Cómo hacer sales de sabores en casa (y ahorrarte un pastizal)

Sales de sabores

Eva San Martín

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“La sal es el único producto que cambia la cocina”, declaró una vez el chef Ferrán Ardrià. Esto es porque el cloruro sódico añade sabor salado, algo que los humanos nacemos programados para adorar (y que necesitamos para vivir). Pero no solo: la sal también es ese ingrediente capaz de elevar un plato tristón al próximo nivel. 

Que le pregunten si no a quienes no pueden tomar sal. Además, este producto vive su propia revolución culinaria y basta con darse una vuelta por el lineal del súper para saber que comprar sal ya no es lo que era. Ahora puedes escogerla refinada o sin refinar, pero también en escamas, sal rosa, sal negra y de diferentes sabores, por poner solo algunos ejemplos. 

Pero mientras que una sal de escamas del montón ronda los 15 euros el kilogramo (kg) -otras valen más-, cuando viene aliñada con limón sube hasta los 33 euros. Por su parte, algunas de las llamadas “sales negras” solo difieren en un componente respecto de la sal básica. 

Le añaden pimienta negra (aunque la verdadera coge su color del azufre, ya que su origen es volcánico). Pero solo por añadirle la pimienta negra, te cobran el doble, unos 30 euros/kg. Lo mismo ocurre con la sal de hierbas, por la que nos pedirán unos 25 euros/kg. La buena noticia: puedes hacer tus propias sales de sabores en casa. ¡Y es tan fácil!

Sales de sabores caseras: método básico

La receta básica es tan sencilla como parece: basta con mezclar los ingredientes, secar y guardar. Por supuesto, puedes usar un molinillo de café o un procesador de alimentos: en este caso, introduce un puñado de sal marina sin refinar con tus aromas preferidos (hierbas, cáscara de limón seca, etc.). Aunque si eres de la vieja escuela, querrás picar las hierbas a mano o machacarlas en un mortero para que liberen lentamente todo su sabor. 

Puedes usar hierbas aromáticas clásicas como el tomillo o el eneldo, u optar por un toque picante, con unas guindillas. También quedan estupendas las sales cítricas, con cáscara de limón o de naranja (y algo de jugo), por no hablar de la sal con setas secas. [Hace unas semanas te contamos el truco para que las hierbas aromáticas duren más tiempo frescas.]

El truco crucial que no debes saltarte: deja que la mezcla se seque por completo, al menos 24 horas. La forma más sencilla de lograrlo consiste en extenderla en una capa lo más fina posible sobre una bandeja, y colocarla en un lugar caliente y aireado. Después, solo queda meter la sal con sabor en un recipiente con cierre hermético hasta que la necesites. Las sales de sabores se conservan sin problemas durante varias semanas. 

¿Algunas ideas más? La sal marida bien con el romero, el hinojo o con semillas de apio, un ingrediente que concentra todos los sabores. Pero el proceso se torna más interesante si mezclamos varias hierbas, o añadimos unas especias y, por qué no, ajo. [Hace unas semanas te contamos cómo cultivar tu propio ajo en casa con los dientes que compras en el súper.]

Cuatro recetas: sal picante, negra, de limón o con hierbas

  • Sal picante. No solo puedes hacer una fantástica salsa picante casera con todos esos jalapeños o guindillas; también puedes utilizarlos para elaborar tu propia sal. Ingredientes: 20 gramos (g) de sal sin refinar, unos 3 g de pimienta negra, 2 cucharadas de pimentón y una cucharadita de chiles o guindilla seca en escamas. Método: como hemos contado. Mezcla los ingredientes, déjalos secar y llena tu salero. 
  • Sal de hierbas. Es solo una receta orientativa, porque puedes jugar con diferentes hierbas y especias. Ingredientes: 20 g de sal sin refinar, 20 g de romero fresco, 20 g de tomillo fresco, la ralladura de un limón grande, y una cucharada de semillas de comino. Método: déjalo secar 24 horas al aire o utiliza el horno. En este caso, hornea las hierbas a 200ºC durante unos 10 minutos, hasta que estén secas. Y hornea el limón del mismo modo, pero solo entre dos o tres minutos. Una tercera opción es meter los ingredientes en una deshidratadora o, claro, comprarlos ya secos (aunque también más caros). 
  • Sal de limón. Necesitas: 20 g de sal sin refinar, y la ralladura de uno o dos limones grandes (en total, sobre unos 40 gramos). En lugar de solo limón, puedes añadir también la ralladura de una naranja.
  • Sal negra (con pimienta negra). No obtendrás sal negra de verdad, ya que esta se origina en medios volcánicos (y tu cocina, en principio, no lo es), pero sí puedes obtener una sal negra muy chula con granos de pimienta molidos. Mezcla las cantidades a tu gusto. 

Un recordatorio: el exceso de sal puede resultar dañino para la salud, y la OMS recomienda no tomar más de 5 g diarios (un poco menos de una cucharadita de café). Esta cantidad incluye lo que añades a los platos, pero también hay que tener en cuenta la que ya viene en el pan, en las salsas y en otros alimentos preparados. No queda otra que utilizar este ingrediente con maña y mesura para sacar lo mejor de nuestros platos. 

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