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Los seres humanos utilizamos el 10% de nuestro cerebro (y otras sandeces que se inventa Hollywood)

Scarlett Johansson en 'Lucy', la última película de Luc Besson

Lucía Lijtmaer

Lucy, el estreno más esperado de la ciencia ficción cinematográfica del año se basa en el mito más extendido popularmente del ámbito neurocientífico: que usamos únicamente una parte muy poco significativa del potencial cerebral. Lamentablemente se trata solamente de eso, un mito. El neurólogo John Gordon, del John Hopkins Institute, en la Universidad de Baltimore relataba en un artículo que esta idea se ha extendido probablemente por la necesidad de atribuir los fallos humanos a hechos biológicos, pero que está ampliamente comprobado que “usamos prácticamente cada parte del cerebro todo el tiempo, y que este está siempre activo”. La confusión popular podría venir del hecho que el cerebro está formado en un 10% por neuronas, y el resto por células gliales, que sostienen a las neuronas pero cuya función es aún desconocida. Por tanto: no es que usemos el 10% del cerebro, sino que solamente conocemos un 10% de cómo opera.

Esta es una de las muchas falacias que operan en la ciencia ficción cinematográfica o en el “futuro especulativo” de la ficción contemporánea. ¿Cuales son las mentiras más comúnmente aceptadas? ¿Qué resulta improbable -cuando no imposible- científicamente, por más que nos seduzca verlo en pantalla? Aquí van algunos ejemplos:

-El tremendo BOOM de una explosión en el espacio: Asumamos que pueda haber una colisión que produzca fuego entre dos naves porque ambas tienen tanques de oxígeno -necesario para que haya una combustión de tales características que provoquen llamas-. Incluso si cohetes, cometas o satélites chocaran y explotaran, lo que sería imposible es que oyéramos el ruido de esa colisión. El vacío impide que se transmitan las ondas de sonido, por lo que no habría ni crepitación ni choque que nos hiciera temblar de espanto al oírlo. Lo mismo ocurre con el sonido de las naves atravesando el espacio exterior, surcándolo como si se tratara de una bengala con un siseo mortífero. ¿Siseo? ¿Qué siseo? Imposible, según las leyes de la física. Como rezaba el aterrador lema de Alien: “En el espacio nadie puede oírte gritar”.

-Los sables láser de La Guerra de las Galaxias:Guerra de las Galaxias No hay elemento más icónico en el cine galáctico que las luchas de sables en plena batalla entre las fuerzas del bien y el Lado Oscuro. El problema es que la luz, por naturaleza, carece de masa, por lo que incluso si imaginamos haces de luz formando cilindros de colores, estos no chasquearían como acero medieval, sino que se atravesarían mutuamente como ocurre en el mundo real cuando dos láseres se atraviesan: pacíficamente y sin que ocurra nada. Pero no hay que ser pesimistas: científicos en todo el mundo están investigando cómo lograr a muy pequeña escala que un grupo aislado de fotones, en condiciones extremas -rodeados de átomos de rubidio y a temperaturas muy por debajo de cero- reaccionen de manera distinta a la habitual, y se agrupen, formando moléculas fotónicas. Esto podría significar un avance para la computación cuántica y para los fans de Star Wars.

-Teletransportarse y seguir siendo uno mismo: Quizás el mayor anuncio contra la experimentación científica como manera de llevarse a alguien al catre haya sido La Mosca, en la versión de David Cronenberg. Recordemos: Jeff Goldblum encarna a un científico que trabaja en un proyecto que revolucionará el mundo cómo lo conocemos, que consiste en el teletransporte de seres animados de manera completa, satisfactoria y prácticamente inmediata. Nada como decirle a Geena Davis: ¿quieres subir a ver cómo teletransporto a unos babuinos? Más allá de que Goldblum se engorile y decida teletransportarse él solito, la cosa no podía salir bien, o al menos no en 1985.

El físico Charles Bennet ya anunció en 1993 que el teletransporte era posible, pero únicamente si el objeto original era destruido, ya que el escaneo provoca tal disrupción en el elemento original que solamente la copia sobreviviría. Desde entonces, se ha podido avanzar lo suficiente como para teletransportar fotones. Durante los últimos diez años, los físicos teóricos han demostrado que las conexiones intensas generadas entre las partículas pueden ser claves para el teletransporte de información. A través de esta conexión, bits cuánticos (qubits) pueden ser enviados de un lugar a otro.

-Morir espectacularmente en el espacio: en el improbable caso de que la Estrella de la Muerte se estropeara y tuviéramos un accidente espacial, no explotaríamos ni nos congelaríamos. Nuestro cuerpo no explotaría porque la piel y el sistema circulatorio están diseñados para contener nuestros fluidos contra cualquier imprevisto, y nuestro interior no estaría expuesto al vacío y no herviría. Tampoco nos congelaríamos porque pese a que el espacio es un lugar muy, muy frío, no habría nada que pudiera ejercer la conducción térmica que nos quitara el calor. Aún así, nuestros pulmones se dilatarían hasta matarnos en menos de quince segundos. Un consuelo como cualquier otro.

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