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Sobre este blog

Periodista de formación, publicista de remuneración. Bilbaíno de paraguas y zapatos de cordones. Aficionado a pasear con los ojos abiertos pero mirando al frente y no al suelo, de ahí esta obsesión con las baldosas.

Yo, siempre con los buenos

Carlos Gorostiza

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Recuerdo que cuando éramos niños y nos sentábamos a ver una película ya empezada, lo primero era preguntar “¿quiénes son los buenos?” Una vez informados, ya estábamos por entero preparados para seguir el hilo de la narración, cuyo final nunca defraudaba.

En Bilbao también se está desarrollando estos días una interesante película en torno al comercio local. El éxito de la ciudad y su notoriedad internacional, de la que en general estamos tan orgullosos, está atrayendo a importantes inversores en el ramo inmobiliario y comercial, que dicen que Bilbao es uno de los mercados con “mayor potencial” de España. ¡Albricias!

Compañías de moda se pelean por comprar edificios completos y el run run de estas informaciones hace pensar que los motores económicos más punteros rugen ya en la parrilla de salida a la espera de que se apaguen las luces rojas de la crisis.

Supongo que se trata de buenas noticias para la ciudad, pero de lo que estoy bien seguro es de que son estupendas para los propietarios de locales comerciales en las zonas más céntricas (entre los que lamento profundamente no encontrarme) que están oyendo hablar de inminentes y espectaculares incrementos en los precios de los alquileres, fruto de una demanda intensísima.

En este contexto no resulta extraño que los propietarios de locales en nuestro también muy comercial Casco Viejo, también se estén “animando” y, aunque no lleguen a la estratosfera económica del Ensanche y la “milla de oro”, también quieran ampliar su parte del pastel. Así lo ha denunciado estos días la plataforma Alde Zaharra Bizirik, que defiende a los comerciantes de nuestra parte vieja preocupados por los súbitos incrementos en las nuevas rentas de los locales que ocupan. Dicen, con razón, que el Casco Viejo puede perder su carácter tradicional en favor de las mismas grandes cadenas de franquicias y reclaman medidas al Ayuntamiento que salga de las urnas el próximo domingo.

Los “caseros” no han hablado pero me imagino que pensarán también ¿por qué tengo yo que cobrar menos de lo que vale mi local en el mercado? ¿Acaso mi inquilino cobra los pinchos más baratos para hacer del Casco Viejo un lugar más tradicional?

El peligro de que las Siete Calles se conviertan en otro centro comercial al uso, con las mismas marcas, los mismos maniquíes y los mismos bocadillos que en los demás es real pero la solución no es ni fácil ni obvia. No solo no lo es sino que tiene que ver mucho con la política.

Podemos dejar que la corriente de la oferta y la demanda siga su curso sin trabas, y que sea lo que el mercado quiera. Podemos reglamentar con normas y prohibiciones exhaustivas lo que cada cual puede hacer con su local o su comercio, y que sea los que los jueces digan al final, o podemos enfrentarnos a un dilema complejo y difícil, como todos los que tiene que ver con la acción política.

Nos hemos acostumbrado tanto a la política de titulares y no a la de soluciones, a que se defiendan a muerte los más altos e inamovibles principios, a que todo el mundo esté siempre inequívocamente de parte de “los buenos”, que nos cuesta mucho bajar al vil acuerdo, a la vergonzante negociación y a la incomodísima complejidad que presentan siempre los problemas reales.

Paradójicamente remontar la crisis, con todas las enormes dificultades que nos está suponiendo, puede resultar en el Casco Viejo más fácil que responder a aquella pregunta infantil de “¿quiénes son los buenos?”.

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