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Extremadura decrece

Andrés Holgado Maestre, sociólogo

En estos tiempos en los que la jerga economicista es la única que parece tener espacio en el pensamiento social, y cualquier cosa que no venga aderezada con cuadros macros, cifras del PiB, gráficos multicolores y otras cosas del montón no reciben la más mínima atención, se han impuesto muchas ideas relativas al “decrecimiento” como una fórmula mágica que tendrían los pobres habitantes de los países “ricos” para salir de esas horribles y bien aderezadas “crisis” que padecen los pobres.

Porque naturalmente, a los pobres habitantes de los países pobres se les supone muy “ricos” en salud y otros bienes espirituales que ya no gozan los dichosos y algo más que fumados urbanitas, y no puede írseles con teorías del “decrecimiento” si no quieres que te den una patada donde bien merecido la tendrían los apóstoles de esas teorías asociales. Asociales, sí. Porque defender el “decrecimiento” en un mundo en el que cientos de millones de personas pasan hambre o no disponen de agua potable es tanto como condenarlos para siempre a la miseria y no darse cuenta de que el problema no es crecer o decrecer sino distribuir de una manera justa y racional lo que la humanidad es capaz de producir y que podría alimentar y permitir una vida digna a toda la población mundial si no hubiera explotadores intermediarios que se lucran con las necesidades ajenas.

Es el capitalismo salvaje el que tiene que decrecer y no el sistema productivo, que debe seguir produciendo pues de otro modo pereceríamos. Y si en vez de “el mundo” hablamos de España y sus desigualdades, lo vemos más claro: ahora salen los del “decrecimiento” apoyando a los que dicen que ya no se hagan más infraestructuras aquí o allá, porque “no son rentables”... El neoliberalismo ha envenenado de tal manera el pensamiento de muchos de estos líderes de opinión que solamente pueden hacerse inversiones cuando sean “negocio” (o en su propia finca, claro), y siguen tan felices quejándose de los atascos o los peajes mientras despotrican de “aeropuertos sin aviones o trenes sin gente”, condenando así aún más a enteras regiones del (mundo (perdón, de España) al subdesarrollo y al... decrecimiento. Si serán...

Lo peor es que esos argumentos los ha comprado hasta la “izquierda urbanita” y la “eco-izquierda”, que en sus delirios del hombre bueno primitivo rousseauniano, ha comprado las recetas neoliberales y renuncia de esa manera a la emancipación que el progreso podría traer a la población en estas zonas invisibles a su percepción. Lo más que aprecian de Extremadura son los bellos paisajes al atardecer de las escapadas en vacaciones, pero nada saben de los fríos de las noches y de los inviernos sin esperanza.

Los presupuestos en Extremadura están decreciendo constantemente desde 2010 (que lo hiciera el PP sería congruente con su “liberalismo” más propio de otros lares) y las cifras de desempleo, las demográficas y las de inversiones o planes de una u otra administración también decrecen. Extremadura se inclina hacia su desaparición y parece que los gestores que se da a sí misma ya se han rendido; menos presupuesto, menos instituciones, menos empleo y menos inversión en cultura. Sólo crece el camalote. Así no es.

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