Dos días en Donostia: Del casco viejo al Monte Igueldo pasando por La Concha

Puro diseño. Farolas en la Playa de la Concha; Donostia.

Viajar Ahora

30 de agosto de 2025 16:02 h

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La bahía perfecta. La playa urbana más bonita. La más elegante de las ciudades del norte. Un paraíso para los amantes de la gastronomía en mayúsculas… La Bella Easo (hasta hace poco se creía que aquí estuvo la Oiasso romana -localizada finalmente en Irún- es una de las ciudades más visitables de Europa. Bonita, atractiva, amable y muy sabrosa. San Sebastián (Donostia) es uno de los mejores destinos urbanos de la Península Ibérica desde hace más de 100 años. Una ciudad bien hecha y elegante donde hay poco espacio para el pastiche y que cuenta con uno de los catálogos arquitectónicos más intachables del país. Contrapunto aristocrático de la burguesa Bilbao y cuna de algunos de los mejores cocineros del mundo. Todo eso y mucho más es San Sebastián, una ciudad que se deja conocer a pie y sin prisas gracias a su pequeño tamaño y su atractiva trama urbana.

Esta ruta que te ofrecemos (iconos azules en el mapa) es la primera de dos entregas sobre la capital donostiarra (más una tercera en la que te mostraremos nuestro mapa de bares de pintxos) en la que exploraremos los lugares paradigmáticos y algunos secretos de la ciudad. Nos centraremos en el casco histórico y la Bahía de la Concha terminando el paseo en el Monte Igueldo, símbolo de aquellas vacaciones de principios del siglo XX que convirtieron a San Sebastián en el balneario de las élites españolas.

Un paseo por la ‘ciudad vieja’.- El Boulevard de Zumardia (Boulevard de Donostia) separa la ciudad burguesa del siglo XIX y principios del XX del pequeño burgo medieval que se arremolinaba al socaire del Monte Urgull. La ciudad se fundó a finales del siglo XII por orden del rey Sancho el Sabio de Navarra como puerto estratégico, pero apenas unas décadas después ya formaba parte del Reino de Castilla que lo proyectó como centro comercial y pesquero: desde aquí se controlaba buena parte del mercado del bacalao que se traía hasta la Península desde las costas de Terranova. Esta riqueza convirtió una pequeña villa de pescadores y marineros en una ciudad próspera y pujante.

Plaza de la Constitución de Donostia.

El núcleo del casco histórico es la Plaza de la Constitución. Y también un símbolo de la primera revolución urbana de la plaza en el siglo XVIII, cuando Donostia fue la sede de la Compañía Guipuzcoana de Caracas que monopolizó el comercio con Venezuela por casi un siglo. La vieja ciudad medieval dio paso a espacios como la propia Plaza de la Constitución con su Ayuntamiento viejo de estilo neoclásico o la Basílica de Nuestra Señora del Coro (31 de agosto, 46), un buen ejemplo de arquitectura barroca. Para ver los rastros de la ciudad medieval hay que ir hacia la desembocadura del Urumea donde se apilan el antiguo Convento de San Telmo (Plaza Zuloaga, sn), del siglo XVI y a medio camino entre el gótico tardío y el renacimiento, y la Iglesia de San Vicente (San Juan, 15), un sobrio edificio gótico también del XVI. ¿Y no hay nada anterior? Pues no. En 1489 la ciudad sufrió un enorme incendio que la arrasó casi por completo. Y no sería la última gran tragedia de la ‘Bella Easo’.

Puerto de San Sebastián.

¿Y los Pintxos? El casco viejo de Donostia está repleto de barras que rebosan pintxos. Calles como Pescadería, Fermín Calbeton o 31 de agosto concentran algunos de los bares más recomendados por los locales. Lugares como el Sport (Fermin Calbeton Kalea, 10), el Tamboril (Pescadería, 2), Gambara (San Jerónimo, 21) o el Martínez (31 de agosto, 13). En este artículo puedes consultar nuestra lista de barras preferidas y sus pintxos estrella.

Gildas. Una de las señas de identidad del tapeo en Donostia.

El paseo por la ciudad vieja culmina en el Monte Urgull, un promontorio sobre el mar que fue clave en la historia del puerto donostiarra como fortaleza hasta principios del XIX. El Castillo de La Mota (Subida al Castillo, sn) es hoy un batiburrillo de muro sobre muro, torre sobre torre que muestran más de cinco siglos de evolución de la arquitectura militar. La zona es hoy un bonito parque donde las viejas infraestructuras militares (baluartes, lienzos de piedra, terrazas artilleras) conviven con esculturas y paseos.

El Museo de San Telmo (Plaza Zuloaga, 1).- Un poco de todo. El museo de la ciudad se instaló en un antiguo convento dominico del siglo XV con un conjunto de claustros muy bonitos de ver. Hoy el lugar exhibe una ecléctica colección que incluye salas dedicadas a la arqueología (destaca la colección de estelas funerarias vascas medievales), una zona de etnografía donde se custodian importantes piezas de la cultura popular y el folklore de Euskadi y una colección de arte vasco desde el siglo XIX hasta nuestros días con nombres de la talla de Zuloaga, Eduardo Chillida o Jorge de Oteiza.

Museo Marítimo Vasco (Paseo del Muelle, 24).- Una delicia. El antiguo Consulado de San Sebastián (siglo XVIII) que controlaba el comercio con América se ha convertido en un museo sobre la vinculación de la ciudad con el mar. El centro está situado en el viejo Puerto de San Sebastián y comparte espacio con el Acuarium de Donostia (Plaza de Carlos Blasco Imaz, 1).

Balneario de 'La Perla', uno de los 'monumentos' de la Playa de La Concha.

Un paseo por la Concha.- La playa. El paseo de La Concha es un espectáculo y un ejemplo de como quedan las infraestructuras urbanas cuando se hacen bien. Para llegar al arranque de este arenal mítico hay que pasar antes por otros dos rincones preciosos de la capital donostiarra: el Ayuntamiento (Ijentea Kalea, 1), un impresionante edificio ecléctico de finales del siglo XIX, y el Parque Alderdi Eder. Aquí arranca el paseo de 1,3 kilómetros que culmina en la Punta del Loro y la vecina Ondarreta (otra de las playas urbanas). Por medio varios hitos: los famosos relojes de La Concha; el Balneario de La Perla (Paseo de la Concha, 12), una maravilla de principios del XX; el Balcón del Bicentenario y el Palacio de Miramar (Paseo Miraconcha, 48), un impresionante palacete de estilo inglés construido a finales del XIX como residencia oficial de la familia real española en la ciudad. Obvio que hay que hacer una foto a la célebre barandilla diseñada por el arquitecto Juan Rafael Alday, toda una seña de identidad de la ciudad.

Peines del Viento. La genialidad de Chillida en la costa de Donostia.

El Peine del Viento y el Órgano de Mar.- El extremo oeste de la Playa de Ondarreta se pega a las laderas del Monte Igueldo en una zona de cantiles donde el bosque prácticamente llega a orillas del Cantábrico. Aquí el mar suele estar bravo y batir con fuerza. Un lugar espectacular que el escultor Eduardo Chillida eligió para erigir una de sus obras más emblemáticas. El Peine del Viento (Paseo Eduardo Chillida, sn) es un conjunto de tres esculturas de acero aferradas al cantil que desafían al mar y a los elementos. Si el Cantábrico está movido, el resultado de la lucha entre los peines y las olas es espectacular. En la zona también se instaló un curioso ‘órgano de mar’, un grupo de agujeros que aprovechan el movimiento de las olas para crear geiseres espectaculares. Dicen que Chillida se escapaba de casa cuando era pequeño y pasaba horas y horas en este lugar viendo como el mar se batía con los cantiles y roquedos. Este lugar es uno de los mejores ejemplos de como una intervención humana respetuosa puede mejorar un paisaje.

La Bahía de 'La Concha' desde el Monte Igueldo.

Una tarde en el Monte Igueldo.- Ver la Playa de la Concha y prácticamente todo Donostia desde las alturas. Buen plan para terminar este primer día de paseo por la ‘bella Easo’ y confirmar que estamos en una de las ciudades más bonitas de Europa. El Funicular del Monte Igueldo (Plaza del Funicular, 4) es ya, de por sí, una atracción en sí misma. El trayecto apenas dura un minuto pero es todo un espectáculo elevarse sobre la ciudad y descubrir como se va mostrando la impresionante bahía de La Concha. El Igueldo es un símbolo del carácter vacacional de la vieja Donostia. Aquí se encuentra uno de los parques de atracciones más antiguos de España (se inauguró en 1912) y en sí mismo es un museo. La Montaña Suiza y su ‘Dragón Igelxo’; los carruseles con sabor añejo o el Río Misterioso son un viaje al pasado y todo un icono de la ciudad. El recinto está abierto hasta las 22.00 aunque las atracciones cesan su actividad a las 20.30.

Fotos bajo Licencia CC: InnovaciónWeb; Álvaro Galve; londonexpat; Fred Romero; Heather Cowper; Francisco Anzola

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