La falsedad de Rovira y la verdad de la educación valenciana

9 de septiembre de 2025 12:10 h

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El conseller de Educación, José Antonio Rovira, repite una afirmación tan grave como falsa: que el gobierno del Botànic eliminó de los currículos escolares todo lo relacionado con ETA y el terrorismo. No es una exageración sin importancia: es una mentira deliberada que desfigura el esfuerzo de la comunidad educativa y de las instituciones que durante los últimos años trabajaron precisamente para garantizar que las nuevas generaciones conozcan esa parte oscura de nuestra historia reciente.

Quienes hemos seguido de cerca la evolución de los currículos de Historia en la Comunitat Valenciana sabemos que la realidad es muy distinta. El currículo de 2015, elaborado bajo la LOMCE, ya incluía de forma explícita el terrorismo dentro de los “desafíos de la consolidación democrática” en el último tercio del siglo XX.

El currículum aprobado en 2022, fruto de la LOMLOE y publicado en el Decreto 108/2022, no solo mantuvo esos contenidos, sino que los reforzó con un enfoque competencial y transversal de memoria democrática. En los saberes básicos de Historia de España aparecen referencias expresas a la “España desde 1939 hasta la actualidad”, a la “conciencia y memoria democrática”, a los “valores de la convivencia” y a los “problemas de la sociedad contemporánea”. Y en las situaciones de aprendizaje se habla de investigación histórica, debate y contacto con la memoria, lo que incluye necesariamente la reflexión sobre el terrorismo y la no violencia.

Aunque la palabra “ETA” no aparezca escrita en el decreto, las categorías competenciales obligan a trabajarla. El currículo no se limita a fechas: exige al alumnado reflexionar críticamente sobre la violencia, la democracia y el sufrimiento de las víctimas.

Aún más claro: los libros de texto de Historia de España, que hoy se utilizan en los centros valencianos que imparten la ESO y el Bachillerato, incluyen apartados específicos sobre ETA.

En ellos se explican los atentados durante la Transición, la violencia de los años 80 y 90, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el papel de los movimientos sociales contra ETA y el cese definitivo de la actividad armada en 2011. Incluso aparecen cuadros con el número de víctimas y actividades para analizar el impacto del terrorismo en la vida democrática.

Lejos de desaparecer, el tema se estudia con más recursos pedagógicos que nunca, desde una perspectiva que combina hechos históricos, memoria democrática y rechazo ético a la violencia.

Más allá del currículo oficial, durante la etapa del Botànic se impulsaron programas pioneros con el Ministerio del Interior, la Conselleria de Justicia y la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Entre 2020 y 2023, decenas de institutos participaron en el proyecto Memoria y Prevención del Terrorismo, que incluyó unidades didácticas específicas, charlas de víctimas en las aulas y visitas al Centro Memorial de Vitoria.

El balance fue rotundo: casi el 100% del alumnado valoró como muy útiles los testimonios recibidos. Que Rovira ignore o, peor aún, niegue la existencia de este programa es otra forma de manipulación. El Botànic no borró ETA de la educación; lo que hizo fue poner a las víctimas en el centro de un aprendizaje que trasciende los manuales de texto.

Y mientras acusa falsamente a otros de borrar la historia, lo que sí ha hecho el propio Rovira es eliminar cursos de formación del profesorado sobre memoria democrática y antifascismo. Durante los últimos años, el profesorado valenciano pudo acceder a programas formativos que les ofrecían herramientas para trabajar en el aula cuestiones como el exilio republicano, la represión franquista o la pedagogía de la memoria. Esos cursos fueron suprimidos sin justificación pedagógica, siguiendo únicamente un criterio ideológico: borrar la memoria incómoda.

Resulta paradójico: quienes claman contra un supuesto silencio sobre ETA son los mismos que silencian la enseñanza sobre el fascismo, la dictadura y las luchas democráticas que nos devolvieron las libertades.

La mentira de Rovira busca sembrar la duda sobre el compromiso de la escuela pública con la verdad histórica. Pero ese compromiso se demuestra tanto en los currículos oficiales como en los programas desarrollados con víctimas, instituciones y asociaciones. La verdadera amenaza no está en los currículos del Botànic, sino en la tentación de quienes hoy gobiernan de borrar todo lo que no encaje en su marco ideológico.

Por eso conviene ser claros: Rovira falta a la verdad cuando dice que el alumnado valenciano dejó de estudiar ETA. El alumnado lo sigue estudiando en el currículo oficial, en los libros de texto y en programas de memoria democrática. Lo que sí ha hecho Rovira es amputar la formación en antifascismo del profesorado, un retroceso inaceptable en un país que todavía arrastra las heridas del franquismo.

La educación no puede estar al servicio de la mentira. Necesitamos una escuela que enseñe toda la historia, desde la dictadura y la transición hasta el terrorismo de ETA y la violencia política. Una escuela que ponga en valor a las víctimas, que fomente el pensamiento crítico y que sepa que recordar no es reabrir heridas, sino cerrarlas de manera justa y democrática. Frente a quienes mienten, recortan y manipulan, la mejor respuesta es la verdad. Esa es la diferencia entre quienes creen en la educación como herramienta de memoria y democracia, y quienes solo la usan como instrumento de propaganda.

  • Miguel Soler es secretario de educación de la ejecutiva del PSPV-PSOE.