayoría de las ocasiones tienen mayor capacidad de respuesta y recuperación más temprana”. Se tratan con corticoides, antirretrovirales y anticuerpos monoclonales, aparte de soporte vital. “Aunque suele haber excepciones, en general responden rápido” al tratamiento. “No hemos visto que la mortalidad haya aumentado, aunque la cepa sea más agresiva”, añade. 

Otra sanitaria del Negrín apunta a otra posible causa para explicar el incremento de la presión en las UCI de los hospitales grancanarios. “La gente ha perdido un poco el miedo y no acude a urgencias por una tos o un dolor de cabeza. Se toman un Paracetamol y esperan. Pero, en muchas ocasiones, la COVID hace que empeores rápidamente. Una mañana puedes estar aceptable, pero hay un cambio brusco y por la tarde puedes estar necesitando un respirador. El empeoramiento es muy rápido y cada vez estamos viendo más casos que llegan directamente desde las urgencias, sin pasar por planta”, relata la profesional. 

A pesar de presentar cuadros más graves, los pacientes también tienen un pronóstico más favorable, lo que hace que la mortalidad descienda y los tiempos de estancia en UCI se alarguen. “Ahora la tendencia en Gran Canaria es a la baja. Por tanto, la hospitalización aguda de COVID (en planta) debería bajar enseguida y, en cambio, es mucho más difícil que baje la de UCI tan rápido. Son estancias muy largas y tienen un comportamiento mucho más lento. La recuperación de la normalidad tarda más en producirse que en las camas hospitalarias. La estancia media en UCI puede llegar a dos meses y la hospitalaria es probable que no llegue a quince días”, asevera Lluís Serra, catedrático de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y miembro del comité que asesora al Gobierno de Canarias durante la pandemia de COVID-19. 

Esta circunstancia explica el hecho de que la curva de ocupación UCI y las de hospitalización casi se toquen en los hospitales grancanarios. Es decir, que haya casi el mismo número de pacientes con la enfermedad en planta, con una tendencia a la baja, que en las unidades de críticos, que se sostiene sin apenas fluctuaciones desde hace semanas. En Tenerife, la situación de momento es diferente. El porcentaje de personas ingresadas en UCI con respecto al total de hospitalizados con coronavirus es muy inferior. Una circunstancia que “puede obedecer a distintas variables, como que ante ocupaciones bajas se utilicen camas para el aislamiento de pacientes que a lo mejor no requerirían hospitalización o son de difícil aislamiento, pero en ningún caso se debe a variables médicas”, concluye Serra. 

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