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San Alisio se impuso al código canónico al levantar las iglesias de Lanzarote

Ermita de Nuestra Señora de Los Dolores, en Mancha Blanca, orientada a 92 grados, casi al este exacto, a la salida del sol en los equinoccios.

José María Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria —

Los vientos Alisios lo marcan todo en Canarias: determinan su clima, moldean sus volcanes, mantienen a raya las calimas del Sahara casi todo el año, alimentan el ciclo natural que enriquece el Atlántico... y puede, incluso, que hayan decidido cómo se construyen sus iglesias.

Durante siglos la mayoría de las iglesias cristianas, al menos en la vieja Europa, se levantaron con una orientación que permitiera al sacerdote mirar hacia el este mientras oficiaba la misa, tal y como estableció en el primer Concilio de Nicea, en el año 325.

En la mayoría de los templos, el altar se alinea por ese motivo con el punto por donde sale el sol, siguiendo además el consejo dictado por San Atanasio de Alejandría, también en el siglo IV, para que los fieles escucharan la misa de cara al punto donde “Cristo, el Sol de la Justicia, brillará al final de los tiempos”.

Como el propio Código de Derecho Canónico dispuso después que en la edificación de las iglesias “deben observarse los principios y normas de la liturgia y del arte sagrado”, muchos templos tienen su nave principal orientada hacia el este o, al menos, hacia el punto por el que salía el sol el día del año en que se pusieron sus cimientos. Así ocurre en casi todo el mundo cristiano, con la excepción del norte de África, donde suelen orientarse al oeste.

Tres investigadores del Instituto de Astronomía y Física del Espacio de Buenos Aires, el Instituto de Astrofísica de Canarias y el Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago de Compostela se habían propuesto comprobar si esa costumbre del norte de África se podía apreciar en los primeros templos cristianos de Canarias, acaso por influencia, especulaban, de los aborígenes de las Islas, que descienden de pueblos bereberes de esa misma región geográfica.

Para empezar a comprobarlo, analizaron la orientación de las iglesias de Lanzarote, la isla de Canarias donde la presencia europea es más antigua y se remonta casi un siglo antes de que se completara la conquista de Gran Canaria o Tenerife.

Alejandro Gangui, César González García, Juan Antonio Belmonte y la funcionaria del servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Lanzarote María Antonia Perera exponen ahora las conclusiones de su trabajo en un artículo divulgado por la web de la Biblioteca de la Universidad de Cornell (Nueva York), el foro donde el “mundillo” de la astronomía y la astrofísica suele divulgar sus descubrimientos, incluso antes de publicarlos formalmente (allí compartió Stephen Hawking su último artículo unos días antes de morir).

Y con sorpresa, porque la orientación de las iglesias más antiguas de Lanzarote no parece mostrar una influencia clara de la cultura aborigen que pueda atribuirse a los cultos antiguos de aquellos pueblos o a sus conocimientos de astronomía (varios yacimientos prehispánicos marcan la salida del sol en los solsticios y los equinoccios, lo que supuestamente permitía las sociedades aborígenes tener un calendario para los ritos, siembras y cosechas).

De 32 iglesias analizadas, todas construidas entre los siglos XVI y XIX, 17 se orientan al este, a la salida del sol; una está alineada casi de forma exacta con los equinoccios (Nuestra Señora de las Mercedes, en Mala), y dos más se construyeron a la inversa, mirando al oeste; pero existe un número significativo, 12, que fueron alineadas en sentido norte-nordeste.

Los investigadores se preguntaron si esa peculiaridad de las iglesias de Lanzarote, única en toda Europa, respondía a alguna razón cultural o de sincretismo entre las creencias de los aborígenes y la fe de sus evangelizadores/conquistadores.

Sin embargo, la respuesta es más prosaica y se observa en la propia distribución de los templos en el mapa de la isla: los más antiguos, los de Teguise, siguen en general el derecho canónico en su construcción, con altares orientados al este, como cabría esperar que hicieran los europeos recién llegados del Viejo Mundo a aquellos parajes.

Pero los levantados unas décadas después, sobre todo en la zona del centro de la isla, se alinean al nordeste, de donde proceden los vientos que soplan casi todo el año, los Alisios, y que transportan una molesta carga de arena (jable) desde las playas de Famara hacia el sur, a veces en forma de tormentas capaces de cubrir aldeas enteras, como ocurrió en 1824.

En esa zona, las iglesias miran al nordeste para que su entrada esté a sotavento, evitando a los fieles el incordio del Alisio y de sus arenas volanderas. Porque, como remarca este grupo de científicos, a veces “las necesidades humanas pueden más que las obligaciones del culto”.

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