Pere Duran Farell, el visionario que trajo el gas natural a la España del butano

Neus Tomàs

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Se ha escrito mucho sobre la burguesía industrial catalana, a menudo desde el desconocimiento. Su influencia se ha exagerado por intereses políticos, incluso antagónicos, pero lo que es innegable es que hay nombres sin los que no se puede entender Catalunya ni tampoco España. Pere Duran Farell es uno de ellos. La historia económica de la segunda mitad del siglo XX se explica gracias a figuras como la de este industrial nacido en Caldes de Montbui en 1921 y fallecido en Barcelona a la edad de 78 años. Duran Farell fue quien introdujo el gas natural en España, una apuesta que en ese momento, la década de los 60, era visionaria y que al principio no gustó nada al franquismo. Le ayudó su capacidad negociadora y sus contactos con algunos de los ministros que pese a ser de la órbita del Opus se alineaban con los sectores más modernizadores. Entre ellos, su amigo Gregorio López Bravo. 

Duran Farell procedía de una familia con tierras que no era especialmente adinerada, y cuyos padres querían que el hijo tuviese estudios universitarios. Él escogió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Podía haber sido un alto funcionario del régimen, pero sus aspiraciones eran otras. Empezó en Hidroeléctrica de Catalunya S.A, una empresa sin la que tampoco se puede explicar la historia de esta comunidad. Sus primeros trabajos fueron como responsable de los embalses de la cuenca del Noguera Pallaresa, esas presas y turbinas pirenaicas que todavía hoy permiten fabricar una electricidad que en su mayor parte va a parar al área metropolitana de Barcelona. 

Hidroeléctrica de Catalunya estaba participada por el Banco Urquijo, el Hispano Americano y la Catalana de Gas y Electricidad. A principios de los 60 se encargó a Duran Farell modernizar esta última compañía. En la España del butano, este ingeniero decidió apostar por el gas natural y la única manera de traerlo era ir a buscarlo a los yacimientos del norte de África que estaban bajo control de argelinos y libios. En representación de Catalana de Gas y el Banco Urquijo entró en un organismo, la Association Eurafricaine Minière et Industrielle, del que formaban parte varias empresas europeas interesadas, como él, en el gas del Magreb. Una década después, el mismo Franco que tantas inauguraciones de pantanos acumulaba, bendijo la planta de licuefacción del gas libio, que entonces llegaba a España con barcos. El primer buque atracó en el puerto de Barcelona en 1969. 

Tendría que pasar otro cuarto de siglo hasta que los barcos fuesen sustituidos por un gasoducto, el que conecta el Magreb con Europa. El empeño de Duran Farell y sus contactos políticos lo hicieron posible. Las negociaciones empezaron en el 90 y dos años después se conseguía el acuerdo entre el Gobierno de Marruecos, la petrolera marroquí SNPP (Société Nationale Des Produits Pétroliers) y la española Enagás que permitió empezar las obras de un proyecto que incluía 1.400 kilómetros, de los cuales 47 son submarinos. Uno de los retos y un éxito de la ingeniería en ese momento fue cruzar el estrecho de Gibraltar. Se inauguró el 1 de noviembre de 1996, cuando todavía no calculábamos en euros y el coste fue de 297.000 millones de pesetas.

Desde entonces, el gasoducto GME ha transportado más de 200 billones de metros cúbicos de gas natural. Argelia puso el nombre de Duran Farell a un tramo como homenaje al industrial catalán. Ahora, después de que hace una semana el gobierno argelino de manera unilateral haya cerrado el gasoducto, el aprovisionamiento vuelve a hacerse con buques.

La figura de Duran Farell no solo está asociada durante más de tres décadas a la distribución del gas, primero en Catalana de Gas y después en Gas Natural (ahora Naturgy), donde estuvo hasta 1997. Como presidente de otra empresa, HIFRENSA, impulsó en 1966 la construcción de la central de Vandellós, la primera nuclear que hubo en Catalunya.

Los bonsáis de Premià

Los cronistas de la transición destacan que el talante conciliador de Duran Farell ayudó también a hacer de mediador más de una vez entre Felipe González (con quien compartía su afición a los bonsáis, según explicó el periodista Joan Tapia) y el entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Alguna de las conversaciones tuvo lugar en la casa del empresario en Premià de Dalt. “¿Por qué no os sentáis de una vez frente a frente y os lo decís todo?”, les espetó a ambos, según reveló una información de El País. Le hicieron caso y en su domicilio del Maresme encarrilaron el acuerdo entre el PSOE y CiU.   

A Duran Farell también se le atribuyó el papel de impulsor de los pactos entre los nacionalistas catalanes y el PP de Aznar. El escenario volvió a ser su domicilio. El mismo espíritu conciliador le sirvió para apagar más de un incendio entre un alcalde de Barcelona que era más que un alcalde, Pasqual Maragall, y un president, Jordi Pujol, que no se conformaba con gobernar solo la Generalitat. 

Duran Farell fue sobre todo un empresario, pero también un mecenas y un político sin necesidad de presentarse como tal. Cuando falleció, en julio de 1999, tras haber sufrido una embolia, una de las primeras llamadas que la familia recibió fue la del rey Juan Carlos. Por el Hospital de Barcelona pasaron dirigentes de la mayoría de partidos, desde Pujol a los ministros de Industria y Medio Ambiente en ese momento, Josep Piqué e Isabel Tocino, el socialista Narcís Serra o el que era alcalde de Barcelona, Joan Clos. 

No tenía ya un cargo ejecutivo aunque era presidente de honor de Gas Natural. Un par de semanas antes de morir había estado en Argelia y se había reunido con el presidente Buteflika, que hacía poco había accedido al poder. A Duran Farell le gustaba el desierto. Mucho. Tanto que sus cenizas se esparcieron entre dunas argelinas, junto a un monolito con inscripción en catalán y árabe.