Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Xavier Domènech: La movilización social impidió la continuidad del franquismo

Barcelona —

0

Barcelona, 30 oct (EFE).- El historiador y exdiputado de Unidas Podemos Xavier Domènech, que acaba de publicar el ensayo “Lucha de clases, franquismo y democracia”, sostiene que “la movilización social, y no el papel de las élites políticas, fue la que impidió la continuidad del franquismo y lo hizo inviable después de Franco”.

En una entrevista con EFE, Domènech señala que “Franco murió en la cama, pero el franquismo no, duró como mínimo hasta la aprobación de la nueva constitución en 1978 y el libro demuestra que lo que hace inviable la continuidad del régimen franquista fue la movilización obrera en la calle”.

El historiador rebate abiertamente “las interpretaciones que han visto el proceso de democratización de los años 70 fruto del protagonismo de las élites, la monarquía y los dirigentes políticos, algunos de ellos provenientes del régimen franquista, u otras propuestas que lo sitúan en la modernización económica que pilotaron los tecnócratas del Opus Dei de los años 50 y 60, un proceso que habría llevado inevitablemente a la democracia”.

Tras dos décadas de investigación, Domènech documenta que “en 1976 se demostró que la calle no era del régimen como proclamaba el entonces ministro Manuel Fraga Iribarne, pues ese año España se puso al frente de la conflictividad de toda Europa, a pesar de que estaba prohibido el derecho de huelga, de asociación y de manifestación”.

En Vizcaya, añade, hubo 13 huelgas generales, la huelga general de Córdoba, de Sabadell, de Vitoria, del Baix Llobregat, “una explosión de conflictividad por la crisis económica derivada de la crisis del petróleo que hizo ingobernable el país, y no cayó el gobierno porque el Estado mantenía su poder coercitivo”.

Subraya el autor que “no hay ningún otro ejemplo de fascismo histórico que en tiempo de paz haya registrado tanta conflictividad como en la España franquista, ni en el caso de la Alemania nazi ni en la Italia fascista”.

En “Lucha de clases, franquismo y democracia” (Akal), Domènech ha intentado “articular no solo una historia de los de abajo, sino, más claramente, una historia desde abajo”.

La segunda aportación del historiador barcelonés es la mirada sobre la reacción de las élites empresariales, “la otra parte indispensable en una lucha de clases en la que siempre tienen que intervenir al menos dos”.

Detecta Domènech que los grandes poderes económicos viven con “mucha ansiedad” lo que está sucediendo en los años 70, porque, “la conflictividad obrera consiguió algo inaudito en el siglo XX en España, ya que entre 1973 y 1976 el aumento salarial se hizo a costa de recortar los beneficios del capital”.

En 1976, recuerda, “los salarios ocupaban más del 60 % de la renta nacional y eso se mantendrá hasta 1985, teniendo en cuenta que ahora estamos en el 47 %”; por tanto, “hay un conflicto de clases que en estos términos estaban ganando los trabajadores” y la consecuencia es que “se modificó el color de la sociedad civil hasta hacer inviable cualquier atisbo de continuidad de la dictadura”.

La segunda de las tesis que Domènech incluye en su ensayo concluye que, “frente a la imagen que se ha trasladado de un empresariado 'impotente' ante el régimen, el franquismo fue realmente una dictadura de clase que fortaleció a los empresarios proporcionándoles una organización, el Sindicato Vertical”.

La fuerza acumulada por los empresarios durante la dictadura a la sombra del Sindicato Vertical les permitió, según Domènech, “crear una organización patronal que no tiene parangón en Europa, ya que unificó las patronales agrícolas, industriales, las de servicios y las bancarias, y además a diferentes niveles, desde la gran empresa a la mediana, con lo que pretendían hacer frente a lo que consideran una derrota, la caída del franquismo”.

A partir del propio Sindicato Vertical y con un protagonismo especial de las élites empresariales catalanas se creó en 1977 la CEOE, “un instrumento que permite reaccionar contra las movilizaciones obreras y poner límites al proceso de cambio”.

Añade el autor que “en Cataluña, a diferencia del resto de España, ya había élites empresariales que habían contemplado la posibilidad de que la dictadura acabase, y esas élites se organizaron a partir del Sindicato Vertical y el Círculo de Economía, creado en 1958, y consiguieron unificar todas las patronales en una única patronal catalana, lo que les dio la fuerza para presentarse en Madrid para pilotar la unificación a nivel español, y por eso el primer presidente de la CEOE fue Carles Ferrer-Salat”.

Argumenta Domènech que esta dinámica tenía cierto sentido, pues “la patronal catalana era la que tenía más memoria histórica, la provincia de Barcelona era donde había más trabajadores y empresarios de toda España, y con mayor tradición de lucha de clases”.

El autor también analiza los “efectos indeseados” por el régimen franquista con las migraciones forzosas: “Siempre se ha atribuido las primeras migraciones una motivación económica, pero yo demuestro que las emigraciones de los años 40 y 50 tienen un componente sociopolítico, ya que los señalados como rojos y desafectos en el mundo rural, cuando no eran fusilados, buscaban en las ciudades un espacio de anonimato”.

Y añade: “Esos primeros emigrantes 'políticos' serán la cabeza de las posteriores oleadas migratorias económicas, y se convertirán en referentes en los barrios de los principales centros urbanos españoles”.

Jose Oliva