Vuelta a La Palma de Ángel Tristán, periodista canario que cubrió la erupción del volcán Teneguía hace 50 años
Ángel Tristán recuerda la erupción volcánica del Teneguía, en 1971, como un “juguetito” comparado con la que está viviendo en estos momentos la isla de La Palma. Él era joven. 23 años y apenas un par de cursos a la espalda como periodista en La Provincia. Por aquel entonces, se hallaba en Lanzarote cubriendo algunas informaciones en pleno apogeo de la isla conejera: algún que otro pleno local, un reportaje sobre ventas irregulares y una huelga. De repente, escucha por la radio que un fuerte olor a azufre está empezando a sentirse en La Palma y que a su vez se escuchan “ruidos raros”, incluso en galerías de agua del Teide. Cogió su máquina de escribir portátil, de unos cinco o seis kilos, la cámara de fotos, una muda amplia de ropa y un sobre con dinero (así se cobraba antes) y para allí que fue.
“Llegué como tres o cuatro días antes de la erupción. Un señor, bastante mayor, agricultor, me dijo: la tierra está preñada, así que hoy o mañana va a dar a luz a un volcán. Y yo pensé: ya me dio el titular”, rememora Pimienta entre risas. A finales del pasado mes de noviembre, este antiguo reportero y director del diario La Provincia, ahora presidente del Consejo Social de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, regresó a La Palma para ver de cerca la actividad volcánica que se está dando en la ladera de Cumbre Vieja. Al hacerlo, se ha dado cuenta de lo mucho que han cambiado las cosas en 50 años. “Para esa erupción [la del Teneguía] fue mucha prensa peninsular y sobre todo muchos científicos españoles. Pero comparado con los medios que hay ahora… Cuando estuve, vi a un montón de vehículos especializados, especialmente en el centro de mando. ¡Hay 30 drones! Han montado una torre de control para regular los vuelos”.
Tristán dormía poco mientras trabajaba cubriendo una erupción volcánica, entre cuatro y cinco horas. Se pasaba el día en los alrededores del Teneguía porque le dejaban, a él y a casi todo el mundo. En las imágenes se puede apreciar cómo los curiosos se acercaban a 500 metros del cono principal del volcán, nada que ver con lo que ha ocurrido esta vez. “Ninguno de nosotros usábamos mascarilla. Algunos hasta no sabíamos que existían. ¿Y protección ocular? Yo en esta ocasión me he tenido que poner unas gafas que parecía un buceador. Y es lógico. Porque me las quité un momento y empecé a llorar por la ceniza”.
En los últimos tres meses, hasta un 10% de la superficie de la isla de La Palma ha llegado a estar cubierta de polvo volcánico. Eso nunca ocurrió con el Teneguía. O por lo menos así lo describe Tristán. “Había ceniza en las cercanías [del volcán], pero es que ahora hay ceniza a kilómetros, encima de las casas, en los tejados… Ninguna crónica de las que he estado revisando habla de la ceniza como algo importante”. El Teneguía es recordado entre los palmeros como el volcán “amable”, por la zona en la que explotó (al sur de la isla, apenas dañó unas cuantas fincas de viñas) y porque principalmente atrajo turismo al territorio, no dolor. “Este, en cambio, es una especia de Pompeya semi descubierta… Ves las casas derrumbadas, el cementerio a medio tomar por la lava, la torre del campanario cayendo. Es un espectáculo aterrador”, dice Tristán en referencia al último volcán.
Lo que no ha cambiado, eso parece, es la tendencia de los periodistas a encontrar historias en los bares de los barrios. Tristán halló una, ya muy tarde, que le hizo terminar de escribir su crónica a las 02:30 de la madrugada. El revelador: Telesforo Bravo, uno de los geólogos canarios más reputados de la historia, que también había ido a estudiar el Teneguía. “Yo estaba con él en la barra”, comienza a narrar Tristán, “y me dijo: va a haber más Islas Canarias [por la teoría del punto caliente que explica por qué en las islas más jóvenes, como en La Palma y El Hierro, hay más vulcanismo activo]. Y cogió una servilleta y me explicó cómo se iba a dar. Y yo le pregunté: ¿eso lo puede acelerar un volcán? Y él me contesto que sí. Yo agarré, y como quien dice, lo dejé con la palabra en la boca”. Tristán ya había salido corriendo a su habitación del hotel y no tardó mucho en llamar a su jefe. “Oye, que me ha dicho Telesforo Bravo, catedrático de Geología y Tecnología de la Universidad de La Laguna, que va a haber más Islas Canarias. En cientos de años, pero habrá más. Y me respondieron: escribe ya una crónica, lo que sea. Se paró la rotativa por eso”.
Cuando ya había terminado de escribir, a Tristán le tocaba gritar, literalmente. ¿Por qué? Sin internet ni portátil, la única vía de comunicación que tenía con el periódico era por teléfono. Así que dictaba sus artículos, para que compañeros suyos en Gran Canaria escribieran lo que él estaba diciendo. “Dictaba las crónicas a viva voz. Y lo hice desde el cuartelillo de la Guardia Civil o el bar más cercano. Imagínate la gente de alrededor comentando la crónica que yo había presenciado”, recuerda. Así lo hizo cerca de un mes. La erupción del volcán Teneguía duró 24 días.
“Hoy en día no nos damos cuenta de que nosotros en el bolsillo llevamos una oficina de correos, de telégrafos, un laboratorio fotográfico… Todo eso lo llevas en un móvil”, reflexiona Tristán. “Yo en el periódico, hasta el último momento, hasta que me jubilé, me encantaba decirle a los chicos jóvenes todo esto. Les mostraba las máquinas que teníamos [como la que él se llevó consigo a La Palma siendo muy joven]. Los tiempos se comprenden mejor con este tipo de ejemplos”.
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