Y Antonio y Berta fueron desalojados
Al final no hubo milagro, ni una compasión de última hora del vecino denunciante, ni justicias poéticas. El aparentemente capítulo de cierre de la historia triste y extraña de Antonio Méndez y Berta Ferreiro llegó este viernes, por la mañana, después de que la Guardia Civil tumbase la puerta de su casa, en el municipio tinerfeño de Tacoronte.
La imagen de la pareja –él, de 78 años; ella, de 79– saliendo de la vivienda que compraron con sacrificio después de años de trabajo en el extranjero fue dura, quizá demoledora. Mientras, desde la azotea, un grupo de personas solidarizadas con la causa lanzaban proclamas y gritos en el ya final de un caso que empezó con una denuncia por unos cimientos. La mala praxis de los abogados que defendieron (¿defendieron?) a los ancianos hizo el resto.
“¡Aquí estamos; nosotros no nos vamos!” fue una de las frases más coreadas este viernes, y hubo también momentos de tensión; pero era como si en el ambiente existiese una cierta resignación, o un saber que no había muchas posibilidades de que aquello acabase bien.
Lo cierto es que, desde temprano, el cordón policial a unos 50 metros de la vivienda, varias calles cortadas y el inusitado despliegue de agentes barruntaban un mal final. La llegada de la resolución judicial al 102 de la calle Ismael Domínguez corroboró los peores augurios. “¡Manos arriba, esto es un atraco!”, expresaban entonces las personas concentradas en el lugar. Poco podían hacer.