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Etnografía de la exhumación de la fosa 100 de Paterna: enfrentarse en el presente a crímenes ejecutados hace décadas

Una antropóloga y una socióloga se han pasado seis meses investigando la fosa 100 del cementerio de Paterna, aunque más bien fuera que dentro del agujero donde fueron a parar los cuerpos de 28 víctimas del franquismo, la mayoría oriundas de la comarca valenciana de La Safor, fusiladas el 2 de noviembre de 1939. “En el cementerio de Paterna empezamos a hacernos preguntas más desde el presente”, relata a elDiario.es la socióloga Isabel Gadea i Peiró, coautora de Etnografia d'una exhumació, editado recientemente por la delegación de Memoria Histórica de la Diputación de Valencia.

Isabel Gadea y la antropóloga María José García Hernandorena han llevado a cabo un amplio trabajo de campo tanto en el cementerio, durante los trabajos de exhumación, como en la comarca de La Safor, en los pueblos de los que procedían las víctimas ejecutadas por el régimen franquista en la posguerra. Las autoras han realizado 22 entrevistas semiestructuradas en las que participaron 31 personas entre familiares directos y agentes técnicos, políticos o profesionales implicados en el proceso de exhumación. 

“El resultado final es la historia de vida de la fosa 100, es una técnica de la antropología social que trata de recuperar la vida individual de una persona desde que nace hasta el momento actual y que hemos aplicado a la fosa colectivamente”, sostiene Gadea. “Hay un juego pasado-presente, vidas que empiezan en el pasado y que llegan hasta el presente”, agrega la socióloga.

El estudio, disponible en las bibliotecas públicas valencianas y próximamente en la web de la Diputación de Valencia, se ha centrado en los trabajos de exhumación ejecutados por la empresa especializada Arqueoantro y en los diferentes agentes y prácticas que rodean al proyecto, desde las asociaciones de familiares hasta las instituciones implicadas en el proceso. “La vida familiar tiene mucha importancia porque hemos hecho un análisis del eje de transmisión de la memoria”, explica Gadea, quien destaca la “indispensable” perspectiva de género y reivindica “resituar las prácticas de las viudas” de los ejecutados.

“El hecho de ser un proceso de exhumación abre la puerta a tener una mirada más amplia, no estábamos mirando dentro de la fosa, mirábamos alrededor desde el presente y desde el pasado”, afirma la socióloga. Las fosas del cementerio de Paterna, cuya existencia sacó a la luz el historiador Vicent Gabarda con sus míticos estudios sobre la represión franquista, se convirtieron en la posguerra en lugares casi clandestinos para los descendientes de las víctimas. “Desde el día siguiente de los fusilamientos acudían viudas y dignificaban el lugar”, cuenta Gadea, quien considera que “con el silencio están transmitiendo un duelo abierto” y que se trata de una “práctica subversiva de su cotidianidad”. 

Las viudas “murieron vestidas de negro, durante la dictadura no podían manifestar su tristeza, sólo lo hacían el día de Todos los Santos que van a Paterna con flores y taulellets de Manises”. “Es muy complejo”, agrega la coautora del libro.

A pesar de haber localizado una veintena de familiares de los represaliados enterrados en esta fosa, los trabajos de identificación genética solo han podido reseñar tres cuerpos (se trata de los restos de Salvador Gomar Noguera y de Juan Luis Pomares Bernabéu, de Gandia, y de Vicent Blanquer Canet, de Xeresa) de la fosa 100.

Las autoras también han alimentado su investigación con conversaciones informales en el cementerio y la observación participante en actos relacionados con la memoria histórica. “Las repercusiones sociales (...) tienen que ver, a grandes rasgos, con la irrupción diacrónica que supone asumir y enfrentarnos a crímenes perpetrados 80 años atrás”, escriben en las conclusiones de Etnografia d'una exhumació.

El estudio analiza también la vertiente jurídica: “Hacer una etnografía te permite ver todos los trámites que los familiares deben hacer, las carencias que se pueden mejorar y cuál es la realidad institucional”, explica la socióloga Isabel Gadea. Además, “la vida jurídica del pasado de la fosa, reflejada en todo el papeleo con el que el franquismo simulaba legalidad, vuelve al presente para mostrarnos el aparato jurídico represivo de unos crímenes contra la humanidad”, defiende la investigación etnográfica.

Una antropóloga y una socióloga se han pasado seis meses investigando la fosa 100 del cementerio de Paterna, aunque más bien fuera que dentro del agujero donde fueron a parar los cuerpos de 28 víctimas del franquismo, la mayoría oriundas de la comarca valenciana de La Safor, fusiladas el 2 de noviembre de 1939. “En el cementerio de Paterna empezamos a hacernos preguntas más desde el presente”, relata a elDiario.es la socióloga Isabel Gadea i Peiró, coautora de Etnografia d'una exhumació, editado recientemente por la delegación de Memoria Histórica de la Diputación de Valencia.

Isabel Gadea y la antropóloga María José García Hernandorena han llevado a cabo un amplio trabajo de campo tanto en el cementerio, durante los trabajos de exhumación, como en la comarca de La Safor, en los pueblos de los que procedían las víctimas ejecutadas por el régimen franquista en la posguerra. Las autoras han realizado 22 entrevistas semiestructuradas en las que participaron 31 personas entre familiares directos y agentes técnicos, políticos o profesionales implicados en el proceso de exhumación.