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Cueva de los 100 Pilares: un viaje sensorial a las entrañas de la Edad Media

Cueva de los 100 Pilares: un viaje sensorial a las entrañas de la Edad Media
Arnedo (La Rioja) —

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Arnedo (La Rioja), 18 abr (EFE).- El Cerro de San Miguel, en Arnedo (La Rioja), alberga la Cueva de los 100 Pilares, un complejo rupestre excavado por el hombre y considerado uno de los más importantes de España y sur de Europa, cuya visita se convierte en un viaje sensorial a las entrañas de estas cuevas desde la Edad Media.

Esta “ciudad” horadada en la roca en varios niveles de cuevas interconectadas, abiertas a la peña y sustentadas por multitud de pilares que dan el nombre a este conjunto arquitectónico, que se fija sobre el interior de un farallón de arcilla y arenisca.

Raúl Domínguez, concejal de Turismo de Arnedo, en una visita con Efe al complejo, lo define como “uno de los más extensos”, conservados y puestos en valor en el territorio español y en el sur europeo, por lo que ya está incluido en las Rutas Culturales de España, avalada por la Secretaría de Estado de Turismo; y en el Itinerario Cultural del Consejo de Europa Caminos de Arte Rupestre.

Tan misteriosas como sus galerías son sus numerosos huecos y nichos -columbarios- que sorprenden a lo largo y ancho de todas las paredes de esta colina, que recuerdan a los enterramientos para urnas cinerarias y a los que utilizaban los romanos para colocar las cenizas de los caídos en batalla, relata el edil.

“Cuevas existen a lo largo y ancho del país y en otros lugares del mundo, pero de esta tipología -talladas por el hombre y con columbarios- es difícil encontrar”, según Domínguez, quien ha avanzado que se proyecta tramitar la declaración de esta zona arqueológica como Bien de Interés Cultural.

CENTRO DE INTERPRETACIÓN ETNOGRÁFICO

El 2015, el Ayuntamiento Arnedo abrió al público una sala muy pequeña y, al año siguiente, habilitó otras cinco, en las que relataba la historia y usos de estas cavidades, cuyos orígenes y usos “siguen siendo un misterio”.

Fue en 2019, con una inversión de 200.000 euros, cuando el Ayuntamiento comenzó a trabajar en una segunda fase y ha convertido parte del complejo en un Centro de Interpretación Etnográfico, recientemente inaugurado y que recrea los orígenes de este patrimonio en una “experiencia más sensorial”, que llena de “espectacularidad” la visita.

Por las limitaciones de la covid-19, las visitas a este complejo, en el transcurso de aproximadamente un kilómetro de subidas y bajadas por este laberinto de cuevas, están reducidas a un máximo de 6 personas, lo que ha hecho colgar el cartel de completo hasta, al menos, el mes de mayo.

Los restos que se encuentran en los huecos de estas cavidades apuntan a su última utilización como palomares, pero también como refugio de la población que habitaba el Valle del Cidacos, ante las invasiones de bárbaros al inicio de la Edad Media (año 476).

“También se habla de que, muy probablemente, todo este complejo de galerías y cámaras pudieron constituir el antiguo Monasterio rupestre de San Miguel, en el siglo XI”, que surgió como un eremitorio, según este concejal de Arnedo, ciudad con unos 15.000 habitantes y conocida por su producción de calzado.

VIAJE SENSORIAL EN EL TIEMPO

Una de las experiencias sensoriales que llenan de magia este viaje en el tiempo a los usos y orígenes de estas cavidades se produce al llegar al antiguo depósito, excavado en la roca, donde el visitante, al adentrarse en sus 40 metros de profundidad, se recrea en la historia del agua, al tiempo que experimenta una sensación de ir caminando por el discurrir del agua, gracias un efecto sonoro y óptico dado a este espacio.

Otras de las cavidades recrea la vida de los primitivos eremitas y monjes de aquel monasterio rupestre, con los sonidos de las oraciones que practicaban, sus costumbres y las celdas en las que dormían.

Sorprende el escritorio de uno de aquellos eremitas, al tiempo que se escucha el sonido de su pluma sobre el pergamino; y en otra zona se aprecia a un monje rezando, arrodillado, rodeado de decenas de calaveras en los huecos de la pared.

Este viaje sensorial no deja indiferente al visitante cuando, al llegar a otra de las cavidades, se empapa de los olores y sonidos de la mezcla de hierbas secas, que se utilizaban para crear primeros remedios medicinales o curativos que, en su día, implementaban los habitantes de este lugar.

Además, retrotrae al pasado ver cómo era un palomar en una cueva, donde estas aves dormían y entraban a través de pequeños huecos excavados en la roca, levantaban polvo en esas estancias abiertas a la peña por las que se filtraba el viento y el sol.

Pilar Mazo

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