Samuel, el niño que lucha por poder dar patadas a un balón
Samuel tiene nueve años, cursa cuarto de Primaria y como a muchos chicos de su edad le gusta el fútbol y sueña con jugar en las filas del Barcelona emulando a su ídolo Messi. Su anhelo tropieza con dos impedimentos, una ceguera, su visión se limita a un 20% en el ojo derecho, y las pegas con las que se encuentra su madre, Jennifer Navarro, cuando intenta inscribirlo en fútbol. “Para niños discapacitados no hay ninguna actividad extraescolar en esta Isla”, lamenta.
Samuel lleva toda la vida intentando parar los goles que el destino le ha ido lanzando. El primero de ellos fue cuando nació. Ese día su madre supo, a través de los médicos del Hospital Materno Infantil de Gran Canaria, que el pequeño había nacido ciego. La causa se debía a una malformación congénita debida a que sus ojos no se habían desarrollado durante el embarazo.
A partir de ahí comenzaron los viajes a Madrid, consultas a médicos, las evaluaciones, pruebas y operaciones para intentar reconstruirle los ojos y colocarle implantes. El pequeño ha tenido que pasar por quirófano hasta en 26 ocasiones.
Jennifer, que ahora reside en Fuerteventura junto al resto de la familia, explica cómo con tres años el pequeño “rechazó el implante del ojo izquierdo y terminó perdiéndolo. Se le paró el crecimiento y ahora tiene que llevar puesto una prótesis ocular”.
Las malas noticias se intentan equilibrar con las buenas. El pequeño ha recuperado un 20 por ciento de la visión en el ojo derecho. La batalla de su madre, la pareja de esta, Domingo, y la del niño es que no pierda esa visión. “Sabemos que eso puede ocurrir de un día para otro”, comenta Jennifer. Por ello, ha aprendido a andar con bastón y le están enseñando mecanografía y a leer con el sistema braille. De eso se encarga Marina, la profesora puesta por la ONCE para niños invidentes en Fuerteventura.
Jennifer inició la primera de las batallas cuando se encontró con impedimentos para poder matricular a su hijo en la guardería. Alegaban que el centro no tenía profesionales cualificados para trabajar con niños con discapacidad. Aquella lucha la ganó y Samuel pudo ir a la guardería.
Ahora ha iniciado otra batalla, la de intentar que su hijo pueda inscribirse en fútbol. Asegura encontrarse con pegas cuando va a apuntarlo en cualquier deporte. “Primero me dicen que vaya y lo apunte, pero antes de llevarlo a entrenar ya me están diciendo que no va a poder jugar un partido. Entonces para que lo llevo, para que se desconsuele”, se pregunta.
“Los monitores no quieren hacerse responsables. Entiendo que mi hijo tiene limitaciones, pero es que para estos niños no hay nada. Cuando vas a apuntarlo y ven que es discapacitado se echan para atrás”, lamenta sin terminar de resignarse.
Jennifer plantea, incluso, la posibilidad de crear un equipo de fútbol para ciegos: el “goalball”. Se trata de una fórmula donde los jugadores van con antifaz y el único que ve es el portero. El balón está provisto de un sistema sonoro en su interior, normalmente se usan cascabeles. “Sé que es muy difícil crearlo en Fuerteventura y reunir a los chicos invidentes, pero tal vez habría gente vidente que se preste como voluntarios para que mi hijo y otras personas en la misma situación puedan jugar de vez en cuando”.
A su lado, Samuel escucha atento la conversación. Ha aparcado por un rato la bicicleta y las horas de juego para insistir en que lo que a él le gusta es el fútbol. No se pierde un partido del Barcelona y aunque sigue con atención las jugadas de Piqué, Iniesta y Busquets su mirada siempre termina buscando a Messi. También sigue en televisión las competiciones de natación, voleibol, baloncesto, hockey…
La afición a todo tipo de deportes ha hecho que su madre está intentando apuntarlo en atletismo a través de la ONCE pero “el tema va muy lento”. También lamenta que la organización haya cerrado las oficinas en Fuerteventura.
En el patio del colegio CEO Puerto Cabras, Samuel desafía a aquellos que piensan que por tener poca visión no puede jugar al fútbol y junto a sus compañeros de clase aprovecha el recreo para echar un partido. Él siempre quiere jugar de delantero.
Al cole con lupa
Samuel forma parte de los más de 340 alumnos ciegos o con discapacidad visual grave que el pasado septiembre se incorporaron a las aulas de Canarias. La ONCE comenzó el curso escolar reclamando la accesibilidad de estos estudiantes a las nuevas tecnologías docentes.
El pequeño acude al CEO Puerto Cabras. Allí ha encontrado compañeros aliados y profesores que tras su llegada al centro, hace tres años, le enseñaron donde estaba todo aquello que podía suponer un obstáculo en su día a día. También le ayudan una lupa, un monocular y un atril que nada más llegar a clase cada mañana pone sobre su pupitre.
Para poder estudiar Samuel sigue una serie de pautas, cuadernos con marcas y cuadros más grandes, lápices más oscuros, la ayuda de una lamparilla, un profesor de apoyo, además de la maestra que la ONCE ofrece a los niños con ceguera o problemas visuales graves. El pequeño ha despuntado como alumno. “Es muy listo”, reconocen Jennifer y Domingo. Con tres años aprendió a leer. Ellos aún se preguntan cómo lo hizo. Samuel tiene la solución, “seguí las pautas de la profesora. Me iban haciendo las letras cada vez más pequeñas y así aprendí”.
“Me preocupa la educación que pueda tener en Fuerteventura y que no esté a la altura. Tal vez se tenga que ir fuera”, comenta la mujer. “Ahora no se da cuenta pero cuando sea un poco mayor y sea consciente del todo de su enfermedad tendrá dos opciones, estudiar una carrera y poder ejercer una profesión para la que ha estudiado o vender cupones de la ONCE”, añade.
Él tendrá que decidir. Su madre desea que vaya a la Universidad. Samuel quiere seguir estudiando y llegar al instituto, aunque lo de la Universidad le da un poco de miedo. “Eso es muy difícil”, reconoce. Tendrá que superar ese miedo como ha ido haciéndolo con cada obstáculo que encuentra en su camino. De momento, solo desea poder jugar al fútbol. El balón ya lo tiene comprado.