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Los beneficios inmobiliarios desplazan la Barceloneta popular

Carteles contra los pisos turísticos en una vivienda de la plaza de la Fuente en la Barceloneta

João França

La Barceloneta que se moviliza hoy contra los pisos turísticos es un barrio sobre el que los datos muestran numerosas contradicciones. Un barrio estrella para el turismo, que atrae desde jóvenes viajeros “low cost” y hasta los turistas de lujo del Hotel Vela y el Hotel Arts –uno a cada extremo del barrio–, es también de los que tiene una más alta densidad de población. Según los datos del Ayuntamiento, es el segundo barrio con más habitantes por superficie de vivienda, con familias viviendo en los conocidos “cuartos de casa”, pisos de unos 30 metros cuadrados.

Este barrio tradicionalmente pescador muestra las desigualdades propias de barrios populares de la ciudad –aunque no al nivel de los más empobrecidos. En 2012 la renta familiar media de los barcelonetins era un 31% más baja que la del conjunto de Barcelona, y los datos del paro el pasado junio registraban un 11,8%, dos puntos por encima de la proporción de parados en la ciudad. Como consecuencia de las condiciones de vida, la esperanza de vida en el barrio de La Ostia, como también es conocido, es tres puntos inferior a la media de la ciudad condal (cinco puntos inferior en el caso de los hombres), según datos de la Agencia de Salud Pública de Barcelona.

A pesar de ello, las viviendas de la Barceloneta se encuentran entre los más caros de la ciudad. El precio medio del metro cuadrado en venta es de 3.490 euros, 307 euros más que la media de la ciudad. De acuerdo con un informe elaborado por el portal idealista.com con datos de 2013, sólo 8 de los 73 barrios barceloneses lo superan, todos ellos con una realidad muy diferente a la del barrio pesquero, con una renta familiar alta, al menos un 23% por encima de la media.

Contraste con las dificultades de los vecinos

“Desde el estallido de la crisis hay más gente que se ha quedado sin trabajo y se encuentran que no pueden pagar el alquiler”, explica Emma Alari, de la Asociación de Vecinos de La Ostia. “Ya hemos parado unos cuantos desahucios, pero contrasta mucho la sobreexplotación de pisos turísticos mientras los vecinos están siendo desahuciados”, añade.

“Con lo que pasa en la Barceloneta no podemos hablar de gentrificación, que es lo que se da cuando la gente compra un piso y cree que está en un lugar más glamoroso, sino que lo que está sufriendo el barrio es un turismo masivo, puro y duro”, explica Mercè Tatjer, catedrática de la UB especializada en geografía e historia urbana. “Esto sólo provoca la degradación del barrio”, apunta.

Alari defiende que “un piso turístico es un piso que deja de tener su función social como vivienda para pasar a ser un negocio, y como es tan rentable hay propietarios que no renuevan los inquilinos para tener a turistas por días”. Con esta situación, explica que “el testimonio de vecinos que se van es un cuentagotas constante”. Finalmente, dice, muchos terminan optando por opciones más grandes y más baratas en otros barrios.

Y como se ha llegado a esta situación? “Porque son pisos muy pequeños, muy fáciles de convertir en apartamentos, los arreglas con cuatro duros y quedan bastante bien, y en cambio es mucho más difícil convertir un caserón grande de la ciudad vieja en pisos turísticos”, explica Tatjer. Y añade otro elemento: la proximidad de la playa. “Hace años que vimos que este podría ser uno de los peligros del barrio si no se ponía ninguna medida”.

La catedrática ve un elemento clave en esta falta de medida. “Hace 7 u 8 años que los vecinos alertan sobre los pisos turísticos”, recuerda, y considera que “desde hace unos 20 años que no hay un interés de la administración para hacer un plan coherente, se ha dejado que el barrio se fuera degradando, y con el turismo creciente ha habido aún menos voluntad”.

Degradación del barrio

La profesora Tatjer rompe con el mito de que el turismo reporta un gran regreso a la Barceloneta. “Aumentan los precios y la gente puede alquilar los pisos y tener grandes beneficios, pero no revierten en mejora del barrio”, asegura. “En casos de gentrificación a menudo se mejora el estado de algún edificio, pero aquí los propietarios no se preocupan por cómo está o deja de estar la escalera”. “Se expulsa la gente del barrio no para que venga gente con más alto nivel adquisitivo, sino para que vengan visitantes temporarios”, concluye.

“Los réditos se concentran en pocas manos y los habitantes son daños colaterales, se van por los aires los derechos a la ciudad y al arraigo”, apunta la vecina Emma Alari. Por ello, una de las demandas de la plataforma contra los pisos turísticos es convertir los pisos ilegales en manos de grandes propietarios en pisos de alquiler social para resolver el problema habitacional en el barrio. “También pedimos que no haya más desahucios mientras haya pisos turísticos, porque esta gente ve vulnerado su derecho a la vivienda mientras se está haciendo un lucro indecente”, dice.

La vecina también apunta a los cambios en el comercio del barrio. Con la aplicación este año de la Ley de Arrendamientos Urbanos los propietarios de locales con alquileres antiguos han podido subir los precios de alquiler y muchos negocios tradicionales han tenido que cerrar, explica. “En cambio proliferan heladerías y puestos de comida rápida, que no son para el día a día. Todavía se puede hacer la compra, no hemos llegado el nivel del Born, donde cuesta hacer la compra del día a día, pero vamos en esa dirección” , asegura.

“En la Barceloneta hay mucha gente que trabaja, hay mucha vida de barrio, mucha cohesión, la gente se conoce, y está muy delimitado, la gente siempre pasa por los mismos lugares, en algún momento esto tenía que reventar”, afirma Tatjer. Por eso los vecinos siguen movilizándose y este sábado convocan una manifestación contra el modelo turísitico junto con plataformas y asociaciones vecinales de otros barrios de la ciudad.

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