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Los números de la adopción en España: listas de espera cada vez más largas y acogidas internacionales en decadencia

Blanca Sáinz

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“Ni cuesta dinero ni tiene por qué llevarte años completarla”. Así comienza Patricia Setién, la jefa de la Sección de Adopciones del Gobierno de Cantabria, su conversación con elDiario.es. Esta profesional lleva años viendo cómo cada vez se crean más mitos en torno a la adopción, una forma de acogimiento definitivo “en la que aún hay que cambiar muchas ideas”.

Precisamente, sobre la cuestión económica, Setién confirma que la única adopción que conlleva gastos es la internacional, y que estos oscilan, dependiendo del país, entre los 15.000 y los 30.000 euros. No obstante, la adopción internacional, que comenzó a instaurarse de forma rápida por las largas listas de espera del sistema nacional para la adopción de bebés, está en plena decadencia. Así, mientras en 2004 se produjeron 5.600 adopciones en España, en 2021 hubo solo 171, algo que, destaca, “no ha tenido nada que ver con la pandemia”.

“Se han aplicado políticas internacionales para que los países no tengan que sacar a los menores de allí y promuevan las adopciones nacionales. Si cualquier adopción ya conlleva adversidad, las internacionales lo hacen todavía más porque supone separar a los menores de su cultura, su idioma...”, explica la técnica.

No obstante, a nivel estatal los datos se mantienen más estables con unos 600 u 800 menores que entran en el sistema de protección al año. Pero claro, si las adopciones internacionales disminuyen, la consecuencia la reciben las nacionales, que han aumentado sus 'listas de espera'. Sobre la utilización de este término, la directora general de Infancia afirma rotunda que “no se debería llamar así” porque parece que tiene una connotación negativa tener que esperar para adoptar: “Vivimos en un país que atiende bien a los menores y eso es muy positivo. Hay adultos que anhelan ser padres pero que no haya menores que les necesiten es maravilloso”, señala.

De hecho, la profesional cuenta cómo en una de las charlas informativas que en la comunidad se imparten el segundo martes de cada mes, se han llegado a encontrar con padres a los que “nublaba” el deseo de convertirse en tal condición: “Cuando explicamos esta parte, la de las listas de espera, nos hemos encontrado de todo. Hace poco nos dijeron que eso de que no hubiera niños para adoptar sería bueno para nosotros (la Administración), pero no para ellos que lo que buscaban era tener hijos”, admite con cierta congoja antes de indicar que, en casos como este, perciben muy rápido que la necesidad del adulto de ser padre es prioritaria a la del menor. “Siguen viniendo familias con ese inconsciente colectivo de que existe un orfanato en el que hay 100 niños esperando a ser adoptados y claro que no es así”, indica.

Asimismo y después de lanzar el dato de que, en términos generales, “no hay menores para adoptar” poniendo el ejemplo de Cantabria, que solo constituyó seis adopciones en todo 2021, revela una de las patas más ocultas de este proceso: las futuras familias adoptivas no quieren niños con necesidades especiales pero, sobre todo, no quieren niños mayores, y mucho menos si superan los diez años.

“Hay personas que te dicen que quieren un bebé porque le van a criar como si fuera su hijo. Incluso tuvimos un caso de una mujer que nos dijo que quería que el niño fuese lo más parecido a ella físicamente. Eso es terrible. Nunca se puede olvidar la condición adoptiva y que esa familia está ahí para proteger al menor. Su deseo de ser padres pasa a un segundo plano”, advierte.

Adopción consciente

En el otro lado de la historia está Ana Santander, presidenta de la Asociación de Familias Adoptivas y Acogedoras de Cantabria (Afamundi) y madre de dos niños de origen vietnamita de 12 y 8 años. Ella, que comparte con Setién que la “prioridad” debe ser el menor, añade un apunte: “Creo que tiene que haber un deseo de ser madre o padre porque si no tampoco tiene sentido, pero sobre todo hay que ser muy consciente de que tienes que ser el padre que ese niño va a necesitar. Esa es la clave para que sea una adopción consciente: saber que vas a ser la mamá de un niño que ya parte de unas necesidades especiales”, argumenta.

El motivo de dicha peculiaridad es, según cuenta Santander y confirma Setién, el abandono con el que inician su vida, o con el que se encuentran durante la infancia. “Aunque sea un recién nacido queda en su inconsciente y su cerebro no se desarrolla igual que el de otro niño. La falta de contacto y de apego afecta a nivel emocional incluso, en ocasiones, cognitivamente”, revela.

Por este motivo, desde esta organización que nació en el año 2000 han preparado un protocolo generalizado sobre adversidad temprana que presentarán próximamente al Gobierno de Cantabria y que afectará a Sanidad, Educación y Empleo. La idea es que se supla el desconocimiento que hay sobre la situación traumática de la que parten estos menores y se puedan cubrir sus necesidades en el colegio o en el pediatra, y en el caso de los padres, que sus centros de trabajo reconozcan esta diferencia.

Pero volviendo a la peculiaridad de ser padres mediante la adopción, Santander recomienda informarse mucho del proceso y “abrir la mente”: “Creo que es vital hacer un trabajo personal previo para que cuando llegue el momento puedas vivir las cosas de forma calmada y acompañar al niño, que es la prioridad”, indica esta madre. Sobre ello también opina la directora de Infancia de Cantabria, quien añade que los padres adoptivos son “héroes” porque llevan a cabo “crianzas reparadoras”.

Ese es el caso de Hugo y Susan, a los que Ana Santander y su pareja adoptaron con seis meses y cuatro años respectivamente: “Son niños felices pero también son niños con muchas inseguridades e inquietudes que requieren de acompañamiento y por eso no dejamos de formarnos. Si cualquier padre biológico debería hacerlo, en nuestro caso es aún más importante porque hay circunstancias que no han vivido con nosotros y tenemos que saber que parten de ahí”, señala.

Respecto a esos mitos que rodean la adopción, la presidenta de Afamundi reconoce que hay uno que le molesta especialmente: la creencia de que son niños con suerte. “Es tremendo porque ellos escuchan esas cosas y no, no han tenido suerte porque son niños que parten de una pérdida. Tienen derecho a tener una familia como cualquiera y decirles eso es trasladarles que tienen que estar agradecidos por haber tenido esa suerte”, traslada.

Para terminar, esta madre destaca lo esencial que es aprovechar el tiempo de espera hasta la llegada del niño para poner el foco en sí mismo: “Hay que conocerse, detectar tus heridas y sanarlas. Así podremos, cuando llegue el momento, estar con ellos dedicándoles nuestro tiempo de verdad, con una presencia real”, admite esta experta en el ámbito, tanto por su gratificante experiencia personal como por la cantidad de familias con las que está en contacto a través de esta organización que realiza encuentros lúdicos y formativos que cuenta con 74 familias asociadas en Cantabria.