Reyes Martel, jueza de menores: “Los delitos tecnológicos son más nocivos y dejan una huella imborrable”
La última memoria de la Fiscalía General del Estado, publicada en 2018 con datos de 2017, identifica en una crisis profunda de las pautas educativas y los roles paterno filiales, así como en la pervivencia de los estereotipos machistas, las causas del “inquietante” incremento de delitos de naturaleza sexual, de la violencia de género y la doméstica (dirigida hacia padres, madres y hermanos) en casos tramitados en los juzgados de menores. Comportamientos que, en muchas ocasiones, van acompañados de un uso inadecuado de las nuevas tecnologías: el acoso en redes sociales, la difusión de imágenes que atentan contra la intimidad de jóvenes, la extorsión, la denominada violencia de control, primera fase de la violencia machista, a través de las aplicaciones de mensajería instantánea …
En el juzgado que ocupa Reyes Martel, el de Menores número 1 de Las Palmas de Gran Canaria, entran cada semana varias denuncias vinculadas al mal uso de las nuevas tecnologías. “El problema de este tipo de delitos es que tiene una repercusión mucho mayor. Corren muy rápido y sus efectos no solamente son más nocivos, sino también más duraderos en el tiempo, dejan una huella prácticamente imborrable. Si se insulta, si se difunde una imagen… Antes se hacía en los corrillos, pero se diluía en el tiempo. Ahora es radicalmente distinto”.
Para la magistrada, el problema no radica en el uso sin más de las nuevas tecnologías, que considera “imbatible” y a edades cada vez más tempranas, sino en el descontrol de la actividad de los hijos en las redes sociales, producto del propio desconocimiento de los mayores. “Ya no nos comunicamos con ellos porque no hablamos el mismo idioma. Son chicos y chicas que están todavía formándose y, como todos los jóvenes, cometen errores y deben tener a alguien que los guíe. Ellos son totalmente tecnológicos y nosotros somos prehistóricos digitales, no nos enteramos de la misa la mitad y es imposible que podamos ejercer un control parental como antes se ejercía en otras generaciones, en otras áreas de la vida y con otras cuestiones”.
Francia prohibió el año pasado el uso de los teléfonos inteligentes y las tabletas en los centros educativos, un debate que también se ha incorporado a la agenda política en España a raíz de unas declaraciones de la ministra de Educación, Isabel Celaá, que se ha mostrado partidaria de estudiar su implantación. Martel rechaza este tipo de medidas. “No se trata de prohibir. Se trata de que el menor aprenda a hacer un uso racional de las nuevas tecnologías, a controlarlas, a racionalizarlas. Tenemos que aprender del pasado. Si se prohíbe, se va a incentivar su uso de forma clandestina y, por lo tanto, se va a evitar que se pueda ejercer un control sobre lo que se hace”, remarca la magistrada, que insiste en que es fundamental que los padres se incorporen a ellas, que se formen para romper las barreras de comunicación con sus hijos y puedan guiarlos.
La magistrada explica que existen sistemas “muy eficaces” de control parental. “Como en cualquier otro aspecto de la vida, cuando estableces las normas en casa, las estableces por algún motivo. De entrada, las obligaciones las fijas en función de la edad del niño. No puedes poner a un niño de ocho años a cocinar. Lo mismo ocurre con las nuevas tecnologías. Hay que establecer normas claras, con horarios y criterios, no solo sobre el tiempo que se pueda usar para un trabajo en el colegio, sino también para el juego”, señala. A modo de ejemplo, menciona las normas PEGI, que orientan a los padres sobre los tipos de videojuegos y las edades recomendadas. “Si los desconocemos, vamos dando palos de ciego y somos poco eficaces”.
Según Martel, no se puede dibujar un perfil determinado de menores que delinquen a través de las redes sociales ni de las víctimas, ni por edad ni por extracción social. La jueza se muestra especialmente preocupada por el incremento de los delitos vinculados a la difusión de imágenes íntimas de carácter sexual y la violencia machista a través de las nuevas tecnologías, ejercida a través de la violencia de control. “Lo más increíble es que todavía esté aumentando después de las políticas que se están haciendo, de la campaña que todas hacemos contra la violencia de género”, dice.
Sobre las condenas, incide en que al menor se le deben imponer medidas de carácter educativo. “Por un lado, tenemos que enseñarle a responder de lo que hace, debe tener una responsabilidad penal (de los 14 a los 18 años), pero por otro lado intentamos que aquellas circunstancias que le han llevado a cometer ese hecho delictivo no se repitan y corregirlas”. Toda medida judicial conlleva un programa de intervención educativa con un plan individualizado para cada menor, adaptado a su personalidad, una parte formativa y una parte de ocio saludable.
Para ilustrar esta forma de proceder, Martel relata uno de los casos que ha resuelto en su juzgado: “Hemos tenido un curso piloto de un chico, en este caso por delitos de violencia filioparental. Tenía adicción a las nuevas tecnologías, hacía un uso incontrolado, jugaba a los videojuegos, no elegía los juegos adecuados, sus padres no tenían ni idea y había, obviamente, otros problemas encadenados”. Dentro de su programa de intervención educativa, se le incluyó un taller de gaming. “Lo que se hizo fue trabajar con el menor y con los padres, primero para que aprendiera otros juegos, las normas y a dosificar su uso”. ¿El resultado? “Hoy en día ha vuelto a estudiar al colegio, sigue utilizando las nuevas tecnologías y sigue jugando, pero como debe, con los tiempos correctos. Cuando tiene un examen, sabe que tiene que estudiar”.
Más allá de resolver los problemas con aquellos jóvenes que ya tienen una conducta abusivo-adictiva, este taller ha sido concebido como un refuerzo positivo. “A los chicos les encantan los videojuegos. Obviamente para divertirse, pero también pueden aprovecharse las nuevas tecnologías para aprender idiomas, para hablar con chicos de diferentes países, para socializar, interactuar. Hay muchos juegos y muchas redes sociales que, bien utilizadas, ayudan a que los conocimientos sean mucho más amplios y profundos que los que teníamos otras generaciones con menos facilidades. El caso es utilizar bien las herramientas”, concluye.
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