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ENTREVISTA

Sophie Gilbert: “Que algunas feministas quieran convertirse en 'tradwife' es uno de los grandes retos de la modernidad”

La escritora Sophie Gilbert posa para elDiario.es en Barcelona

Sandra Vicente

Barcelona —

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Britney Spears, Roro, Madona, Eva Herzigová o Rosalía son mujeres que tienen más en común de lo que parece. Todas ellas se han acabado convirtiendo en un icono que ha revindicado un tipo de feminidad —que no siempre feminismo— que ha levantado polémicas. Y, además, todas ellas son producto de una industria “que busca anular el activismo de las mujeres”. Son palabras de Sophie Gilbert, finalista del Pulitzer en 2022 que ha analizado la cultura pop desde los años 80 hasta la actualidad para ver cómo la industria ha intentado enfrentar a las mujeres entre ellas.

Viaja a Barcelona para presentar su último libro, Chica contra chica (en castellano con Libros del KO y en catalán con Raig Verd). El título de la obra es ya, de por sí, una declaración de intenciones, sobre todo en el original en inglés. Girl on girl no solo hace referencia a la competitividad entre las mujeres, sino también evoca al nombre por el cual se conoce el porno lésbico. “Enfrentarnos, sexualizarnos y convertirnos en una marca comercial”, así resume Gilbert el postfeminismo que inunda la sociedad desde que la cultura entendió el poder que tenían las mujeres enfadadas y organizadas y defenestró el movimiento de las Riot Grrrls para crear a las Spice Girls.

Dice que no le gusta la palabra empoderamiento porque es un concepto vacío. ¿Siempre lo ha sido o se ha desvirtuado?

Mis problemas no son con la palabra en sí misma. Es más bien cómo se usa. Siempre que la he visto aparecer durante mi investigación no ha sido para dar poder a las mujeres y permitirnos controlar nuestra narrativa, ya solo se usa para vendernos algo.

Recuerda aquellos anuncios de Eva Herzigová para Wonderbra en los 90. Cuando la gente se quejó de que eran sexistas, la empresa se justificó diciendo que no, que tanto los anuncios como sus productos eran “empoderadores” porque ayudaban a las mujeres a sentirse mejor. Es el mismo argumento que usó hace poco el CEO de OnlyFans para ganar más usuarios.

Dice que algo parecido le sucedió al concepto girl power, que se acabó convirtiendo en una marca comercial.

En efecto, es lo mismo, pero más obvio. Ese se usaba a principios de siglo y ahora lo hemos cambiado por el girl boss [La traducción literal es ‘jefa’, pero el concepto se refiere a una mujer con confianza]. Y ahora, si te fijas, todo se puede envolver en la etiqueta girl algo. Los girldinner o girlwalks [tendencias en redes que se usan para cenas de picoteo o paseos entre chicas].

Ese girl lo que sea se ha identificado con un estado mental, disociado del poder y la independencia. Ya no tenemos que identificarnos como mujeres, sino como chicas. Nos empujan a quedarnos en una mentalidad inocente e inmadura.

Hay otra tendencia, las girlmaths, que usa el humor para justificar gastos y compras irracionales. ¿Por qué participamos de estas tendencias que nos hacen parecer estúpidas?

Esa es la pregunta. Nos quieren pequeñas, pensando que no somos capaces, que no sabemos lo que hacemos. Pero no desde la frustración, sino que quieren que lo aceptemos como parte de un estado de inmadurez permanente.

Hemos pasado de las tendencias que reivindicaban mujeres fuertes a las que nos quieren inmaduras. ¿Va el feminismo en retroceso?

Es una nueva manera de postfeminismo y no deja de ser una vía para la atención de las mujeres y vendernos productos, a la vez que intentan anular el activismo de las mujeres, diciéndonos que las últimas olas del feminismo, en realidad, coartan nuestros derechos.

Quizás la muestra más reciente de eso es Rosalía, que ha rehusado considerarse feminista, y a la que se le están afeando posturas conservadoras tras la publicación de su nuevo disco. ¿Ha podido escucharlo?

La verdad es que no mucho, pero me parece muy interesante ese regreso a la religión y a la relación con Dios. La espiritualidad siempre ha sido una fuente de inspiración muy fructífera para el arte y no solo se ha usado de manera conservadora. Fíjate en Madonna en los 80, que recuperaba la estética religiosa de manera provocadora. Aunque desconozco si es el caso de Rosalía.

Lo que se critica no es el disco, sino la promoción. Más allá de lo evidente, que es vestirse de monja, se destaca que ha rebajado el tono de su voz o que sus outfits son mucho más recatados. Incluso ha empezado a colaborar con influencers de cocina, cuando nunca había mostrado interés por eso, y ha llegado a llevar pasteles caseros a programas de TV. ¿Por qué alguien como Rosalía ha pasado de hacer reguetón sexy a adoptar conductas propias de una tradwife?

Que a algunas mujeres feministas empiecen a querer convertirse en tradwifes es uno de los grandes retos de la modernidad. Nos dijeron que podíamos con todo, pero si tienes un trabajo, crías una familia y eres activa en tu comunidad, estás increíblemente ocupada y muy estresada. El mercado laboral es hostil para las mujeres, así que hay algo atractivo en la idea de dejar ir algo de esa ambición, convertirse en una tradwife y volver a los arquetipos femeninos.

Deberíamos mejorar las condiciones de conciliación, tanto para las mujeres como para los hombres porque, aunque a veces lo olvidemos, ellos también son padres. Es la única manera de combatir esa idea que aparece en redes de que quedarse en casa haciendo pan de masa madre mientras crías a tus hijos es fantástico. Te lo digo como persona con dos criaturas: eso no es real.

Dice que las tradwifes buscan refugiarse en casa de la explotación del mercado de trabajo. Eso puede llegar a tener sentido, pero entonces ¿por qué no hay ni un solo atisbo de queja o reivindicación en sus discursos?

Porque no sienten rabia. Que el mercado laboral sea hostil es solo una excusa para volver al hogar, un lugar en el que muchas mujeres desconectan de la idea de la fuerza colectiva. Es lo mismo que pretendía hacer el movimiento girlboss en su momento, pero en un contexto diferente.

Se trata de convertirte en el centro de tu universo y dejar de preocuparte de cambiar el mundo, de trabajar con tu comunidad o de promover cambios. Todo se trata de ti y de tu esfera. Es ese empoderamiento falso del que hablábamos antes.

Tanto las 'tradwifes' como las célibes voluntarias son una respuesta al devenir de los hombres en la última década

Por un lado hay un auge de las tradwifes y, por otro, de mujeres que se llegan a declarar en celibato voluntario. Lo ha hecho Rosalía y lo recogen publicaciones como Vogue, que se preguntaba en un artículo si ahora tener novio era vergonzoso. ¿Por qué se dan ambas pulsiones a la vez?

Es complejo. Son mujeres que se niegan a conformarse porque han estado en mil citas y se han dado cuenta de que ningún hombre cumple sus expectativas. Es normal que no quieran casarse. Saben que pueden tener una vida plena y estabilidad financiera aunque se queden solteras.

Ambas cosas son una respuesta al devenir de los hombres en la última década, durante la cual han estado expuestos a mucho porno, pero también han tenido a una manosfera que les dice que las mujeres no son sus iguales y, por lo tanto, no merecen el mismo respeto. De esa percepción salen tanto las tradwifes como las célibes voluntarias. Y las redes sociales se han encargado de agrandar el fenómeno.

Sophie Gilbert, durante una charla en Barcelona con motivo de la presentación de su libro, 'Chica contra Chica'

Las redes sociales tienen una influencia innegable, la misma que, según usted, tuvieron los realities que se empezaron a popularizar a principios del siglo pasado.

Al principio eran una especie de experimento social y se popularizaron por una curiosidad sincera de ver la intimidad del ser humano en su hábitat natural. Pero se acabaron convirtiendo en un mensaje subliminal que les decía a las mujeres que si estaban dispuestas a exponerse lo suficiente, podrían ganar fama y fortuna.

Cualquiera de nosotras podía ser Paris Hilton o Kim Kardashian; solo hacía falta sacrificar nuestra intimidad. Por eso, cuando salieron las redes sociales, primero Facebook y luego Instagram o TikTok, fue natural que retransmitiéramos nuestras vidas.

Dice que los realities retransmitían al ser humano en su hábitat natural. Quizás se pensaba así al principio, pero luego entendimos que estos programas, igual que las redes sociales, son un espacio publicitario enorme. ¿Qué mensajes se nos han inculcado a las mujeres a través de ellos?

Es muy interesante ver cómo ha cambiado nuestra idea de la belleza. Piensa en la proliferación de programas de cambio de imagen: nos enseñaron a vernos como proyectos que siempre tienen margen de mejora y necesidad de renovarse. Siempre hay aspectos que debemos cambiar y, para ello, siempre hay productos que comprar.

En Estados Unidos y el Reino Unido ha habido una gran variedad de realities, pero todos tienen en común que la victoria de las mujeres va relacionada con su belleza. Cosa que no se repite en el caso de los hombres.

¿Por qué?

Porque los realities son programas vistos por mujeres. Y eso está cambiando ahora con las redes sociales, que llegan también a los hombres. Está habiendo una explosión de contenido de belleza para ellos, pero diferente. A ellos se les vende que el éxito va ligado a la fuerza y a los músculos. Tanto, que en el Reino Unido y Estados Unidos hay una crisis de consumo de esteroides.

Los realities llevaron la obsesión con el sexo al extremo en el momento en que un periódico llegó a ofrecer 10.000 libras a la primera pareja que se acostara en Gran Hermano

Los realities también han influenciado nuestra visión del sexo. De hecho, en España se acuñó el verbo edredoning como manera de referirse a las relaciones sexuales a raíz de un episodio en Gran Hermano.

¿En serio? [Risas] Me encanta ver cómo estos programas han ayudado a retirar parte del puritanismo social sobre el sexo. Aunque es cierto que en algunos casos se ha ido demasiado lejos. Los medios ingleses, por ejemplo, siempre han estado obsesionados con el sexo, pero los realities llevaron esa obsesión al extremo en el momento en que un periódico llegó a ofrecer 10.000 libras a la primera pareja que tuviera sexo en Gran Hermano.

El ser humano siempre ha querido ver sexo. Y siempre que ha salido una nueva tecnología, de lo primero que se hace es crear imágenes sexuales. Las pinturas rupestres tenían escenas eróticas, igual que las litografías del siglo XVII. Y siempre las mujeres han sido plasmadas como un objeto que debe generar placer al hombre. Eso ha sido así en el porno y los realities solo han hecho que reforzar esa idea.

Pero el sexo que se puede ver en los realities, que es real y cotidiano, no tiene nada que ver con el del porno. No hay espectacularidad ni prácticas extremas.

Eso es cierto, pero en los realities, igual que en el porno, el consentimiento no siempre ha estado claro. Y se ha visto en diversos casos de abusos. Luego hay otra cosa: se nos enseñó que el sexo era una manera de ganar popularidad y acercarnos al éxito. Pero un éxito que no es gratis porque, si accedemos, seremos tratadas de facilonas, mientras que ellos serán unos héroes. Y ese es un mensaje que se repite en los realities, en la música y en el cine.

En su libro analiza algunas películas y recala en American Pie, concretamente en la escena en que Jim filtra a todo su instituto unas imágenes de Nadia, la alumna de intercambio, desnuda. A ella la castigan haciéndola volver a casa (y no se la vuelve a ver) y, en cambio, él no afronta ninguna consecuencia. Se recuerdan muchas escenas controvertidas de American Pie, pero casi nunca esa. ¿Por qué?

Recuerdo cuando vi esa película. Me generó bastante incomodidad, pero nunca supe exactamente por qué. Y es cierto, esa no es de las escenas que más recordaba. Me generaban más malestar otras más soeces. Pero, al volver a verla, me impactó la historia de Nadia que es, básicamente, pornografía no consentida, pero en aquel momento no teníamos palabras para describirlo. Por eso lo normalizamos. Por eso y porque nuestros amigos se reían de la que fue una de las películas de humor adolescente más populares.

Como esa hubo muchas otras que, en esencia, presentaban el sexo como el objetivo último de los adolescentes, mientras que las chicas son el enemigo que se interpone entre ellos y su deseo. Y esa visión ha creado un camino fantástico para la comunidad incel [hombres autodenominados célibes involuntarios que se caracterizan por una extrema misoginia]. Se han criado con películas que, como American Pie, les enseñaban que el sexo es un derecho de los hombres y que la única función de las mujeres es concederles ese derecho.

Se ha hablado mucho de cómo se construyen los incel, pero ¿qué consecuencias tuvo para las chicas verse representadas de esa manera?

Se nos convirtió en las guardianas del sexo, lo que es una responsabilidad enorme. Cuando pones sobre una adolescente el peso de las expectativas de un chico, sus elecciones nunca serán pensando en ella o en cuáles son sus términos. Nuestros deseos quedaron subyugados por todo lo que no ha enseñado la cultura, y eso es muy difícil de cambiar.

Si nos fijamos en los 2000, la sexualidad de la mujer era performada para el hombre, para satisfacer al otro. Nunca tuvimos la libertad de imaginar qué queríamos porque lo que queríamos no era importante.

La extrema delgadez vuelve a estar de moda porque había que combatir a esas mujeres que estaban ganando poder e independencia

Asegura que una buena manera de analizar la sociedad es a través de la fotografía de moda. En esos primeros años 2000, la tendencia eran las modelos adolescentes y ultra delgadas, hasta que llegaron mujeres como Beyoncé o las Kardashian a romper con eso. Pero ahora parece que la extrema delgadez ha vuelto. ¿El body possitive no sirvió para nada?

La moda habla mucho de lo que pasa en el mundo. La extrema delgadez vuelve a estar de moda porque había que combatir a esas mujeres que estaban ganando poder e independencia. Por eso ahora están proliferando las influencers que te dicen que comas poco y que van recalcando la idea de tener que hacernos pequeñas y así resultar atractivas para los hombres. Es lo mismo que con el clean look: todas estas tendencias nos llevan a destacar menos, a no romper las normas y a ocupar menos espacio.

Es una idea terriblemente conservadora y creo que las dietas son, en realidad, un proyecto de distracción. Si estamos ocupadas en odiarnos a nosotras mismas y en intentar ser más bonitas, más deseables y más sexis, no pensamos en los cambios que tenemos que promover para tener vidas significativas, seguras y plenas. Venimos de unos años en que se han ganado muchos derechos y mucha consciencia. Tenemos más voz para denunciar lo que nos afecta y eso es peligroso. Sé que suena a teoría de la conspiración, pero es algo cíclico.

Si es cíclico ¿por qué seguimos cayendo en la trampa?

Eso es algo que me pregunto cada día. ¿Por qué Kim Kardashian ha pasado de ser una mujer que podía sostener una copa de champán en su trasero a estar ultra delgada? ¿Por qué ahora se dedica a vender corsés? ¿Por qué veo cada vez más contenido para adelgazar y rejuvenecer la cara en mi Instagram?

Es contenido que despierta inseguridades que tenemos instauradas muy en el fondo de nuestro ser y que, a pesar de que pensamos que las teníamos dominadas, ahí están. Todas tenemos Instagram lleno de contenido de skincare y yo, que soy feminista y pensaba que estaba por encima de estas cosas, me he acabado comprando cremas. Nos quieren preocupadas por nuestras inseguridades y celosas con las demás mujeres que se ven más jóvenes y guapas. Así que espero que hayamos absorbido algo de esos años de cultura body possitive para resistir esos mensajes terribles con los que nos van a seguir bombardeando.

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