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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La ignorancia no es un punto de vista razonable

Hay un señor neozelandés –un tal Robert Bast, experto en marketing, de profesión sus apocalipsis mayas– que lleva más de dos años dedicado a vender libros y explotar una web sobre el fin del mundo que, como ya conocerán, será este viernes (no está claro si por la tarde o por la mañana). Ésta es su semana grande y Bast está encerrado en un refugio en la montaña, en Australia, “a salvo de volcanes, terremotos y tsunamis”. Desde allí, mientras acumula conservas y agua potable, ha contestado a una entrevista que publica este blog de El País. En una de sus respuestas más hilarantes, Bast da en el clavo sin darse cuenta, de la misma manera que un reloj parado da la hora correcta dos veces al día. “Me hubiera gustado que me hicieran más caso”, se queja Bast desde su refugio. “La gente que no cree en el Apocalipsis recibe más atención que yo (el vídeo de la NASA de la semana pasada, los científicos...). Me gustaría que se explicara mi lado de la historia. Es bastante irritante”.

Un aplauso para Bast. Se lo ha ganado. Sin ser consciente, nuestro profeta del fin del mundo ha puesto el mejor ejemplo para explicar por qué el periodismo no debe ejercer de mero notario. La prensa no puede ser un simple receptor acrítico que después repite una versión y la contraria, sin preguntarse cuál de los dos partes miente. ¿Debe tomar partido un periodista? Sin duda: por la verdad. Es un trabajo difícil, pero a veces no tanto. No es necesario un entrenamiento altamente especializado para distinguir entre un lunático y la NASA.

¿Es la ignorancia un punto de vista razonable? ¿Todas las opiniones son legítimas? Y, lo más importante, si Bast cree sinceramente que el mundo se acaba este viernes, ¿qué coño hace perdiendo sus últimos días respondiendo entrevistas?

P. D. Disculpadme el frívolo artículo de hoy, pero es que el referéndum catalán me da casi tanta pereza como el apocalipsis maya.

Hay un señor neozelandés –un tal Robert Bast, experto en marketing, de profesión sus apocalipsis mayas– que lleva más de dos años dedicado a vender libros y explotar una web sobre el fin del mundo que, como ya conocerán, será este viernes (no está claro si por la tarde o por la mañana). Ésta es su semana grande y Bast está encerrado en un refugio en la montaña, en Australia, “a salvo de volcanes, terremotos y tsunamis”. Desde allí, mientras acumula conservas y agua potable, ha contestado a una entrevista que publica este blog de El País. En una de sus respuestas más hilarantes, Bast da en el clavo sin darse cuenta, de la misma manera que un reloj parado da la hora correcta dos veces al día. “Me hubiera gustado que me hicieran más caso”, se queja Bast desde su refugio. “La gente que no cree en el Apocalipsis recibe más atención que yo (el vídeo de la NASA de la semana pasada, los científicos...). Me gustaría que se explicara mi lado de la historia. Es bastante irritante”.

Un aplauso para Bast. Se lo ha ganado. Sin ser consciente, nuestro profeta del fin del mundo ha puesto el mejor ejemplo para explicar por qué el periodismo no debe ejercer de mero notario. La prensa no puede ser un simple receptor acrítico que después repite una versión y la contraria, sin preguntarse cuál de los dos partes miente. ¿Debe tomar partido un periodista? Sin duda: por la verdad. Es un trabajo difícil, pero a veces no tanto. No es necesario un entrenamiento altamente especializado para distinguir entre un lunático y la NASA.