Merzouga, la puerta marroquí al desierto del Sáhara

Atardecer en las dunas de Erg-Chebbi, en el sureste de Marruecos.

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La imagen que todos tenemos de el Sáhara se difumina la primera vez que visitamos algún rincón de este enorme espacio que ocupa la mayor parte de la mitad norte de África. Los paisajes más habituales de esta inmensa región son los hamadas: enormes extensiones pedregosas barridas por los vientos y sin apenas arena. Pero si uno piensa en la imagen del desierto que se ha difundido en occidente en seguida vienen a la mente las dunas recorridas por caravanas de camellos en busca de algún oasis rodeado de palmeras… Pues eso es un Erg, esto es, un campo de dunas. Y son los menos. Estos campos de arenas móviles son una verdadera ‘rareza’ en un ecosistema en el que los hamadas son la inmensa mayoría del paisaje sahariano. Erg-Chebbi es una de estas islas de arena enclaustrada entre enormes páramos pedregosos. Una mancha de unos 30 kilómetros de largo y casi 8 de anchura que representa a la perfección ese ideal de arenas y dunas que, en algunos casos, superan los 300 metros de altura.

Erg-Chebbi se encuentra a pocos metros del pueblo de Merzouga, apenas un montón de casas de adobe que se ha convertido en uno de los enclaves turísticos más potentes de Marruecos. En definitiva, uno de los lugares imprescindibles en cualquier viaje largo al país alauita: uno de nuestros destinos preferidos. ¿Se puede llegar en transporte público? Sí. Lo normal es llegar aquí a través de una excursión de dos o tres días desde Marrakech (diez horas de carretera) o Fez (ocho horas). La empresa de autobuses Supratours conecta Marrakech con Merzouga y CTM hace lo propio desde Fez. El aeropuerto más cercano es el de Errachidia con un vuelo diario a Rabat operado por Royal Air Maroc. La distancia entre Fez y Merzouga es de 467 kilómetros y supone cruzar el paso de montaña de Tiguelmamine. Desde Marrakech la distancia asciende hasta los 561 kilómetros por la ruta que lleva hasta Ouarzazate por el Alto de Tazlida. En ambos casos, las carreteras están asfaltadas en su totalidad por lo que no es difícil llegar en coche de alquiler o moto.

Merzouga es sólo uno del rosario de pueblos que se sitúan entre Erg-Chebbi y el lago Dayet Srij, que es un verdadero paraíso para la observación de aguas durante los meses del año que contiene agua (la mejor época para visitarlo es a principios de la Primavera). Esta zona del país se encuentra bastante alejada de las faldas del Atlas, pero es un lugar donde confluyen algunas de las ramblas más importantes de la vertiente sur de la Cordillera (con el Oued Ziz como actor principal) y oasis como Efroud no están lejos (apenas a 53,7 kilómetros). Las corrientes superficiales son escasas, pero a pocos metros del suelo es posible encontrar agua. Y ahí están, por ejemplo, los huertos que se encuentran a las afueras de Hassilabied o la propia Merzouga (zona norte). Son un buen lugar para comprender la cultura de la región. El límite oeste del Erg coincide con una falla que permite llegar al agua a través de pozos y galerías. No es mala idea darse un paseo por las huertas y ver como las gentes del lugar trabajan (los dátiles de esta zna son riquísimos). En Hassilabied también puedes hacer una visita al Museo de la Cultura Nómada dónde se hace un recorrido por la cultura caravanera.

¿Un paseo por el desierto por tu cuenta? Se puede, pero sin hacerte el Laawrence de Arabia. Si quieres puedes hacer algún paseo corto a primera hora de la mañana o por la tarde, cuando el calor empieza a mermar. Imprescindible llevar abundante agua, una provisión de alimentos altamente energéticos (dátiles o dulces con bastante azúcar) y no alejarse demasiado. Aquí es fácil perder la referencia espacial y pegarse un par de horas dando vueltas. Y por la tarde hay que ser muy cautelosos: primero porque los atardeceres son tan mágicos como cortos y es corriente verse rodeado por la oscuridad (hay que llevar una linterna) y con el termómetro desplomándose minuto a minuto. ¿Merece la pena hacer la excursión en dromedario? Nosotros creemos que sí. Es una forma pintoresca de adentrarse entre las dunas pero, también, es una inmersión en la cultura local. Esta zona fue apostadero de caravanas hasta hace apenas unas décadas y el dromedario era el medio de transporte indispensable para recorrer estos parajes por su legendaria resistencia a la sed y al cansancio.

¿Y eso de acampar en medio de Erg-Chebbi? Es algo que no vas a olvidar en la vida. Hay precios para todos los presupuestos: desde los 15 euros a más de 100. El plan suele ser una larga caminata en dromedario que culmina en un campamento de jaimas con cena y espectáculo musical; y todo eso bajo los míticos cielos estrellados del desierto. Otra opción es alojarse en alguno de los albergues y pequeños hoteles que se encuentran a las orillas del campo de dunas: algunos están bastante apartados del pueblo y permiten adentrarse en las dunas algunos centenares de metros sin riesgo. ¿Una noche o dos? Siempre que se pueda dos. No es mala idea alternar una noche en uno de los campamentos del interior del campo de dunas y otra en Merzouga para poder ver las cosas que hay alrededor. En el pueblo puedes contratar diversas excursiones que van desde las ya mencionadas ‘cabagadas’ en dromedario a paseos en quads o sandsurf en lagunas de las dunas más grandes del Erg.

Una visita al pueblo de los Gnawa.- Las caravanas fueron la razón de ser de esta zona durante muchos siglos. Las enormes expediciones de comerciantes iban y venían conectando el África Subsahariana con las grandes medinas marroquíes a través de lugares mítixcos como Tombuctú. Los esclavos eran parte fundamental de ese tráfico comercial. Los Gnawa del pequeño pueblo de Khamlia son descendientes de aquellas mujeres y hombres que cruzaron el desierto a pie para ser vendidos en los mercados marroquíes. Khamlia es uno de los pueblos en los que se establecieron estos esclavos ya liberados. No es un lugar especialmente bonito, pero su música tradicional es espectacular y bien merece una visita.

Fotos bajo Licencia CC: Luciano; Jean-Baptiste Bellet; coderhandball; Valeria Fernández Astaburuaga; Nouaman Bentaj; Peter Collins

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