Dijo Fraga en su día -cuando lo podía decir sin que nadie le afeara la burrada- que la calle era suya. No le faltaban motivos (ni bemoles) para decirlo, pero eran tiempos en que un tal Franco mandaba gracias a una bombilla de 40 watios encendida permanentemente en el palacio de El Pardo, el mismo que hoy sirve para demostraciones públicas de amor. Hemos salido ganando con el cambio. Franco -a lo que íbamos- tiene calle en la ciudad del Puerto de la Cruz, pese a los intentos de la oposición socialista por retirar la placa. Se oponen a ello los concejales de Coalición Canaria y el PP, que gobiernan juntos pero no revueltos. No es amor al generalato lo que les lleva a ese proteccionismo de placa, porque de ser así habrían apoyado la moción de la oposición de otorgar sendas calles a los generales Sáenz de Santamaría y Gutiérrez Mellado, dos mandos del Ejército decisivos en el proceso de democratización de la sociedad española. Al menos de la inmensa mayoría de la sociedad española.