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Carta con respuesta es un blog del escritor Rafael Reig. Dejad vuestros comentarios en este blog sobre vuestras preocupaciones políticas, sociales, económicas, teológicas o de cualquier índole, y él os responderá cada martes.

Sapo cancionero

Rafael Reig

Sí, creo que estamos de acuerdo, ¿a quién le importa lo que diga Felipe González? Incluso aunque por casualidad dijera algo puesto en razón, pensaríamos que lleva pan en la gorra y que abre la boca para llenar el bolsillo de alguna empresa o, como solía decir él mismo, en defensa de algún espurio interés. A mí lo que me sigue fascinando es su estilo.

Al borde de la charca en la que chapotean recuerdos fangosos de la OTAN, el GAL y sus negocios privados, Felipe permanece acuclillado como un tótem solemne e impasible, escrutando el panorama con ojos protuberantes de formidable estadista, porque a él le cabe en la cabeza un Estado del mismo tamaño que el que ocupaba el diminuto encéfalo de Fraga. Atención, ¿qué es esto?, algo irrumpe en su campo visual, un catalanismo volador, pongamos por caso, con el que mitigar el apetito de su vanidad indoblegable. La húmeda piel se estremece, la papada se inflama y rompe a croar con su inconfundible estilo oracular o de pedo en botijo, para que retumbe. Tras el estruendo, todos nos preguntamos qué habrá revelado la sibila.

Pues, como de costumbre, nada entre dos platos. Que la independencia de Cataluña “como objetivo” es imposible. ¿Eso qué significa? ¿Por qué rayos dice “como objetivo”? ¿Porque la independencia de Cataluña es perfectamente posible como hecho, pero es imposible que alguien la tenga “como objetivo”? ¿Y por qué narices no se puede tener como objetivo algo que es de hecho posible? Pues porque lo dice él, el Number One, el presidente bonsái. Ni el propio Hegel, aunque resucitara sólo para eso, entendería a semejante charlatán, que, como buen trilero sevillano, traslada sin ser visto el sentido a otro cubilete. Otan de entrada no, ¿se acuerdan? Tengo entendido que chuparse un codo es posible, aunque no esté al alcance de casi nadie. Ahora bien, si es posible, se puede tener como objetivo, por mucho que a mí me parezca un objetivo idiota, salvo en contorsionistas o faquires. ¿Quiere decir que la independencia de Cataluña a él le parece un objetivo tan majadero como querer chuparse un codo? Pues que lo diga, pero en castellano, por favor. “Me parece que estoy hablando en castellano”, nos amenazaban los padres de antes, cuando nuestra conducta les obligaba a repetir las cosas. A mí este individuo siempre me hace pensar: me parece que usted no está hablando en castellano.

¿Ha croado algo más Felipe González? Sí, pero es aún más chiripitifláutico. El Dr. González ha diagnosticado que la independencia de Cataluña “puede provocar una fractura política y social”. O sea que posible sí que es entonces, ¿no, Felipe? Una fractura… ¡Cielos, eso sí que no lo esperábamos! Menos mal que el Dr. González se ha dado cuenta de que estas cosas, quieras que no, por lo general provocan una fractura. Pues claro, amigo, si se trata de eso. Suena como si dijera, con tono de revelarnos algo que se nos había pasado por alto: ojo, que el divorcio puede provocar una fractura en la pareja. Nos ha merengao, Felipe, nos ha merengao.

Tras el diagnóstico, el parte médico del Dr. González incluye un pronóstico: soldar esa fractura costaría treinta o cuarenta años. ¿Cómo ha calculado con tanta exactitud el tiempo que hay que mantener escayolado al paciente? La fractura que produjo la independencia de las colonias americanas aún no se ha soldado, y van siglos. Esta fractura en cambio, el Dr. González la soldaría con su célebre “botiquín de emergencias de Estado” en treinta o cuarenta años máximo. ¿Y por qué habría que soldarla? ¿Alguien piensa que hay que soldar la fractura que produjo la independencia americana? ¿Quiere decir González en realidad que, si Cataluña se independiza, costaría treinta o cuarenta años reconquistarla? Bonito será de ver el mando anfibio del ejército, con Aznar y Felipe mano a mano bajo la advocación de don Pelayo: eso no me lo pierdo.

Tras croar, satisfecho, se calla el oráculo y el silencio vuelve a la charca, en la que destella su vientre frío y viscoso a la luz de la luna. Todos nos hemos reído mucho y esperamos que vuelva pronto con más diversión. Es impagable, mejor que Tip y Coll. El problema es que, como gracioso, es gracioso; pero no deja de ser lamentable que haya que escuchar tantas bobadas.

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