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OPINIÓN | 'A paladas', por Antón Losada

El discurso del avestruz

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Con buena voluntad se puede entender que Felipe VI no descalificara personalmente a su padre. A fin de cuentas está sentado en La Zarzuela por él, y no es muy edificante que un hijo reniegue de su padre en público y mucho más siendo Jefe del Estado.

Se puede entender que no bajara al detalle de los delitos de su progenitor.

Se puede entender que nos metiera una buena chapa hablando de lo bueno que somos todos.

Se puede entender dijera que la ética y la moral están por encima de las personas. Algo parecido ya lo dijo Juan Carlos cuando afirmó muy convencido que todos somos iguales ante la ley. Ya vimos para lo que sirvió.

Pero lo que no se puede entender es que no haya entonado como monarquía el menor reproche a nada, ni el pedir perdón por nada. Hasta el Emérito tras sus cacerías dijo aquello de “Lo siento mucho…..”.

No se puede entender que no dijera que había que revisar esa patente de corso como es la inviolabilidad.

No se entiende que no dijera que, pasados cuarenta años, la institución necesita una adecuación. Fíjense que ni pido un aggiornamiento.

Es imposible de entender que no anunciara el que se presta como Institución a la inspección del Tribunal de Cuentas como todo el mundo.

Es insólito que no le haya dicho a los militares golpistas que se han dirigido a él que esa misma Constitución sacralizada no permite proclamas parecidas y que los tiempos de la dictadura ya pasaron.

No hay quien entienda eso si no se hace desde el concepto consagrado en la Constitución de que la monarquía es símbolo de unidad y permanencia y no hay que dar ni una sola baza a los que Franco dejó atado y bien atado. ¿Reconocer nada?. Símbolo de debilidad. Me recuerda aquella consigna que tenía Somoza: “Poder que no se excede se desprestigia”

No hay quien entienda que un partido seudo republicano como el PSOE apoye esta impunidad.

Y mucho menos que aplaudan el suicidio asistido que no eutanasia que han puesto en marcha.

Estos cortesanos están locos.

Definitivamente los avestruces lo hacen mejor.

Con buena voluntad se puede entender que Felipe VI no descalificara personalmente a su padre. A fin de cuentas está sentado en La Zarzuela por él, y no es muy edificante que un hijo reniegue de su padre en público y mucho más siendo Jefe del Estado.

Se puede entender que no bajara al detalle de los delitos de su progenitor.