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El arte tecnológico de Marisa González regresa a Bilbao: de la violencia sexual a los tesoros rescatados de Lemoiz

Maialen Ferreira

Bilbao —
29 de octubre de 2025 21:46 h

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Marisa González (Bilbao, 1943) es capaz de hacer arte utilizando una plancha desechada. Convierte utensilios domésticos en nuevas texturas, partituras de música en pinturas o utiliza muñecas rotas para visibilizar la violencia sexual contra las mujeres. Todo ello sin perder la calidad artística y demostrando que las nuevas tecnologías sirven para mucho más que lo que fueron creadas. Una carrera en el arte que la llevó de su Bilbao natal primero hasta Madrid y después a Estados Unidos, donde sus proyectos crecieron en un entorno que posibilitaba que una mujer jugara con las nuevas tecnologías para crear arte.

Esa trayectoria, que comenzó con la lucha contra el franquismo desde movimientos estudiantiles hasta los movimientos pacíficos contra la guerra de Vietnam o los derechos laborales de las mujeres filipinas explotadas en trabajos abusivos en Hong Kong, se muestra en la exposición ‘Un modo de hacer generativo’ en el centro de arte contemporáneo Azkuna Zentroa.

González, Premio Velázquez de las Artes de 2023, a sus 82 años continúa trabajando en su arte, siempre dentro de las artes visuales, las fotocopiadoras, la fotografía, el vídeo o el ordenador. “Ya no entro en centrales nucleares ni hago grandes viajes a Asia para realizar proyectos, trabajo en mi estudio con pequeños frutos a los que les doy otras vidas”, reconoce la artista mientras muestra sus obras en la sala bilbaína.

Y es que González consiguió algo que muchos artistas vascos han soñado pero no han logrado: adentrarse durante dos años en la central nuclear de Lemoiz para retratar su desmantelamiento. Lo consiguió gracias a una persona cercana a su familia y a un contrato que estipulaba que la artista podría fotografiar y realizar vídeos de la central. “La empresa me permitió entrar todo lo que yo quisiera porque me contrató como experta en demoliciones para que registrase fotográfica y videográficamente el proceso de desmantelamiento sin mediar transacción económica. En contraprestación me daban la posibilidad de que yo, la autora, me reservara el derecho de uso con fines artísticos. Gracias a ese contrato pude defender mi trabajo”, explica.

Así rescató cientos de objetos, según reconoce, “camiones enteros” de materiales como máscaras, carteles que alertaban del peligro, cables, guantes o cuerdas y fotografió zonas de interés para la sociedad como el reactor o las distintas partes que componían el corazón de la central. Según destaca la artista, los obreros que trabajaron en la época del desmantelamiento de la central nuclear, se sorprendían de verla tan feliz fotografiándolos. “Tengo vídeos en los que aparece el fuego que se utilizó para desmantelar la central. Cuando íbamos a comer al aire libre, salíamos del sótano de una de las plantas subterráneas donde estaban los operarios cortando tubos con el fuego y me decían: 'Es increíble. Nosotros estamos en este infierno para ganar el pan y el sustento de nuestros hijos y a usted la vemos disfrutando'. Para ellos era sorprendente que yo estuviera disfrutando en ese infierno”, detalla la artista mientras señala una de las fotografías expuestas en Azkuna Zentroa y que el año pasado fue adquirida por el Ministerio de Industria. En ella se ve una de las salas de la central con un mensaje en sus paredes en el que se lee: “Hijos de p”. “Tengo otra toma de un espacio parecido en el que no pone ese mensaje, pero me dijeron que querían este. No sabemos quién lo escribió, si fueron los trabajadores de la central cuando les echaron o los obreros que la desmontaron”, confiesa la artista.

No es la única obra de González sobre un gran edificio desmantelado. Entre 1999 y el año 2000 creó 'La Fábrica', mostrando el desmantelamiento de la fábrica panificadora tras la reconversión económica de Bilbao. Era el ocaso de todo un símbolo de la Industria del País Vasco: la panificadora fue puntera cuando se abrió, a finales del siglo XIX y hasta 1975 retuvo el monopolio de procesado de harinas y pan de la ciudad. Sin embargo, a raíz de la reconversión económica de 1998, la fábrica quedó caduca y la artista aprovechó el declive para plasmarlo a través de su arte.

En un viaje por once épocas de su vida diferentes la exposición de Azkuna Zentroa también incluye el proyecto 'Ellas, filipinas' que González llevó a cabo entre 2010 y 2013. En él fotografía y toma vídeos de mujeres filipinas que migran a Hong Kong, donde trabajan como empleadas domésticas. La artista documenta su situación de desigualdad, la desprotección de estas trabajadoras, sus pésimas condiciones laborales y los abusos de las agencias que las reclutan. En la exposición muestra la fotografía de uno de los carteles que había en las calles para reclutar a las trabajadoras y las condiciones que debían cumplir: que midieran más de 153 centímetros, que pesaran entre 40 y 60 kilogramos, que tuvieran entre 25 y 35 años o que tuvieran, al menos, el graduado de Secundaria.

La serie fotográfica y videográfica de 'Ellas, filipinas', repara en cómo emplean estas trabajadoras su único día de descanso semanal: acuden al centro de la ciudad y allí pasan la jornada. Un respiro colectivo de reafirmación identitaria y cultural que, por otra parte, contrasta fuertemente con la dedicación habitual de estos espacios urbanos, ya que, las reuniones tiene lugar en el patio de acceso al banco HSBC, un rascacielos diseñado por el arquitecto Norman Foster. “El trasiego y tráfico del negocio y riqueza de que el banco es escenario de lunes a sábado queda subvertido por esta ocupación dominical. No monetizable, el ocio comunitario de las empleadas filipinas es un tiempo que rompe las normas de la sociedad local”, reconoce la artista que recoge también en fotografía un cartel colgado en ese espacio de ocio en el que se lee, en inglés. “Si quieres ir rápido ve sola, si quieres llegar lejos, ve acompañada”.

Un mantra que la misma González ha compartido durante toda su vida primero como activista feminista y después como impulsora de los derechos de las artistas mujeres. Ha formado parte de la junta directiva de la Asociación de Artistas Plásticos, ha participado como miembro de la Junta Directiva en el resurgir y modernización del Círculo de Bellas Artes de Madrid y ha sido vicepresidenta de la asociación española Mujeres de las Artes Visuales MAV de 2010 a 2017. Una lucha que no ha acabado a sus 82 años. “Ahora, entre otras muchas acciones, me dedico a crear páginas de Wikipedia de mujeres artistas contemporáneas. He creado más de 300 porque me di cuenta de que no tenían su propia página pese a lo mucho que han trabajado y logrado en el mundo del arte”, concluye.

elDiario.es/Euskadi

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