'Karate Kid' vuelve 34 años después para “dar cera, pulir cera” en una webserie, y es buena

Barney Stinson, personaje de Cómo conocí a vuestra madre, consideraba que la estrella de Karate Kid era en realidad el villano de “la película con el final más trágico de la historia”. Para él, Daniel LaRusso es “un escuálido perdedor de Nueva Jersey” que se hizo con el All-Valley Karate Tournament de 1984 gracias a una patada ilegal, la realizada con la mítica “técnica de la grulla”. De esa misma premisa parece partir Cobra Kai, una serie centrada en el antagonista del filme original 34 años después de una derrota que le sigue atormentando.

Esta vez el protagonista es Johnny Lawrence (William Zabka), a quien el tiempo no parece haber tratado muy bien. Vive en los suburbios de California, desayuna cerveza, almuerza comida basura, se dedica a desatrancar cañerías y está separado de su hijo. Además, continúa martirizándose con unas rencillas que no puede olvidar y tienen nombre propio: Daniel LaRusso (Ralph Macchio).

El aprendiz del señor Miyagi es la completa antítesis del motociclista de los Cobra Kai, como el yin y el yang. Daniel-san parece haber aprendido bien la lección de “dar cera, pulir cera” y ahora utiliza su pasado como karateca triunfador para promocionar una gran cadena de concesionarios de la que es propietario. “Autogrupo LaRusso. Pateamos a la competencia”, dice el eslogan de su anuncio en televisión al que Lawrence, borracho en su casa, lanza una botella.

La serie distribuida por YouTube Red llega en plena fiebre por el reboot de clásicos que triunfaron hace décadas. Embrujadas, Sabrina, Las chicas Gilmore… Todas ellas utilizan una poderosa herramienta empleada por series actuales como Stranger Things: la nostalgia. Cobra Kai juega precisamente con ese elemento, con el de una generación que creció imitando las lecciones aprendidas por “Daniel-san” y tarareando la canción You're The Best Around.

Esta secuela bebe directamente de su pasado, algo que a través de flashbacks o música ochentera muestra sin tapujos. Pero lo que parece una virtud puede convertirse en una barrera: aquellos que no disfrutaron de Karate Kid, ya sea por edad o gustos cinematográficos, probablemente no encuentren tan atractiva esta nueva entrega. Los que sí lo hicieron, celebrarán la vuelta de un elenco en el que se encuentra Robert Mark Kamen, guionista del largometraje original.

“Golpea primero, golpea fuerte, sin piedad”

Johnny Lawrence es un personaje anclado en otro tiempo, y no solo por la constante alusión al torneo del 84. Es un machista, homófobo y xenófobo que representa la testosterona impregnada en viejas películas de artes marciales. Aquellas en las que, como ocurría en Karate Kid, “luchaban” por la chica.

“Hey”, dice el protagonista mientras se levanta las gafas de sol para intentar seducir a una deportista. “Demente”, le contesta ella mientras sigue con su rutina. El exluchador ha pasado de entrenarse para hacerse un hueco entre la élite a pelear con jóvenes que arañan su monovolumen anticuado. Es un antihéroe venido a menos, alguien que cree en la cilindrada del motor y las chupas de cuero como definición de su personalidad.

Lawrence termina sintiendo nuevamente la llamada de las artes marciales. Después de tener varios encontronazos inesperados con LaRusso, al que a pesar de todo no puede evitar, el líder de Cobra Kai toma como pupilo a un niño recién llegado a su barrio para crear un nuevo dojo. El mantra sigue siendo el mismo que aprendió de su sensei: “Golpea primero, golpea fuerte, sin piedad”. Pero Miguel, su alumno, no parece compartir aquella filosofía.

“Golpea primero es sobre ser agresivo. Si no eres agresivo, entonces eres un marica, y no quieres ser un marica, quieres tener pelotas”, aconseja el experto en kárate, a lo que su alumno pregunta: “¿No crees que encasillas los géneros?”. Ante una cuestión para la que no tiene réplica, quizá porque nunca se la ha planteado, propone “dejar de quejarse como una niñita y hacer 50 flexiones con los puños”.

Cobra Kai no solo aprovecha el legado de Karate Kid como caramelo. También es consciente de las limitaciones y logra reírse de sí misma resaltando momentos que fueron míticos y ahora resultan ridículos. Incluso LaRusso, que parece el triunfador de esta secuela, acaba siendo una parodia de su personaje: regala un bonsái a cada cliente de su concesionario. Tampoco él puede abandonar el tatami que ya no pisa.

No hay un solo Karate Kid

Star Wars: Los últimos Jedi lanzó un mensaje a los aficionados de la franquicia: cualquiera puede defender la paz sin necesidad de ser el elegido. La “fuerza” ya no está ligada a las élites, ni a los “hijos de”, sino a la gente corriente. Cobra Kai, en cierto modo, arroja la misma idea.

Johnny Lawrence pretende recuperar a los viejos Cobra Kai, pero en un contexto donde todo es diferente, incluidos sus aprendices. De hecho, son estos los que a veces dan lecciones a personajes antiguos sobre temas que van más allá de las patadas y los puñetazos. Lejos quedó aquella época en la que un maestro ancestral elegía al futuro genio de las artes marciales, a aquel capaz de luchar contra cualquier tipo de inclemencia.

Cobra Kai incide más sobre aspectos mundanos, como pagar por el reacondicionamiento de un viejo dojo. También en los humanos, como Miguel y sus problemas con el asma para hacer deporte. Porque, al final, pese a sus diferencias, todos pueden llegar a ser el próximo Karate Kid.