La 'semilla' canaria que hace crecer la sanidad en Mozambique

Acto en la ULPGC para dar la bienvenida a diez estudiantes de la Unizambeze. (ULPGC)

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Un centenar de médicos generalistas y cinco especialistas (un cirujano, un ginecólogo, un pediatra y dos internistas). Ese era todo el capital humano que tenía hace una década el sistema sanitario de la provincia de Tete, una región deprimida del norte de Mozambique con cerca de dos millones de habitantes. Una población similar a la de Canarias, archipiélago que cuenta con más de 11.000 médicos colegiados.  Fue el rector de la universidad pública local, la Unizambeze, quien dio la voz de alarma en 2010 durante una conferencia celebrada en la capital grancanaria, en el marco de un encuentro internacional con centros de África. La promoción de nuevos graduados estaba lastrada porque la Facultad de Medicina no disponía de especialistas para impartir docencia en el segundo ciclo de la carrera, una exigencia legislativa en el país. 

La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) recogió el guante lanzado por el rector de la Unizambeze e impulsó un proyecto de cooperación liderado por Luis López Rivero, jefe de Cirugía Torácica del Hospital Insular de Gran Canaria. A través de un convenio de colaboración entre ambas universidades, con financiación pública y privada, más de cien médicos y docentes ejercientes en el Archipiélago se han desplazado desde 2011 a Tete, por periodos de entre cuatro y seis semanas, para dar clases a los alumnos de segundo ciclo y formar a nuevos profesionales. Una década después, esa semilla ha dado sus frutos con la graduación, en las cinco primeras promociones, de 200 médicos, una cifra que se incrementará con la incorporación de otros cien en los próximos cuatro años. Además, se ha convertido en un programa de cooperación sostenible, tal y como corroboran los resultados de un estudio publicado recientemente en la prestigiosa revista International Journal of Environmental Research and Public Health

Manuel Romero, profesor titular del departamento de Análisis Económico Aplicado de la ULPGC, ha realizado una evaluación de los costes de formación de un nuevo licenciado en la Unizambeze a través de este proyecto y el beneficio social que ha reportado en términos de “capital humano creado”. El programa tenía un doble objetivo. Por un lado, formar médicos y, en consecuencia, mejorar un sistema de salud muy precario, con apenas 0,03 facultativos y 0,21 enfermeros por cada 1.000 habitantes, en un enclave castigado por enfermedades como la malaria, la tuberculosis, el SIDA o el cólera, con una alta tasa de mortalidad en los primeros 28 días de vida, con más de la mitad de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza y con más del 40% de los menores de cinco años con malnutrición crónica. El segundo propósito era integrar a los nuevos graduados locales en la plantilla de la universidad pública para sustituir a los docentes foráneos contratados. “La idea de un proyecto de cooperación es que se vuelva sostenible, que ya no sea necesaria la ayuda exterior”, afirma López Rivero. 

El artículo estima entre 3.000 y 6.000 euros el coste de la formación universitaria de un médico en Mozambique, dependiendo del número de estudiantes por curso. Los profesionales canarios que han viajado al país africano a impartir docencia en el segundo ciclo, la mayoría durante sus vacaciones y algunos también con permisos especiales, no han cobrado por ello. Los gastos de vuelos y seguros han sido costeados con los fondos del programa de cooperación internacional (unos 400.000 euros de presupuesto global desde su comienzo), mientras que los de alojamiento y manutención han sido asumidos por la universidad local. La formación es intensiva y modular. Es decir, durante ese mes los alumnos solo reciben docencia de la especialidad del profesional que acude al centro universitario a impartir clases. 

De entre los 200 médicos mozambiqueños formados en esas primeras cinco promociones tras la puesta en marcha del proyecto, más de una decena se han incorporado ya a la plantilla docente de la Facultad de Medicina de la Unizambeze, lo que ha permitido reducir los gastos en contratación de docentes foráneos, principalmente procedentes de Cuba. Y es que, según revela el estudio económico realizado por Manuel Romero, el salario anual de un profesor del país caribeño es de alrededor de 28.500 euros anuales, mientras que el de un mozambiqueño ronda los 6.000 euros. Es decir, cuatro veces más barato. “Este programa, aparte de facilitar la formación, reduce mucho el coste de la educación. Los profesores extranjeros tienen un coste muy alto para el país”, señala. 

Romero sostiene que los resultados de este programa de cooperación, ya cerrado, evidencian que este tipo de proyectos se pueden plantear como “una nueva línea de financiación de ayuda internacional, a largo plazo y sostenible”. No sustituye a la de corto plazo que Mozambique necesita, ya que un médico tarda siete años en formarse, pero “sí garantiza su independencia y contribuye a crear una sociedad más justa e inclusiva capaz de generar políticas públicas que reinviertan la riqueza en su población”. “La idea es enseñar a pescar en vez de dar el pescado. Cuando formas capital humano en un país, se desarrolla económica, social y políticamente. Un país que tiene una población educada es siempre más productivo y más rico y es capaz de exigirle a sus representantes políticos mejores prácticas públicas. No solamente contribuye a mejorar la sanidad, sino también las condiciones socioeconómicas”, señala a modo de resumen. 

La formación de médicos nativos tiene otro beneficio añadido. “Un profesional mozambiqueño está mucho más cercano a su población, es capaz de entenderla mucho mejor que los sanitarios de Cuba o de Corea del Norte que están atendiendo allí a los pacientes. Hay una parte muy importante de la sanidad de este país que tiene que ver simplemente con hábitos de comportamiento saludables. Y el médico mozambiqueño es capaz de comunicar mucho mejor”.

Nuevos proyectos

El convenio de colaboración entre la ULPGC y la Unizambeze fue el primero, pero no ha sido el único. Luis López explica que, a partir de 2015, cuando empezaron a salir las primeras promociones de graduados de la universidad pública de Tete, se planteó un nuevo objetivo. No solo había que formar médicos generalistas. También era necesario que salieran especialistas que pudieran reemplazar a los profesores extranjeros que estaban impartiendo docencia en el segundo ciclo de las facultades. Para ello, empezaron a operar en otra universidad, la Central de Beira, situada en la segunda ciudad más poblada del país tras la capital, Maputo. 

Ya en el último año de carrera, los alumnos más aventajados y con vocación por las especialidades más urgentes y necesarias en el país (Cirugía, Medicina Interna, Ginecología, Pediatría, Psicología, Medicina Legal y Traumatología) pasaban una estancia de un mes y medio en un hospital de Gran Canaria antes de realizar la prueba equivalente al MIR español. Hasta el año pasado se habían desplazado 45 alumnos para cursar esta pequeña rotación. Posteriormente, una vez elegida la especialidad, trabajan en la Universidad Central de Beira con los profesores canarios y completan su formación con una rotación de seis meses en un centro sanitario de las Islas.  “Ya han venido como catorce residentes. Ahora no estamos con el programa de licenciados, sino con los residentes para la especialización. No podemos traer muchos porque el hospital tiene pocos médicos y pocos residentes, entonces hay que ir espaciándolos para que no se pierda capacidad de asistencia”, asevera el también responsable del área de Cooperación Internacional del Servicio Canario de Salud (SCS). 

Gracias a este segundo proyecto de formación de especialistas médicos, aún en proceso, la facultad de Tete “ya puede impartir docencia completa” con recursos propios. “Era uno de los primeros objetivos del programa y ya está cubierto. Antes los médicos cubanos eran mayoría y ahora quedan muy pocos. Los primeros residentes empezaron a venir a Canarias para hacer las rotaciones en 2017 y la facultad de Tete es sostenible desde 2019”, añade López. 

Desde hace dos años hay una tercera iniciativa en marcha, la formación de doctores, también a través de la universidad católica de Beira. “En la zona norte de Mozambique, con aproximadamente 20 millones de habitantes, no había ningún doctor en Medicina. La universidad necesita tener docencia, pero también investigación. Es fundamental. Si no tienen quién estudie cuál es su realidad sanitaria, no pueden aplicar las medidas adecuadas”. Con el objetivo de dotar al sistema sanitario mozambiqueño de doctores locales para investigar, se ha impulsado con la colaboración de la ULPGC un curso de expertos y un máster, la titulación previa que se exige para completar los estudios de tercer grado y cerrar así “el círculo de la sostenibilidad”. 

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