“Primero vamos a ver si hay petróleo, luego veremos si afecta o no al turismo, si esa zona es frágil o no”. El autor de esa frase no es el ministro español de Industria, Energía y Turismo, el canario, José Manuel Soria, evaluando los pro y los contra de unos posibles yacimientos en las cercanías de nuestras costas. Habría sido un ataque de prudencia y un mensaje de sosiego impropios en él. La pronunció el ministro de Turismo marroquí, Lahcen Haddad, que la semana pasada estuvo en Canarias para, entre otras cosas, aprender un poco más de nuestra principal industria, por la que hace tiempo apuesta fuertemente el reino vecino. Las comparaciones son odiosas, es verdad, pero conviene situar esa posición al menos prudente en relación con el indisimulado triunfalismo y la prepotencia con las que los dirigentes locales del PP defienden las prospecciones petrolíferas y desprecian hasta colocarlos como ignorantes a los que las rechazan. Marruecos quiere situar al turismo como su primera industria y sus dirigentes parece preocuparles iniciar una actividad que pueda hacer peligrar esas pretensiones. Aquí, a tenor de lo que se lee y se escucha, más bien parece todo lo contrario. El ministro marroquí no parece haber tenido la tentación de utilizar los mismos penosos argumentos de la delegada del gobierno hace unos pocos días: “Nosotros vamos a hacer dos pinchacitos de nada pero Marruecos hará 31 y nos lleva la delantera”. Ellos van a lo suyo; nosotros, a lo de Repsol.