“Pasamos de puntillas por la historia de los comuneros porque fue una rebelión contra la monarquía absolutista”

“Es difícil hallar un tema tan básico para la concepción de nuestra Historia Moderna como el de las Comunidades de Castilla. Y ello es así porque suponen un resumen de los caminos por los que ha discurrido nuestro pensamiento histórico en los últimos siglos”. Así escribía el historiador Fernando Martínez Gil, probablemente uno de los historiadores toledanos y españoles más versados en el estudio de la Guerra de las Comunidades. Martínez Gil ha presentado esta semana su último libro, enfocado principalmente en la figura de Juan de Padilla para analizar “el mito” que se ha creado alrededor de la figura de uno de los líderes comuneros que encabezaron la revuelta de 1522.

Martínez Gil lamenta la poca atención que se ha puesto, en general, a la Guerra de Comunidades por parte de las instituciones. O, incluso, en los centros educativos. “Tengo un sentimiento de decepción, porque habiendo sido las comunidades de Castilla, se han dejado pasar sin pena ni gloria estos hechos en la región. No sólo me entristece porque sólo sea uno de mis temas predilectos, sino porque como otros acontecimientos históricos, podemos aprender lo que ha aportado a la historia de España, a los años del siglo XVI e, incluso, a nuestro presente. Porque en nuestro presente seguimos haciendo preguntas al pasado para entender mejor el presente que vivimos”, recalca el historiador.

“Me duele que nos hayan hurtado este debate. Las comunidades tienen todos los elementos para entender mejor este presente problemático que vivimos en este país. Sigue siendo un problema, porque no todo el mundo está a gusto con la idea que se quiere tener de él”, reflexiona Martínez.

El “mito”

Juan de Padilla era un “reto” para el historiador, al ser uno de los personajes más conocidos de la Historia de España, pero que no contaba con una biografía que profundizase en su vida. 'Juan de Padilla. Biografía e historia de un mito', es el último trabajo, que se presentó este jueves justamente en la Facultad de Humanidades, situada en la plaza Juan de Padilla de Toledo. “Quería hablar de él como un ser humano en su contexto histórico, pero también de la utilización que se ha hecho de su nombre en los cinco siglos posteriores”, recalca Martínez Gil. Un “mito” que se ha ido forjando a nivel nacional, reflexiona.

El recuerdo de la Guerra de las Comunidades se ha “vaciado de contenido”, lamenta el historiador, que recalca que hoy se considera como algo “perturbador”, pero que tuvieron un fuerte contenido político. “Las conmemoraciones no son casuales, las vamos seleccionando. Algunas se celebran porque refuerzan nuestras ideas de hoy, o de las élites que nos dirigen. Pero otros acontecimientos son más problemáticos, cuestionadores de este orden establecido”, recalca. Entre ellos, la revuelta comunera.

“Fue una rebelión. Incluso hay historiadores que hablan de revolución y nos ponen los pelos de punta. Además, se ha relacionado con los nacionalismos, y es otra de las cosas que no se quieren oír actualmente, porque no hemos logrado integrar los nacionalismos en la nación de naciones que es España. Nos molestan, las rechazamos y al considerar las comunidades como nacionalismo castellano, mejor no hablar de ellas”, señala.

“Pudieron marcar la historia de España”

Por eso, no dura en defender que la historia “debe transmitirse”. “Porque debemos conocer nuestra historia, si no nos estamos engañando. No vale lo de remover el pasado, hay que conocerlo para saber de dónde venimos y de dónde queremos ir. Las comunidades hay que situarlas en su contexto, que es un mundo muy diferente al nuestro. Pudieron marcar la historia de España y hacerla evolucionar de otra forma”, explica.

“Pasamos en puntillas por los comuneros porque fue una rebelión contra la monarquía absolutista”, resuelve. Pero no contra la monarquía como institución, sino contra la que “no respetaba las instituciones” y las relaciones que existían entre el rey y su reino. “Es más bien una limitación de la monarquía”, señala. Una institución encarnada en la Reina Juana I, añade. “Es inevitable establecer relaciones y connotaciones que relacionan los hechos con lo que sucede ahora, y eso es apasionante. Lo bonito de la historia es preguntarle desde nuestro presente. Mucha gente se siente incómoda con la historia del pasado, porque no refuerza el orden establecido que tenemos”, lamenta.

Finalmente, volvemos a Juan de Padilla y, como no puede ser de otra manera, de María Pacheco. “Trato de responder a la pregunta de por qué Padilla se involucró tanto, hasta perder su vida. Las he encontrado estudiando su linaje, sus antecesores, sus expectativas que tenía por ser miembro de ese linaje y haber nacido en Toledo. Y esto dentro de las comunidades, que son una especie de epicentro para interpretar la historia moderna de España. Se le ha ensalzado y denigrado, con dos interpretaciones opuestas. El mito de Juan de Padilla se ha ido transformando según las conveniencias de cada presente”, concluye.

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