La palabra mágica es “cacería”. La han repetido como loros estas últimas 48 horas varios dirigentes del PP en ejecución de una consigna desesperada: “disparen contra todo lo que se mueva”. Ha disparado Soria, por supuesto, y a sus órdenes han ejecutado la balacera majorette majorera, Águeda Montelongo, y ese diputado tres en uno que se llama Miguel Cabrera Pérez-Camacho, que ha entrado recientemente en la fase de lealtad inquebrantable al líder tras estar un tiempito respaldando a Cristina Tavío en los duros momentos precongresuales. En el fondo, lo que le ha ocurrido al PP canario es la traslación bananera, cutre y pendenciera de la explosión de la bomba Bermejo en Madrid, consistente tal estallido en la constatación de que en el lado socialista dimiten por meter la pata mientras que en el lado del PP no dimiten aunque se les trinque metiendo la mano. Y en Canarias está hablando quien más callado debería estar.