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El damasquinado

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Hace ahora un año Luis Peñalver, investigador y divulgador que lleva en el ADN el arte del damasquinado, reclamaba en un artículo varias medidas necesarias para que perviviera este arte centenario, que identifica a nuestra ciudad con otro bien cultural inmaterial, tan toledano como el mazapán, la liturgia mozárabe o la fiesta del Corpus.

Loable iniciativa, ya que, tal como se encuentra ahora, con artesanos que se cuentan con los dedos de las manos y sin aprendices, tememos que apenas pueda sobrevivir a los nuevos usos, materiales y diseños, con tanta o igual necesidad que querríamos para los procesos de producción cerámica de Puente del Arzobispo y Talavera de la Reina.

Decíamos que Luis Peñalver proponía declarar Bien de Interés Cultural, con la categoría de Bien Inmaterial el proceso de creación del damasquino toledano, e incluso se atreve a pensar en su declaración por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Crear una red de producciones de orfebrería sobre hierro como se realiza en Éibar (Guipúzcoa), Kioto (Japón), Meknes (Mequinez, Marruecos), Siria, India… podría situar a Toledo en el mapa internacional en este tipo de artesanías, y su declaración como Patrimonio de la Humanidad, reforzar su vigencia como seña de identidad de la ciudad.

Reclamaba, asimismo, la creación de un centro de aprendizaje de sus técnicas, ya fuera en la Escuela de Artes de Toledo, lugar que conoció un momento brillante de formación, creación y divulgación de esta artesanía, en un Taller Municipal o a través de un ciclo de formación reglado en algún instituto de la ciudad. Terminaba exponiendo la posibilidad de crear una Fundación Damasquinado Toledano, que encauzara todo aquello que promoviese su estudio, aprendizaje, producción, calidad, difusión y venta.

Efectivamente, el proyecto está en marcha. Probablemente, la creación de una sede física en la Casa de las Cadenas puede dar a la Fundación un impulso para consolidarse. Y es que, la nueva corporación toledana, con buen criterio, y para, además, utilizar uno de los inmuebles del que es titular y que está sin uso desde hace lustros, la llamada Casa de las Cadenas, propone instalar allí un centro del damasquinado toledano.

Es importante que la fundación tenga allí su sede y consolide sus proyectos, convirtiéndose en interlocutor válido para coordinar las actuaciones que las distintas administraciones públicas pudiesen hacer al respecto.

Se debería avanzar más en la protección del producto, poniendo la Consejería de Turismo toda una panoplia de medidas que refuercen la distinción entre el damasquinado realizado con técnicas artesanales con aquel otro realizado con técnicas de estampación o de electrólisis. A la 'Denominación de Origen' (futura IGP artesanal, desarrollo de una directiva europea) debería la Comisión de Artesanía de Castilla-La Mancha establecer un marchamo de “producto artesano”, e impulsar desde la Empresa Pública de promoción del Turismo y la Artesanía de Castilla-La Mancha (ETURIA) la promoción del mismo.

Por último, señalar que el Ayuntamiento de Toledo y la Dirección General de Turismo, Comercio y Artesanía deberían extender las medidas de protección y fomento de artesanías con este valor artístico e histórico a las de la espadería toledana (al igual que se hizo con la cuchillería de Albacete), al cincelado y a otras dos artesanías que habría que rescatar del olvido: la cerámica y el bordado toledano. Dos artesanías que en otro momento competían con centros productores de cerámicas y bordados que hoy presumen de tener B.I.C. para sus piezas.

Hace ahora un año Luis Peñalver, investigador y divulgador que lleva en el ADN el arte del damasquinado, reclamaba en un artículo varias medidas necesarias para que perviviera este arte centenario, que identifica a nuestra ciudad con otro bien cultural inmaterial, tan toledano como el mazapán, la liturgia mozárabe o la fiesta del Corpus.

Loable iniciativa, ya que, tal como se encuentra ahora, con artesanos que se cuentan con los dedos de las manos y sin aprendices, tememos que apenas pueda sobrevivir a los nuevos usos, materiales y diseños, con tanta o igual necesidad que querríamos para los procesos de producción cerámica de Puente del Arzobispo y Talavera de la Reina.