Ni en un partido de infantiles está el político libre de la presión popular. Pero en este caso, hay que reconocerle a Antonio Ojeda que actuó como un señor. Una vez le aflojó tremenda cachetada al que pretendía agredirle, fue la señora-armario de cuatro puertas la que se le echó encima dándole todo tipo de tortas, excluidas las de la modalidad erótico-festiva, se entiende. Ojeda, lejos de aplicar con la dama la misma táctica expeditiva que empleó con éxito con su señor esposo de ella, aguantó estoicamente las tortas hasta que otras personas redujeron a tan energúmeno ejemplar, no sin esfuerzos muy serios. Ojeda tuvo que marcharse para evitar mayores broncas y sin saber que el equipo de los satauteños terminó perdiendo por cinco goles a dos. Y eso que el árbitro les regaló un penalti inexistente en los últimos minutos del encuentro.