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Las mujeres en la revuelta comunera, más allá de la Leona de Castilla: “Tienen protagonismo, pero su nombre no ha trascendido”

Ministerio de Cultura

Francisca Bravo Miranda

22 de abril de 2021 19:21 h

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María Pacheco, un nombre inolvidable e imposible de reconocer. Es uno de los símbolos de La Guerra de las Comunidades de Castilla, la 'Leona de Castilla'. Su valor y carácter le valieron una importancia equiparable a Juan de Padilla, Juan Bravo o los hermanos Maldonado. De Pacheco se habla de su modelo de “valentía e iniciativa”, una figura que se ha ido creando en el imaginario colectivo durante los últimos 500 años. Pero, ¿fue la única? Ni mucho menos. La celebración del V Centenario de la revuelta comunera quiere aprovechar la importante efeméride para recordar a las distintas mujeres y el papel que cumplieron no sólo en el levantamiento comunero, sino también desde el lado realista.

Desde el Ministerio de Cultura recuerdan a otras dos mujeres comuneras, Ana Abarca y María Coronel, que han quedado “ensombrecidas” tras la huella de la Leona. De ellas hay rastro documental que se ha rescatado por el Ministerio. Al igual que Pacheco estaban casadas con símbolos importantísimos de la revuelta: Ana Abarca fue la esposa de Francisco Maldonado y María Coronel, de Juan Bravo. Y como ocurrió con Pacheco, más allá de sus vínculos maritales, destacaron por la defensa de sus familias y su patrimonio, especialmente tras la derrota de los comuneros. Abarca, de hecho, llegó a ir a los tribunales en Valladolid para defender a sus hijos.

“Las mujeres tienen protagonismo, pero su nombre no trasciende”

María Isabel del Val, presidenta de la Sociedad Española de Estudios Medievales, explica que es algo “común” en el imaginario colectivo pensar que las mujeres en el siglo XVI no podían tener papeles destacados. “Pero la realidad era otra. Las mujeres comuneras, lo mismo que en el bando realista, tienen protagonismo, con acciones menos conocidas, por lo que sus nombres no trascienden”, explica la destacada historiadora. Del Val participó en el libro 'Mujeres en armas, en recuerdo de María de Pacheco y las mujeres comuneras', en la que se rescata también la vida y obra de estas mujeres.

La historiadora explica que entonces las mujeres eran parte de la construcción social de su época. “Otra cosa es que hayan dejado huella en la documentación de la que disponemos, y cómo las vemos con nuestra mirada actual, desde nuestra época contemporánea. Siempre nos hemos fijado más en las acciones de los hombres y no de las mujeres”, recalca. De María Pacheco destaca que pertenece a un gran clan nobiliario, el de los Mendoza. Y dentro de este clan también está la hermana de Pacheco, María López de Pacheco y Mendoza, que se hace llamar María de Mendoza, casada con el Conde de Monteagudo, Antonio de Mendoza.

María vivía en Almazán, una localidad “muy importante” dentro de la Corte de Castilla, y un lugar que defiende frente a los comuneros. “Ella evita que las comunidades se impongan en esta zona. Es ella la que defiende la causa realista, se enfrenta a los comuneros, a quienes se les derrota precisamente por acción de María. Como ella, son muchas las que no conocemos”, recalca del Val.

Una espía en las tropas comuneras

Pensemos en las dificultades a las que se enfrentaron los comuneros, por ejemplo, cuando se reconoció a Juan de Padilla como capitán de las tropas comuneras. En esos grupos de personas que salieron a la calle para manifestarse, se encontraban también las mujeres, explica del Val, que también participaban en estas decisiones y mostraban su opinión. “También su opinión política”, recalca la historiadora.

Del Val también recuerda a Ángela Palafox, una mujer espía del bando realista que fue capturada por los comuneros. “Intentan incluso utilizarla como escudo humano, para ponerla en la primera línea de batalla”, relata. También recuerda a mujeres de la oligarquía urbana, como Ana Abarca, y su papel a la hora de recuperar los bienes de su marido, que defiende como suyos propios. “Fueron muchísimas las mujeres que se levantaron para defenderse así. Van a los tribunales, a reclamar los bienes confiscados, y logran recuperarlos”, señala. Abarca llegó a tener pleito con la Universidad de Salamanca, para defender la titularidad de los bienes que la institución educativa reclamaba.

Juana Pimentel era la madre de Pedro Maldonado, juzgado en Simancas. “Ella no sólo reclama los bienes de su hijo, sino también su cuerpo”, explica. “La mirada historiográfica siempre se ha ido al punto de vista del poder, del poder desde la administración. Pero ellas tenían vetado el ejercicio de poder. No podían ser jueces o regidoras. Pero sí pueden ser reinas, como Isabel de Castilla, o como Juana, la reina que reivindicaban los comuneros”, recalca. “La mirada siempre se ha ido a la acción de los varones”, añade.

La historiadora recalca que tras el Concilio de Trento y la reforma de la Iglesia, crecen aún más las dificultades para actuar en la esfera de lo público. “La historia ha privilegiado la acción de los varones y no de las mujeres”, señala. A pesar de esto, insiste, que las mujeres “siempre se han defendido a sí mismas y a su entorno, y cuando ha sido preciso, se ha hecho ante las instituciones”.

Juana de Castilla

No es posible olvidar en este sentido el papel de Juana de Castilla. “Si tuviéramos que calificarla, Juana sería una mujer maltratada. No sólo a partir de su encierro en Tordesillas, sino antes, por parte de su marido”, explica del Val. Aunque era “consciente” de que no podía gobernar ella sola, también sabía que era ella la titular del reino y así lo defiende hasta su muerte. “Ella aparece en la documentación como reina, hasta el momento de su muerte. En realidad Carlos no abdicó antes, porque estando su madre como reina no podía abdicar. Juana jamás renunció a ese papel que sabía que era suyo”, señala.

“Fue apartada de todo por su marido, que no sólo la maltrató como mujer, sino también como reina. Felipe, en Flandes, quiere proclamarse rey sin contar con ella y cuando vuelve, la margina. Es él quien negocia para apartarla absolutamente”, concluye.

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